Económicamente en pleno naufragio, y políticamente uncida a Washington y sus caprichos hegemonistas, Europa parece abocada a una crisis general de proporciones mucho más alarmante que las actuales.
Así lo constató en París la nada izquierdista Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE, que en un informe sobre las perspectivas inmediatas del Viejo Continente en el plano económico concluyó textualmente que la llamada Zona Euro se ha convertido "en un gran riesgo para el crecimiento mundial".
De hecho esa entidad precisó que para el inminente cierre de este 2004 las naciones euroccidentales sólo crecerán un 0,8 por ciento, y en 2015 apenas un 1,1 por ciento, como consecuencia de la persistencia de la crisis surgida en los Estados Unidos en 2008 y su destructor reflejo del otro lado del Atlántico.
En el caso de Alemania, la titulada locomotora regional, el citado documento expresa que Berlín debe concluir estos doce meses con un aumento de menos de 1,5 por ciento de su economía, para bajar a 1,1 por ciento en el año entrante, un sensible descenso en las iniciales previsiones para ese país, que auguraban una subida de 2,3 por ciento en el 2015.
En el caso de Francia, otro de los “fuertes” en Europa, concluye 2014 con apenas 0,4 por ciento de crecimiento, en tanto España, de las más golpeadas por la crisis, no ofrece perspectivas de salir adelante en el futuro inmediato.
La OCDE también pronostica que los Estados Unidos, que dejó este año de ser la primera potencia económica mundial ante la pujanza de China, debe cerrar con un restringido incremento de 2,2 por ciento.
En cambio, y a pesar de todos los avatares externos que no dejan de repercutir en sus respectivas economías, China terminará los actuales doce meses con un crecimiento de 7,1 por ciento y la India con 6,8 por ciento, guarismos que clasifican entre los más elevados de la etapa a escala global, al tiempo que ratifican la tendencia de que las mejores cifras se vienen repitiendo en los últimos años fuera de los marcos de los predios capitalistas occidentales.
En el citado caso de Europa, los estudiosos y analistas coinciden en afirmar que la generalizada aplicación en buena parte de sus países de los principios neoliberales generados en los Estados Unidos, está en el origen de la devastadora ola de problemas económicos que azota la región.
Un fenómeno que, ligado a la irracional subordinación europea con respecto a los preceptos hegemonistas de los sectores norteamericanos de poder, y que también tiene costosas consecuencias en materia económica, resume un escenario nada positivo para un conjunto de naciones que hasta hace poco se jactaba de su proclamado “estado de bienestar general.”
Baste señalar a modo de ejemplo, que la caprichosa aplicación de sanciones a Rusia a cuenta del empeño imperial de convertir a Ucrania en su más amenazante primera línea agresiva contra Moscú, compromete no solo la seguridad energética europea, dependiente de los suministros rusos, sino además obstaculiza los importantes y beneficiosos intercambios comerciales del Oeste con su extenso vecino euroasiático.
Ello sin olvidar que, en lo que ya se define como el retorno a una nueva “guerra fría”, y como consecuencia de su desmesurado apego a las aberradas doctrinas militares de los halcones estadounidenses, Europa del Oeste retoma el papel de “vanguardia imperial” frente a un renovado poderío militar ruso, y por tanto de blanco de primer minuto en caso de un fatal e indeseable nuevo conflicto bélico generalizado.
De manera que en el caso de las naciones de la Zona Euro es evidente la validez de los muchos dicharachos populares que suelen advertir sobre las nocivas consecuencias de las malas compañías.
Y es que si un estigma pesa con especial fuerza sobre una Europa que se preciaba de ser cuna de lustrosos imperios, modos y culturas, es el haber descendido al papel internacional de mera “república bananera” asida a la cola de quien, en definitiva, no cree en socios, sino en el peso absolutista de sus propios intereses.
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