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jueves, 7 de noviembre de 2024

La soledad del corredor de fondo

En su arenga ante el plenario de la Unión Europea o en encuentros de menor calado, Obama estuvo centrado en la hipotética soledad de Rusia, debido a los acontecimientos en Crimea...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 30/03/2014
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Papa y Obama
En el Papa faltó esa radiante expresión de quien está a bien consigo y con los demás.

Para quienes reparan en los detalles, fue sintomático apreciar el rostro del Papa Francisco durante la visita de Barak Obama al Vaticano. En las tomas de los camarógrafos que circularon por el mundo, no aparece la diáfana y distendida sonrisa que caracteriza al Sumo Pontífice. Amable y dispuesto al perdón, como corresponde a un practicante  del Evangelio, Bergolio tuvo las atenciones que como jefe de estado y de la Iglesia Católica le corresponden. Pero, insisto, faltó esa radiante expresión de quien está a bien consigo y con los demás.

Diversos informadores titularon sus reportes del suceso como un intento del presidente norteamericano de hacerse con un poco de la simpatía universal que suscita el Papa. Lo sugiere la escasa popularidad con que cuenta en su país el mandatario norteamericano y la estela poco afortunada que dejó tras de sí  al reunirse con los líderes europeos solo horas antes de su arribo a Italia, donde, digamos de pasada, parece haber sintonizado con el premier Mateo Renzi.

En su arenga ante el plenario de la Unión Europea o en encuentros de menor calado, estuvo centrado en la hipotética soledad de Rusia, debido a los acontecimientos en Crimea. Pese a ello y a los yes sr. habituales, Obama no obtuvo una cohesión absoluta de sus socios del Viejo Continente, al menos en cuanto respecta al boicot económico que lanza contra Moscú.

De dientes afuera, los europeos asienten, como corresponde a países subsidiarios, a todo cuando propone quien actúa de cacique mundial, pero en la praxis, que suele valorar lo tangible y verdadero, ellos asumen sus propios atajos. Alemania, el peso pesado de los 28 miembros del Pacto Comunitario, insistió en agotar las vías diplomáticas. Le sobran razones. Tiene alrededor de 6 mil empresas en territorio ruso de donde recibe suministros energéticos que sería demasiado caro traer desde otros sitios. Todo puede ocurrir en estos tiempos, pero parece difícil renunciar a tanto.

El gobernante estadounidense prometió venderles todo el gas que Europa necesite. Traerlo desde el otro lado del Atlántico no debe hacer más barato el producto y si se trata del gas de esquisto, insertado en las rocas, de las cuales se extrae a través del conocido como fraccionamiento hidráulico, y, como su nombre indica, requiere de grandes cantidades de agua, aparte del empleo de químicos muy tóxicos y contaminantes, otros problemas asomarían su nariz.

El fracking, como se denomina el procedimiento para obtenerlo, es motivo de protestas dentro de Estados Unidos y en Polonia u otras naciones donde el método se ha empleado. Si se decide su explotación a mayor escala que la actual, con seguridad crearía un descontento superior al ya acumulado. Y bien, sea este o el natural ¿fue acaso una promoción comercial la hecha por Obama o la envolvió en sus empeños geopolíticos?

No es Ángela Merkel la única en poner cara de dudas a una pelea en grande con Moscú. El Reino Unido, pese a ser el país que más rendido acompañamiento suele hacerle a las aventuras de su hijastro histórico, atraviesa la crisis actual gracias a su condición como uno de los centros financieros mundiales de mayor relieve. En la llamada City de Londres, se acumulan y mueven  grandes capitales de oligarcas rusos. Si son retirados, provocarían un movimiento telúrico indeseable en esos ámbitos.

Suiza, opaca en política y banco agraciado de caudales bien habidos o de turbio pedigrí, estableció con claridad que no pretende seguir el programa de sanciones contra Rusia ideado por Washington. No es una rebelión, pero se parece.

Si se detallara uno por uno a los 28, casi todos tendrían objeciones a ir más allá de lo declarativo o lo aplicado en ese primer escalón de los castigos, consistente en prohibir el ingreso a estos países de  personalidades de aquel al cual pretenden penalizar y congelarle algunas cuentas bancarias, algo que puede volverse en contra de quien lo aplica, valga dejar anotado. Queda pendiente comprobar si se sube o no otro peldaño.

Obama decía que Rusia está sola y Europa muy unida a EE. UU. Con el panorama descrito es difícil darle la razón. Los europeos mostraron de nuevo sus infinitas divergencias y también el pragmatismo que una lógica de primer grado sugiere.

De otro lado “todo el mundo” no consta de los 28 miembros de la UE y del territorio norteamericano. Solo con los BRICS, de donde vino, por cierto, un rechazo al proceder punitivo de míster Obama, Rusia tiene suficiente mercado para vender y adquirir bienes.

Pero ni siquiera la aquiescencia europea puede ocultar que resulta paradójico que la Casa Blanca se diga la super guardiana de los derechos de las naciones cuando todavía está en Afganistán, al cabo de 14 años de ocupación, interviene desembozado en el conflicto de Siria con mercenarios y dictaminando el derrocamiento de las autoridades establecidas, mientras permite que desde 1967 Israel tenga ocupados territorios palestinos y, encima, bombardee a los usurpados, cada vez que les parece.

Si no le pidieron permiso primero a Bosnia y después a lo que quedaba de Yugoslavia para bombardearla y cambiar el curso de la guerra y concluir el desmembramiento de aquella Federación, el Pentágono tampoco le  informó siquiera  a Pakistán que iban a realizar un operativo militar en su suelo, supuestamente destinado a ultimar a Osama Bin Laden, una criatura de la CIA que se les reviró. Hacer el listado (Irak o más lejos, Guatemala, Panamá, Granada, Angola…) sería demasiado extenso.

Con tales referencias y tan cercanos expedientes, no es nada ancha la credibilidad que les asiste al pretender juzgar a otros y menos con teorías de escasa credibilidad. Poco  les importan los habitantes de Crimea o la propia Ucrania, como no sea debido a su valor geoestratégico. Querían el enclave para  aumentar su preeminencia en el Mediterráneo o contra la propia Rusia, y les irrita perder la presa y con elegancia, con apoyo de la voluntad popular.

Otra contradicción del alto dirigente norteamericano fue su crítica a la reducción de los presupuestos militares en Europa. ¿Acaso no acaba de hacer lo mismo en U.S.A., forzado por la situación económica? Es que le interesa continuar extendiendo la OTAN al este y no se ruborizan cuando acusan a Moscú de usar la fuerza en Crimea (¿?), mientras continúan acorralándola.

En medio de este desafinado concierto, el cambio en la cúpula de la Alianza Atlántica deja abiertos otros paréntesis y signos de interrogación. Solo dígase que no es una coincidencia porque, decididamente  la distancia entre lo dicho y lo real puede ser enorme y grotesca.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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