Pongámosla como es. Si a alguien debía sentar en la mesa Europa Occidental para “rebajar tensiones” en el Este y Ucrania, es a los Estados Unidos de América, aunque nada demerita un intercambio con Rusia siempre que sea honesto, serio, objetivo, profundo y constructivo.
Y el presidente galo, Emmanuel Macron, al frente de la dirección rotativa de la Unión Europea, UE, por estos días, ha dado al menos un primer paso al concretar un intercambio de cinco horas con Vladímir Putin en el cual, evidentemente, el interlocutor dijo con extrema claridad todo lo que pensaba.
El jefe del Kremlin afirmó que el diálogo resultó sustantivo y útil, toda vez que Rusia esclareció al visitante sus posiciones y puntos de vista, bien alejados de los disparates y tergiversaciones que ruedan ahora mismo a cuenta de las autoridades gringas y su aparato mediático, y que no cesan de mal imaginar agresiones e invasiones donde no las hay, a la vez que atribuir malos pensamientos en quienes no pueden ser más objetivos y lógicos en su razonar.
Es evidente, según lo dicho por las agencias de prensa, que Putin no perdió tiempo para recordar a Macron que quien desde hace buen tiempo avanza más allá de sus fronteras para asediar a Rusia es la OTAN liderada por los Estados Unidos, y que Moscú tiene todo el derecho de mover sus fuerzas al rincón del gigante euroasiático que estime conveniente en razón de su defensa.
Insistió en que la historia de intervenciones militares regionales y globales pertenece justo a la OTAN y a Washington (Yugoslavia, Afganistán, Iraq, Libia y Siria, entre las más recientes), y que para justificar su ampliación hacia en oriente esa misma entidad bélica estableció de manera oficial y textual que Rusia es un enemigo a batir.
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Por demás, rememoró la existencia y vigencia del pacto de Minks para logar la estabilidad interna ucraniana y del que forman parte varias naciones del Viejo Continente, sin embargo, desde Kiev nada se ha hecho en favor de tan fundamental protocolo con la excepción de frenarlo y pasarlo deliberadamente por alto.
Y detrás de todo, la mano de la potencia capitalista que acostumbra a echar leña al fuego para que otros carguen con las pérdidas reales y tangibles sobre las que luego intenta reforzar su pretendido poder omnímodo.
De ahí el desmedido desboque militar en Ucrania, el desembarco de tropas especiales gringas en Polonia hace apenas horas, y el plan de reenviar a suelo europeo nuevas armas nucleares para reforzar el “destino regional” de blanco prioritario de una respuesta defensiva rusa en caso de desatarse el conflicto bélico.
¿Entonces, a quien hay que llamar a contar con entera prioridad?
Vale indicar que, ciertamente, entre no pocos líderes europeos -incluido el gobierno de Kiev- el sentimiento de “carne para asador” sigue ganando terreno, pero la lógica no funciona cuando la pretensión es, a estas alturas, sosegar las aguas para que aquel a quien pretenden colgar de una soga no denigre ni reniegue del cadalso en que se le ataría de por vida.
Mucho menos cuando se trata de un “condenado” con la capacidad de respuesta suficiente como para borrar del mapa a no pocos de sus detractores y hasta al gran jefe de la gavilla.
Lo cierto es que, por lo pronto, el intercambio Macron-Putin permitió al menos clarificar posiciones, intercambiar criterios y colocar los puntos pertinentes (al menos por la parte rusa) sobre las íes adecuadas.
Lo que venga después entre ambas partes dependerá en mucho, ya no solo de lo que en términos prácticos hagan los gobiernos euro occidentales, sino además de su actitud ante las imposiciones, ordenanzas y edictos de su compadre mayor.
Y siempre con la veleta en la dirección correcta, porque parece muy claro que Rusia no está para perder el tiempo ni mostrar anuencia ni flojera cuando los misiles enemigos pretenden tocar las puertas de Moscú en menos de cinco minutos una vez dejen atrás sus lanzaderas.
Esperar entonces para ver…si para entonces quedara alguna oportunidad una vez que USA lograse aguijar las llamas sobre los techos ajenos.
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