A todo imperio le llega su Viet Nam, escribió hace muchos años un colega al referirse a la entonces reciente y estrepitosa derrota militar de los Estados Unidos frente a la resistencia del pueblo vietnamita, a pesar del tremendo costo de no menos de cuatro millones de muertos y la destrucción casi total que debió pagar por su victoria esa valerosa nación indochina.
Y decenios después la estrecha y martirizada Franja de Gaza, sometida a un largo bloqueo sionista, confirma la valía de aquel juicio, porque a cincuenta días de iniciada la masacre de sus pobladores por las tropas de Tel Aviv, el enemigo ha debido morderse el rabo y admitir un cese del fuego que para nada resulta un regalo ni un gesto de indulgencia de los halcones encabezados por el derechista primer ministro Benjamín Netayanhu.
El asunto es que pese al genocidio de más de dos mil cien gazatíes, buena parte ellos niños, de las heridas propinadas a unos 11 mil, y de cien mil personas que han quedado en las calles en calidad de desplazados, la poderosa tecnología militar sionista, facilitada a manos llenas por Washington y otras potencias occidentales, no ha podido hacer mella en la volunta de resistencia de los inermes pobladores de la Franja, ni mucho menos entre los combatientes del movimiento armado Hamas, cuya destrucción fue el pretexto israelí para el inicio de tan salvaje aventura bélica.
Y no se trata de barata verborrea política. Baste ver las imágenes de palestinos sin vivienda, alimentos, medicinas, electricidad o agua potable, resurgir de los escombros a los que ha sido reducida su ciudad para levantar las banderas de la patria y festejar su legítimo triunfo sobre la barbarie.
Y es que Tel Aviv, con sus drones, misiles inteligentes, superbombarderos, vehículos blindados, navíos artillados y fusiles automáticos, todos de factura Made in USA, no pudieron contra un estrecho pedazo de territorio atrapado entre la frontera sionista y el mar, carente de armas antiaéreas, de artillería anticarros, y de un ejercito profesionalizado.
Y si bien hace apenas unas horas el propio Netanyahu insistía en proseguir la guerra hasta la eliminación de Hamas, apagados los micrófonos y las cámaras la realidad no tardó en imponerse.
De nada valieron las fracasadas “cacerías selectivas” de dirigentes guerrilleros mediante los sistemas de detección y escucha llegados de las manos de los poderosos aliados externos del sionismo, ni la desembozada práctica terrorista de los últimos días materializada en la irracional destrucción con misiles de edificios de vivienda de varios pisos, o los ataques de aviones F-16 contra taxis y ambulancias palestinos.
Ni los cohetes caseros de Hamas fueron acallados en estos cincuenta días de delirio criminal, ni ninguno de sus jefes claves ha sido eliminado, ni mucho menos se vio mermada la voluntad de los gazatíes de bajar la cabeza frente al invasor.
La noticia de un logro del cese al fuego prolongado es por tanto un producto neto de esa actitud rebelde de los habitantes de la Franja de Gaza, y -vale subrayarlo también- de una creciente y potente solidaridad mundial que ha mellado sin dudas la imagen de un Israel pretendidamente víctima de los “salvajes y fanáticos” con los que debe compartir fronteras, y por tanto necesitado de una sólida y constante defensa.
De hecho, las primeras noticias sobre lo pactado entre los agresores y la resistencia palestina son un indicativo de que, en efecto, hay mucho de tangible victoria para los gazatíes.
Así, participantes en las negociaciones precisaron que el plan estipula el ablandamiento del bloqueo sionista impuesto desde 2007 a la Franja de Gaza, que impide a su millón ochocientos mil habitantes el libre tránsito y las actividades comerciales, al tiempo que coarta la vital actividad pesquera local al cercenar los límites legales de la zona económica marítima que corresponde al enclave árabe.
Las mismas fuentes dijeron que el documento discutido en Egipto establece también el cese de los obstáculos para que de inmediato accedan a la Franja envíos de suministros humanitarios y de materiales de construcción que permitan la rehabilitación gradual de esa área.
Mientras, en Tel Aviv y en otras dependencias aliadas del sionismo, los grandes estrategas y sus colaboradores externos tendrán que sentarse ahora frente a sus modernas computadoras para intentar dilucidar como es posible que todavía la voluntad humana pueda más que la sofisticación tecnológica de la muerte y la destrucción.
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