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domingo, 24 de noviembre de 2024

Mercenarios: el nuevo tinte

La utilización de mercenarios, vetada hace mucho por la ONU, persiste a manos de quienes no cejan en sus afanes hegemónicos...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 10/01/2013
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El mercenarismo es una actividad de orden corporativo, y las guerras netas “operaciones mercantiles”

Hace un tiempo, medios de prensa la calificaron como una de las noticias más censuradas en Occidente.

Se trata de la revelación de que los grupos norteamericanos de poder, junto a sus restantes aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, el sionismo israelí, y las fuerzas derechistas árabes, estaban haciendo un uso masivo de mercenarios, específicamente militantes de la terrorista Al Qaeda, en sus guerras de conquista en Asia Central y Oriente Medio.

Todo, a pesar de que el jefe de esa agrupación, Osama Bin Laden, se convirtió hasta su ejecución en el titulado “enemigo público número uno” de los Estados Unidos luego de los atentados contra las torres Gemelas y el Pentágono en septiembre de 2001, y que Al Qaeda resultó blanco presumible de la ulterior invasión militar a Afganistán.

Desde luego, nada es extraño en la “viña de los señores”. Al final, Al Qaeda y los Talibanes fueron los grandes socios imperiales en el extermino de las autoridades de izquierda de Kabul y en la guerra de desgaste contra las tropas soviéticas que les apoyaron.

De manera que hoy, tanto en la defenestrada Libia, como en la agredida Libia, mercenarios y terroristas constituyen los grupos fundamentales de la titulada “resistencia” que puso fin al gobierno de Trípoli y ahora intenta derrocar al de Damasco. Todo, para que los círculos belicistas Made in USA cierren el cinturón en torno a Irán y a las fronteras rusas y chinas.

El fenómeno, por demás, se constituye en una manipulación del fenómeno del mercenarismo, práctica agresiva contra la cual la propia Organización de Naciones Unidas, ONU, ha promulgado varias declaraciones y disposiciones, a la vez que cuenta con grupos permanentes de trabajo para evitar su existencia.

Precisamente por estos días, una de esas entidades hacía referencia a la burla que ciertas naciones poderosas hacen de los acuerdos de la ONU cuando santifican el uso de mercenarios como parte de tituladas “empresas de seguridad” (como la norteamericana Black Water), o disfrazan de “patriotas” a grupos islámicos extremos ligados a sus aventuras hegemónicas en el cercano oriente.

Y no falta razón a quienes se preocupan por tan retorcida maniobra.

La citadas “empresas de seguridad”  no significan otra cosa que la conversión del mercenarismo en una actividad de orden corporativo, y a las guerras de agresión en netas “operaciones mercantiles”.

El uso de estas entidades paramilitares en Afganistán e Iraq ha resultado escandaloso, a la vez que su neto incremento encubre la permanencia del control norteamericano sobre ambas plazas en la misma medida en que se habla del retiro de las “fuerzas regulares” invasoras.

Por demás, el matrimonio de absoluta conveniencia entre extremistas islámicos y centros imperiales de poder, permite que bajo el manto de “oposición local armada”, nativos de Asia Central y Oriente Medio armados y entrenados por Occidente, aparezcan ante el mundo como luchadores locales por la libertad dispuestos a demoler a los gobiernos del área que resulten incómodos e incompatibles con la agenda global diseñada por los que, hace casi dos décadas, decretaron unilateralmente “el fin de la historia”.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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