¿Ocaso del billete verde?

En efecto, para los especialistas la moneda norteamericana, otrora símbolo de absoluta solvencia internacional y patrón universal de cambio, parece sumida en la fase final de una prolongada y fatal dolencia.

Su trastornado y doloso uso, abuso y manipulación por los intereses que rigen la economía y las finanzas estadounidenses, dueños a la vez del quehacer político nacional, han marcado una metástasis de decadencia y desconfianza global que —muy a pesar de los pujos hegemonistas Made in USA— extiende, multiplica y afianza la multilateralidad y el pluralismo también en el campo monetario.

El “verde se queda sin brillo”, sentenciaba hace poco un colega de un programa radial al referir las conclusiones de varios economistas dedicados a intentar definir el futuro que se advierte para la moneda norteamericana como medio de cambio en el contexto de las cada vez más dinámicas y cambiantes relaciones financieras internacionales.

Y, ciertamente, no resulta una frase de ocasión. La realidad es que desde hace mucho tiempo la hegemonía monetaria norteamericana a escala global se ha convertido en una carga y una amenaza para todas las naciones, a partir de un billete cada vez menos valioso y con un mermado apoyo objetivo.

Proceso este último, vale recordar, que se viene produciendo desde hace al menos cinco décadas, cuando el papel moneda gringo empezó a imprimirse como boletos para una masiva rifa, dejando atrás el debido respaldo en oro y bienes.

Ello sin contar la persistencia, desde hace seis años, de la crisis que se generó en territorio norteamericano y se ha extendido cual epidemia por el resto del orbe, y para la cual sus progenitores no encuentran una salida airosa.

En consecuencia, sí, es cierto, el verde se muestra mareado y quien sabe cuánto le quede en su viejo trono.

Y si algunos todavía se preguntan las razones de la ojeriza norteamericana contra China y Rusia, no sería necesario hablar nuevamente de los planes hegemonistas de Washington y los obstáculos que para ellos representan Moscú y Beijíng.

Bastaría con señalar el riesgo cierto que para un dólar en baja representan esas dos fuerzas económicas, entre cuyos intereses aparece con énfasis especial el dejar de lado a la divisa norteamericana y poner en juego otras monedas en los intercambios internacionales.

De hecho, entre China y Rusia, con un comercio bilateral que en cuatro años rondará el equivalente a doscientos mil millones de dólares, ya se trabaja fuerte para sacar de juego al billete verde y sustituirlo por el rublo y el yuan… y todo indica que no habrá demora en materializar ese paso.

Hace apenas unos días, y para concretar el mencionado uso del yuan y el rublo entre Rusia y China en detrimento del dólar, funcionarios bancarios de Moscú viajaron a Beijíng con la misión de concluir las negociaciones al respecto.

Por añadidura, el gigante de la energética rusa, la empresa Gazprom Neft, dijo que ya está negociando con sus clientes para desterrar al billete verde, en tanto el consorcio Norilsk Níkel, el mayor productor mundial de níquel y paladio, y el primero de Rusia en relación con la explotación del oro, también se declaró opuesto al uso del dólar y favorable a asumir otras monedas alternativas, esencialmente la de un cliente de primera línea como China.

De manera que cuando se habla de la suerte futura de la moneda que ha marcado la vida imperial en los últimos decenios, la referencia es a algo más que un conteo de protección para Washington.