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viernes, 15 de noviembre de 2024

Los otros cambios

El descalabro político que enfrentó la izquierda mundial hace más de una década no quedó como inútil amargura. Basta con mirar al sur de nuestro hemisferio...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 29/10/2014
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La noticia de la disolución del campo socialista europeo y la Unión Soviética con el cierre de la última centuria, semejó en sus primeros instantes el abrupto final de toda esperanza.

Alborozado, el hegemonismo imperial lanzó la tesis del “fin de la historia”, imaginado como la eternización del capitalismo a escala planetaria y su conversión en el inmóvil modelo de vida destinado y diseñado para todos los seres humanos.

Y si bien algunos claudicaron y creyeron en la presunta validez de semejantes criterios, lo cierto es que a la vuelta de apenas dos lustros el sistema imperial ha confirmado su inviabilidad como derrotero sostenible y justo, al tiempo que las fuerzas progresistas demostraron que no devinieron en colectivos taciturnos o envilecidos.

Porque si bien hubo cambios alarmantes y dolorosos en su momento, también existieron ejemplos de resistencia, persistencia, reflexión y búsqueda, que junto a la congénita y tangible incompetencia capitalista han dado paso a renovadas experiencias de alto valor positivo.

Y es que, a estas alturas, la izquierda honesta sabe que hacer valer un proyecto revolucionario no requiere de una sola y dogmática vía, y que la eficacia y la eficiencia de la nueva sociedad solo se garantizan sobre el lógico y elemental principio de asentar las transformaciones en las realidades objetivas y subjetivas de cada entorno a remodelar.

En pocas palabras, cambiar a fondo no se circunscribe a una metodología absolutista, sino descansa sobre toda una enciclopedia de opciones donde las particularidades de cada quien han de estar a la orden.

Y en ese ambiente de creación política, económica y social apegado estrechamente —dicho sea de paso— a las sabias recomendaciones de las más genuinas figuras del pensamiento revolucionario global, América Latina y el Caribe parecerían llamados a constituirse en una trascendente vanguardia.

Porque en esta parte del Mundo, marcada por el destino manifiesto Made in USA como traspatio natural del Norte omnipotente y expansionista, se vienen produciendo, sin lugar a dudas, muchos de los experimentos progresistas más sonados de los últimos tiempos.

Nuevos procesos políticos que, si bien no renuncian a los referentes, cuidan de no copiar ni trasplantar al calco las trayectorias ajenas, lo que promueve, por demás, un ambiente de seguro respeto hacia la diversidad, sustento del entendimiento mutuo y de la posibilidad objetiva de fortalecer —en los planos interno y externo— el empeño en torno a las metas realmente comunes.

Cada gobierno, por lo tanto, ha procurado una legalidad e institucionalización propias que resumen las tradiciones políticas de sus respectivas sociedades, donde el estado de derecho resultante garantiza, por ejemplo, la igualdad de oportunidades, las prerrogativas humanas, la creciente acción ciudadana, el pleno respeto a las opciones personales y colectivas, la existencia de relaciones diversas de propiedad, producción y comercialización dentro de la economía local, y el uso del sistema participativo en las urnas para confirmar o desautorizar a las máximas instancias legislativas y ejecutivas.

Normas y disposiciones que, aún en medio de tensos e inevitables lances domésticos y la acción desestabilizadora y agresiva de los centros hegemonistas, han conformado un nuevo universo político y socioeconómico que solo mentes reaccionarias, obtusas, o congeladas en el tiempo, se atreverían a cuestionar como presuntamente ajenas al progreso y al avance racional y efectivo de las ideas más justas que ha conocido nuestra civilización.

De manera que nada está perdido para el hombre y su futuro en estos días donde aún pululan las guerras, las mezquindades, la violencia, la demencia política y la peregrina idea de que todavía es posible domeñar al mundo e imponerle la voluntad de los pretendidos elegidos como soberanos globales.

Porque de los ya citados trágicos giros, que obviamente no dejaron de generar negras visiones, también emergió el impulso incansable de la razón y los buenos propósitos, de la búsqueda honesta y creadora, y del interés de seguir reconociendo y legitimando la inagotable e indetenible marcha de la historia.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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