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viernes, 8 de noviembre de 2024

Oscuridad para Brasil en primer año de gobierno de Bolsonaro ( I parte)

La liberación de Lula da Silva y acusaciones en su contra golpean al presidente...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 21/12/2019
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Protestas contra Jair
Protestas en Brasil en agosto de 2019 tras recortes en la educación y la reforma del sistema de pensiones y jubilaciones

El exdiputado Jair Bolsonaro cumple el próximo 1 de enero su primer año como presidente de Brasil con su peor pesadilla hecha realidad —la liberación del popular líder izquierdista Luiz Inacio Lula da Silva—, mientras le rodean sospechas de asesinato y corrupción en su familia, unido todo a una inocultable nostalgia por el retorno de los llamados “años del plomo”.

Un 2019 negro para Bolsonaro, aunque en su ignorancia política el ex capitán del Ejército afirma en público que está “realizado” por considerar su amigo a su homólogo estadounidense Donald Trump, quien de manera inesperada le aplicó aranceles a las importaciones de acero y aluminio brasileños.

Sin embargo, este religioso evangélico —fachada con que se presentó a los comicios de 2018 cuando en un complot político-judicial impidió la presentación del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva— le restó importancia a la coercitiva medida y la justificó “porque Trump debe mostrar fuerza en su actual campaña electoral”.

Así es Bolsonaro. Impredecible, extremista, misógino, xenófobo, homofóbico. También son muy parecidos sus hijos, también políticos, Flavio y Eduardo. El primero, exdiputado de Río de Janeiro, ahora senador, y Eduardo, diputado, quien hizo el ridículo cuando su padre lo nombró embajador ante Estados Unidos (EE.UU.) pero debió retirarse ante la protesta de la Asociación de Diplomáticos del país.

Este año no hay una medida tomada por el gobierno derechista para favorecer a la población. Por el contrario, el presidente dedicó gran parte de su gestión a reformas neoliberales en el sistema de pensión y acla venta a trasnacionales de extensos bosques del Amazonas, una zona considerada sagrada para los brasileños, incluidos las Fuerzas Armadas, y dando permiso a Trump para que instale allí una base militar.

Dueño de un verbo descomedido que por momentos causa risa y otras veces rabia, Bolsonaro demostró en 2019 —según escribió el presidente del Instituto Vox Populi, Marcos Coimbra—, “al final de su primer año (…) es tan erudito como siempre. La misma grosería, la misma mezquindad, la misma incapacidad de cualquier gesto de grandeza, la misma falta de inteligencia y educación. Su equipo está formado por gente ruda y poco preparada”.

Nadie sabe hasta dónde puede llegar el llamado Clan Bolsonaro. El trío de políticos afrentan sentimientos y valores de la mayoría, pero se mantienen en el poder. ¿Por qué? Según encuestas de Vox Populi, lo único que lo sostiene es el tiempo, pues la mayoría de la población, indiferente a la política, con informaciones manipuladas por la prensa de derecha, piensa que es demasiado pronto para destituirlo.

Bolsonaro es un burdo imitador de la política estadounidense. Al igual que Trump, defiende la posesión de armas de fuego, por lo que firmó un decreto para facilitarlas a ciudadanos sin antecedentes penales. Con ello encendió aún más la violencia existente en un país dominado por los narcotraficantes. Ni la Policía Federal ni las Fuerzas Armadas —en movilización permanente en Río de Janeiro— pueden controlar, en ese Estado, las guerras intestinas del narco que se dan en las favelas, donde viven trabajadores humildes atrapados entre los tiroteos de los delincuentes.

Bolsonaro añora los tiempos de la dictadura militar que duró 21 años. En una acción repudiada hasta en los grupos más conservadores, el presidente quiso celebrar en los cuarteles el aniversario 55 del golpe de Estado, apoyado por Washington, que derrocó el 31 de marzo de 1964 al gobierno legítimo de Joao Goulart. Ante el repudio generalizado, los festejos quedaron en las intenciones.

Su gobierno promovió un proyecto dictatorial contra la cultura. En septiembre pasado, la Cinemateca Brasileña fue ocupada por militares y políticos de extrema derecha que criticaron el “marxismo cultural” de la entidad y prometieron una futura muestra de cine dedicada, dijeron, a la rehabilitación de la imagen del antiguo régimen militar.

Ese mes, la Agencia nacional de desarrollo cinematográfico (Ancine) sufrió el recorte de sus fondos casi a la mitad.

Bolsonaro siempre sorprende. Designó a Sergio Camargo como presidente de la fundación Palmares, dedicada al estudio de la cultura afro-caribeña. Este negro que asegura que en Brasil no hay racismo, aclaró que “la negrada esa se queja por ser imbécil y desinformada por la izquierda”, olvidando que lo que él considera “negrada” es la mayoría de los 210 millones de brasileños.

Camargo asumió que la esclavitud “ha sido terrible pero a la vez benéfica, porque los negros esclavizados aquí vivían mejor de lo que vivirían si estuviesen en África”.

Los artistas y los intelectuales no han permanecido en silencio. Figuras internacionales de la música como Caetano Veloso, Chico Buarque de Hollanda y Gilberto Gil, además de periodistas e intelectuales de renombre mundial, también expresan sus críticas contra la censura y el autoritarismo.

SU TEMOR SE HIZO REAL: LULA ESTÁ LIBRE

El pasado mes de octubre, luego de permanecer 580 días en prisión, el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, fundador y líder histórico del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) obtuvo la libertad luego de que un juez de segunda instancia verificara que nadie puede permanecer detenido mientras exista una apelación pendiente de la condena. En su caso, fue condenado a 12 años y 11 meses de prisión por falsas acusaciones de corrupción durante sus dos mandatos. Grabaciones posteriores y deposiciones de testigos demostraron que la condena de Lula fue manipulada por jueces de la investigación Lava Jato, entre ellos el actual ministro de Justicia, Sergio Moro.

Bolsonaro llegó al Palacio del Planalto gracias al injusto proceso seguido contra Lula, quien habría ganado la presidencia por tercera vez si Moro y sus cómplices no hubiesen urdido un complot —siempre guiados por EE.UU., donde estudió el ministro— para evitar que la izquierda retornara al poder, luego de la falsa impugnación contra la presidenta Dilma Rousseff y la instauración del gobierno derechista de Michel Temer.

Ahora con Lula libre, recorriendo en caravanas el país para acercarse de nuevo al pueblo y conocer sus dificultades y sus aspiraciones, —la primera ronda la hizo antes de que se presentara voluntariamente a la prisión— la piedra sigue molestando a Bolsonaro en el zapato.

El llamado Trump tropical —como él mismo se autonombró dadas sus coincidencias intelectuales— ganó la presidencia mediante la divulgación de falsas noticias sobre Lula y el PT. En sus dimes y diretes él mismo se creó una falsa imagen del Mesías impoluto, situado más allá de la corrupción, el homosexualismo y la legalización del aborto.

Todo ello en un país altamente machista y religioso. Sus palabras cayeron como miel en los oídos de una población con un alto grado de analfabetismo cultural y político.

Contra el partido izquierdista conspira la carencia de un movimiento movilizador más ágil y la recomposición del PT en las bases que, según sus dirigentes, decayó durante los últimos años en el poder.

Lula, sin embargo, con 74 años y una vasta experiencia política adquirida desde sus años mozos como líder sindical de la metalurgia de Sao Paulo, prometió la reconstrucción nacional, pero aún en espera de un nuevo zarpazo del corrupto poder judicial actual.

POLÍTICA INTERNACIONAL

El pensamiento fascista de Jair Bolsonaro se manifiesta también en la arena internacional.

Su primera visita al exterior fue a EE.UU. para abrazar a su ídolo Trump, lo que muchos interpretaron como una muestra de obediencia a la política imperialista. La tradición diplomática brasileña indica que el primer viaje internacional de un mandatario sea a Argentina. Bolsonaro quebró el compromiso y, por el contrario, no asistió a la toma de posesión del izquierdista Alberto Fernández este mes.

Brasil fue el único país de América Latina —y junto a EE.UU. e Israel— que no votó en Naciones Unidas en octubre pasado contra del bloqueo económico, financiero y comercial impuesto a Cuba hace 60 años por la potencia norteña.

También erró cuando arremetió contra los colaboradores cubanos de la salud que, junto a galenos de otras naciones, participaron en el programa Más médicos impulsado por la presidente Rousseff. Con su irreverencia y ofensa hacia los doctores cubanos y su capacidad profesional, Bolsonaro dejó sin posibilidades de ser atendidos a millones de brasileños beneficiados mediante ese humanitario proyecto.

Ante la reaccionaria y agraviosa manifestación del mandatario, Cuba decidió retirar a sus profesionales de Brasil.

Faltan pocos días para que el excapitán, que en 28 años como diputado federal solo presentó un proyecto, por cierto retirado por inoperante, entre en su segundo año de gobierno.

Un período que seguramente brindará nuevas revelaciones de la incompetencia y falta de compromiso de Bolsonaro y su complicada familia.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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