La guerra es una manifestación multifactorial de la política que transcurre con medios violentos y coincide expresar relaciones económicas, por lo cual el factor bélico se encadena hoy al capital y sus variantes.
En el conflicto árabe-israelí esa característica persiste, pero al ocurrir en medio de un proceso de mundialización la contienda asume un peligroso cariz global, para en alguna medida afectar a todos.
Detrás del genocidio contra los palestinos en la Franja de Gaza existe una bien engrasada maquinaria financiera que decide con precisión cuáles son los próximos movimientos que realizarán los agresores en su ofensiva.
Los intereses del capital –actúen directamente o no- sobre el mando sionista son capaces de contaminar de terrorismo o enmascarar la retórica radical con declaraciones humanistas y confundir a más de un auditorio.
De ahí que cuando Benjamín Netanyahu aúlla en Tel Aviv mira de reojo al lobby judío asociado a Washington, y mientras ese grupo de presión alienta una magnífica relación con tal cúpula, crece su influencia en asuntos de gobierno.
- Consulte además: Intriga y genocidio en Oriente Medio (I)
A esa muy activa facción “se le atribuye el objetivo estratégico permanente de imponer la agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU”, cita palestinalibre.org.
Hay un círculo cerrado donde nada se descuida y en el caso del enclave palestino el lobby impone la principal directriz: el genocidio, es decir posee facultades de poder real y opera como sujeto corporativo, una cofradía enquistada en la estructura global.
Pero regir tras bambalina es solo una ficción si no existen elementos concretos para la subsistencia y multiplicación del capital que en economías basadas en el gasto energético ordenado o desaforado rinde culto al petróleo, presente en Oriente Medio.
Otro componente de la triada es el histórico comercio que en gran medida sirvió de “lazarillo” en la colonización desde el siglo XV y se reforzó a partir del XIX, cuando las matrices de las potencias evolucionaron hacia el imperialismo contemporáneo.
En Oriente Medio se halla la vía marítima más corta para surtir con mercancías a “la civilización”, y que es el empalme del océano Pacífico con la costa oriental africana pasando el estrecho de Bab el Mandeb rumbo al Mar Rojo y al canal de Suez en Egipto.
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