Hay que decirlo claro y fuerte, porque en sus afanes por mantenerse en la Casa Blanca luego de este noviembre, el irresponsable e racional presidente de los norteamericanos pueden hundirse en cualquier aventura sin sentido.
Lo viene demostrando a lo largo de los peores cuatro años de gobierno vividos por los norteamericanos en muchas décadas, al decir de no pocos analistas locales, que ven con alarma que el inquilino de la Oficina Oval no demuestra tener tino frente a un gigante económico y militar que desde el Oriente obstaculiza las apetencias hegemonistas gringas y las desaloja de sus viejas y tradicionales columnas sistémicas.
Vale decir que las preocupaciones globales no son pocas en materia del diferendo que Trump alienta contra Beijing, conflicto que por estos días se profundiza con el descabellado e ilegal anuncio de que los Estados Unidos venderán a la isla de Taiwán aviones de combate de cuarta generación y otros modernos equipos militares.
No importa que voceros de Washington insistan en que seis decenas de F-16 y otros artefactos bélicos destinados a armar al pretendido gobierno de una isla que la ONU reconoce como parte inalienable de China, “no alterarán el equilibro militar” en un área de altas tensiones, precisamente como consecuencia directa de la perenne injerencia oficial estadounidense.
Fuentes de prensa aseveran que el Departamento norteamericano de Estado ya dio su visto bueno a esta venta, que las naves aéreas destinadas a Taiwán “actualmente se encuentran en la Base Aérea Luke, en el estado de Arizona, pendientes de su entrega”, y que “el coste estimado de la operación de apoyo logístico ronda los 500 millones de dólares.”
Se trata de una mal intencionada provocación hacia Beijing, a sabiendas de que China es altamente celosa ante toda manifestación de injerencia extranjera en sus asuntos internos, y mucho más con relación a un territorio hoy forzosamente enajenado de su control, a pesar de que el máximo organismo internacional –lo dijimos ya en líneas anteriores- estima a Taiwán una porción inviolable de la gran nación asiática.
Según un reciente despacho de la cadena Hispan TV, lo que está ocurriendo hoy con relación a Taiwán no es nuevo en el decurso de la presidencia de Donald Trump.
Prosigue ese órgano de prensa que “China ha criticado el acercamiento entre los Estados Unidos y las autoridades de la isla, en especial acrecentado desde la llegada del mandatario republicano a la Casa Blanca.”
Así, “la actual administración estadounidense -precisa el análisis- emitió un decreto que fomenta las visitas mutuas de alto nivel, aprobó mil 400 millones de dólares en ventas de armas a la isla en 2017, y abrió incluso una nueva embajada de facto a las afueras de Taipéi.”
Beijing, por supuesto, ha reaccionado con fuerza frente a esta nueva maniobra agresiva de la Casa Blanca, y por varios medios oficiales ha aseverado que “dará una respuesta necesaria y legítima a las ventas de armas estadounidenses a Taiwán”.
Precisó además que tales suministros militares violan el principio internacionalmente reconocido de “una sola China”, vulneran “su soberanía y sus intereses de seguridad”, y constituyen “una grave interferencia en sus asuntos internos.”
Y sume en este sentido el incisivo indicativo del diario chino Global Times, el cual, frente a esta nueva aventura gringa, no vaciló en advertir a las autoridades de Taipei que “cualquier intento de establecer relaciones diplomáticas y militares con los Estados Unidos solo hará que se acelere la reunificación. Cuantos más problemas creen los dirigentes taiwaneses, más rápido Beijing les dará una lección”…y valga lo dicho…
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