Hay un viejo axioma al que no le falta razón: si se quiere descubrir a los verdaderos promotores de determinado asunto, basta definir quiénes son los que más se benefician de lo que está ocurriendo.
Y algo de eso sucede ahora mismo con la implantación en Iraq y otras regiones aledañas del titulado Emirato Islámico a cargo de tropas yihadistas que, de la noche a la mañana, gracias a un empuje militar que para algunos resultó fulminante e inusitado, ocuparon todo el territorio sunita y alargaron su brazo hasta zonas sirias.
Entre las motivaciones de semejante acción expansiva, se hizo amplia referencia a la política sectaria del renunciante primer ministro iraquí Nuri Al Maliki, de origen chiita, y que —afirman sus críticos— apresuró la escisión nacional.
Y sin que algo de eso deje de ser cierto, la verdad con todas sus luces indica que la división de Iraq y su conversión en tres regiones independientes —sunita, chiita y kurda—, ya aparecía desde hace mucho en la estrategia norteamericana de dominación y “reordenamiento del nuevo Oriente Medio.”
Varias razones calzan esta apreciación.
En primera instancia, siempre para Washington y sus aliados será preferible la división y la rencilla entre aquellos a los aspira someter, como una manera de enfrentar con mayor éxito cualquier posible inconformidad o resistencia a los poderes externos.
Por otro lado, un Iraq unido y fiel a una larga tradición histórica de convergencia nacional se convertiría, junto a naciones como Siria —de similar devenir social—, en un posible obstáculo a las intenciones de seguir posesionando al Israel sionista como puntal imperialista y hegemónico en Oriente Medio.
Por demás, la persistencia de divisiones, enfrentamientos, conflictos y hasta guerras azuzadas por criterios étnicos, tribales o religiosos, mantendría al contexto árabe en constante inestabilidad y sería el pretexto ideal, no solo para perpetuar el ya mencionado apuntalamiento de Tel Aviv a cuenta de su “necesidad de defenderse”, sino que “justificaría” la fuerte presencia bélica Made in USA y del resto de Occidente en una zona de altísima importancia energética, y colocada prácticamente sobre las fronteras de Rusia y China, los dos grandes obstáculos globales a batir por Washington para poder entronizarse como “dueño del orbe”.
Y todo esto no son simples especulaciones. En un reciente artículo aparecido en la red social Voltaire, por ejemplo, se hace referencia a los repetidos intentos norteamericanos de seccionar a Iraq en tres regiones demográficamente diferenciadas apenas derrumbado el gobierno de Saddam Hussein con la invasión militar de 2003, un plan que se hundió en el fracaso, y que sería reeditado en 2007 también sin resultados apetecibles.
Si a ello se unen las revelaciones de los contactos, el apoyo y el entrenamiento brindado por los Estados Unidos, Arabia Saudita y Qatar a los islamistas que combaten contra Siria y que ahora se proclaman como un califato islámico para Iraq y el Levante, es evidente que en la partición iraquí hay otras muchas manos e intereses.
De hecho, el derechista senador y ex candidato a la presidencia norteamericana, John McCain, ha sido una de las figuras centrales ligadas al fomento del yihadismo en el Oriente Medio en los últimos tiempos, y se sabe que el pasado enero, a instancias de esos planes, el propio Congreso de los Estados Unidos aprobó, en sesión secreta, partidas de financiamiento “para el Frente al-Nusra (miembro de al-Qaeda) y para el llamado Emirato Islámico en Irak y el Levante, EIIL”, en realidad dos caras de la misma moneda.
Y el plan sigue en marcha.
Las acciones yihadistas condujeron a que los extremistas islámicos se enseñoreen en la parte sunnita de Iraq, mientras los kurdos ampliaron en cuarenta por ciento su plaza.
A ello se suma la tibieza de los Estados Unidos en responder a los sucesivos pedidos de ayuda militar de Bagdad, un “respaldo” que hasta ahora se resume, según los testigos, a imprecisos bombardeos aéreos que parecerían destinados, no a conjurar la amenaza de los terroristas, sino a confinar a cada grupo étnico y religioso dentro de las “fronteras” que el imaginario imperial ha trazado para cada uno de ellos, de manera tal que se haga viable una partición definitiva.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.