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viernes, 8 de noviembre de 2024

Mis primeras vivencias desde Venezuela

Por algún tiempo Venezuela será nuestra casa, desde acá compartiremos las vivencias de quienes, como Martí, servimos a nuestros pueblos, porque somos sus hijos de Latinoamérica...

Bertha Caridad Mojena Milián en Exclusivo 07/07/2014
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Venezuela desde un balcón
Vista de la ciudad desde mi balcón. (Omara García Mederos / Cubahora)

Venezuela me abrió sus puertas apenas a unas horas de la celebración del Día de la Independencia este 5 de julio. Unos destellos de luz se avizoraban en el horizonte y cada vez se veían más cercanos, en la medida en que el avión llegaba al Aeropuerto Internacional de Maiquetía.

Alguien diría a mi lado que esas lucecitas eran bellas, y enseguida otra voz le criticaba: “esos son los cerros y no son bellos”. Yo solo pude escuchar silenciosa ambas opiniones, aunque sí me resultaban bellas, pues eran la primera imagen que me recibía y me acompañaría después durante todo el recorrido hasta la capital caraqueña.

A mi llegada a Caracas me recibió una temperatura tan alta que me hizo recordar el calor habitual y bastante agotador que había dejado en La Habana, aunque mayor fue el calor humano de los miembros del equipo de la prensa cubana que me dieron la bienvenida. No faltaron las bromas, las sonrisas y la buena comida criolla y bien cubana que me ofrecieron para que me sintiera como en casa desde el principio.

La primera de las noches por estas tierras transcurrió muy rápida, sin dormir apenas, pues no podía casi esperar para ver la ciudad, recorrer algunas de sus calles y comenzar a vivir de cerca la agitada vida de esta urbe capitalina. El amanecer me descubrió observando aquellos punticos nocturnos que se me acercaban ahora de otra manera para contrastar con una ciudad de plazas, imágenes de próceres americanos, túneles y altas edificaciones, banderas y frases patrióticas, mientras una fina neblina parecía no querer dar paso a las laderas hasta algunas horas después.

Entonces me dispuse a caminar sus avenidas, a observar su gente por primera vez y llegar, con pasos apresurados, hasta la Plaza Bolívar, quizás por aquello de rendir tributo al Libertador, aún sin quitarnos el polvo del camino, tal como lo hizo Martí. Y allí, a los pies de aquel hombre de todos los tiempos —imprescindible hoy— sentí tan cerca la historia latinoamericana, la de Chávez, la del ALBA, mientras decenas de palomas volaban libres y jugueteaban a los pies de los visitantes, como símbolo de la paz que tanto necesita este mundo nuestro.

Pero, desde el inicio también observé contrastes, los retos, sueños pospuestos y desafíos que marcan, luchas venideras y mucho por hacer aún por esta Revolución que hoy celebraba, con una gran Revista Cívico Militar, los 203 años de su independencia.

En su pueblo se hablaba con optimismo y la vida transcurría con normalidad, mientras en una parte de la ciudad personas de varias generaciones y posiciones económicas y políticas se aglutinaban para mirar, por las pantallas gigantes colocadas por el gobierno, los juicios a algunos de los que en los últimos meses han provocado muertes por actos de violencia y agresiones a instituciones, al pueblo, en varios lugares del país.

Durante mi primer recorrido llegué también a los edificios de algunos de los ministerios públicos, la Plaza que lleva el nombre de la ciudad, al Palacio Miraflores, me acerqué a algunos comercios y regresé recorriendo con calma la Avenida Bolívar, pensando en que aquellos puntos luminosos de la noche anterior, eran también el reflejo de los cambios que ha vivido esta nación. Recordé entonces a un amigo que me dijo hace unos días: “sí, en Venezuela hay todavía pobreza extrema, pero del 30 por ciento que existía cuando Chávez llegó, apenas queda menos de un 6 por ciento y este también es uno de los retos que enfrenta el gobierno de Maduro, que la Revolución lo lleve a cero”.

Venezuela me abrió sus puertas el Día de su Independencia, quizás como símbolo de los tantos retos que este equipo de prensa al que me uno tendrá que afrontar durante el tiempo que estemos por acá, o tal vez, como forma de recordarnos que aquí hay un pueblo que combate el mal y lucha por ser mejores, mientras miles de cubanos lo entregan todo por hacer más justa y equitativa la calidad de vida de sus habitantes.

Por algún tiempo esta será nuestra casa, y desde acá compartiremos entonces las vivencias de quienes también, como Martí, servimos a nuestros pueblos, porque somos sus hijos de Latinoamérica, de Cuba y de la Patria que para nosotros, también es Venezuela.


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Bertha Caridad Mojena Milián

Joven periodista. Pinareña hasta la médula. Amante de la paz y de la risa.


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