En una inesperada conversación en Washington con Nikolay Patrushev, secretario del Consejo de Seguridad Nacional de Rusia, el presidente norteamericano, Barack Obama, se dijo partidario de “soluciones pacíficas” en Siria a tono con el interés de Moscú y Washington de materializar en fecha cercana, en Ginebra, una conferencia internacional sobre tan espinoso y explosivo conflicto.
Y visto así, a escala de epidermis, podría decirse que el espíritu constructivo parece avanzar en el tema de la agresión contra el pueblo sirio, y que la razón y la cordura estarían en la vía de sustituir el lenguaje de la muerte y la guerra que ya se ha cobrado ochenta mil víctimas en aquella nación mesoriental.
De hecho, hasta la dirigencia de la Liga Arabe, que ha sido capaz incluso de colocar en sus asientos oficiales a los representantes de los grupos mercenarios y terroristas que atacan a Damasco, parecería retornar a sus cabales al defender la presencia de Irán en la citada conferencia de Ginebra, aún cuando esa solicitud moleste a Washington.
Lo penoso y llamativo es que tales mensajes aparecen calzados sobre una trastienda embrollada y agresiva que, mientras por un lado esboza solicitud y complacencia, por otro alza el inadmisible puñal de la intransigencia y la falta de raciocinio.
Y es el hecho que, coincidente con tan “serias y responsables” palabras, el secretario norteamericano de Estado, John Kerry, al esbozar el papel que debería jugar el actual presidente sirio, Bashar el Assad, en un arreglo pacífico interno, reclamó la necesidad de su ausencia de tales negociaciones por considerarle ilegítimo, violento y criminal.
De manera que para Washington, a pesar de las frases de Obama, realmente no habrá salidas si el gobierno actual de Damasco no pasa a mejor vida, y el futuro nacional se traslada a las manos de unos opositores que suman a sus filas contingentes mercenarios extranjeros, bandas extremistas locales, y a la propia entidad terrorista Al Qaeda, todos financiados y armados por los Estados Unidos, el resto de sus aliados de Occidente, Israel y la derecha árabe.
Por si fuera poco, Kerry jugó a cara descubierta la carta del chantaje, al explicar que si el-Assad refuta el punto de vista de Washington, entonces la primera potencia capitalista no tendrá “otra alternativa” que establecer un apoyo militar estructurado a las bandas anti sirias.
Y mientras el Secretario de Estado colocaba sus borrones sobre la agenda, en un hecho que algunos medios de prensa califican de inédito, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano, presidido por el ultraderechista legislador Bob Menéndez, aprobaba una enmienda para, precisamente, abrir las puertas al envío masivo de armas a los mercenarios y terroristas presentes en Siria.
Para Menéndez se trata de un paso esencial “en defensa de los intereses globales de los Estados Unidos”, no importa-aclaran estudiosos-que el documento de marras resulte una virtual declaración de guerra contra una nación foránea que jamás ha lanzado una piedra contra la primera potencia imperial.
Y desde luego, nada de lo hablado resulta inconexo o sugerido por exaltaciones emotivas. Para los sectores norteamericanos de poder y la derecha mundial que les acompaña, vale reiterar, el final de la aventura en Siria debe ser la demolición de un Estado que no comulga con Washington y entorpece sus planes de establecerse firmemente en Asia Central, a las puertas de Rusia y China.
Por otro lado, se está intentado el “ablandamiento” y el “abandono” políticos de Damasco a las puertas de las negociaciones en Ginebra, porque si las cosas marchan como hasta ahora, el gobierno de Bashar el-Assad se hará presente en la tribuna con el aval de recientes y exitosas acciones militares frente a una oposición que ni siquiera logra concretar una delegación única, y que ha perdido sensible iniciativa en sus actos violentos programados desde del exterior.
Y ya se sabe que no es lo mismo dialogar con el martillo en alto, que con las manos totalmente vacías.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.