viernes, 19 de abril de 2024

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Harta de barrullos, infundios y hostilidad, Moscú decidió el retiro de su misión permanente ante la OTAN...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 22/10/2021
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Rusia - OTAN
La OTAN ha provocado mayor incomunicación con Rusia, y con ello multiplica las tensiones mutuas.

Como buen unipersonal, pancista y prepotente hegemonista, los Estados Unidos se ha servido tradicionalmente de otros para, bajo una retórica de defensa de los impolutos valores de su “sociedad modelo”, rodearse de toda suerte de temerosos escuderos.

Se trata de garantizar un maleable muro bajo control propio, y hasta una suerte de prescindible avanzadilla en caso de un conflicto decisivo con los oponentes de turno. En pocas palabras, alguien a quien quemar primero en el interés de intentar salir lo más intacto posible... y como vencedor único, de todo morrocotudo barullo bélico.

Y los diseños de un Estados Unidos devenido primera potencia capitalista luego de la Segunda Guerra Mundial, no esperaron por mucho luego del silencio de las armas.

En abril de 1949 el capo Occidental estableció la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, como valladar del “mundo libre” frente “al imperio soviético y sus títeres del Este europeo”.

En 1954 modeló la Organización del Tratado del Sureste Asiático, SEATO, para controlar militarmente el Pacífico Sur y organizar la “defensa colectiva” contra “China comunista”, Corea del Norte, la URSS y el movimiento de liberación indochino, y cuatro años después intrigó para concretar la titulada Central Treaty Organization, CENTO, que sumó en Oriente Medio y Asia Central a los regímenes dinásticos de ese entonces en otra comunidad bélica antiprogresista.

Del otro lado de la barda, el tan mediáticamente llevado y traído Pacto de Varsovia, que incluyó a la Unión Soviética y a sus aliados del Este de Europa, no vio la luz hasta mayo de 1955, cuando la Guerra Fría era un hecho más que consumado y las tensiones aventadas desde Occidente no daban espacio al intento de dar solución razonable y negociada a tanta agresividad impelida desde el Oeste.

Y lo cierto es que hasta estas, nuestras fechas, los Estados Unidos sigue optando por edificar un verdadero enjambre de “aliados” favorable a sus intereses que traspasa el tiempo y las épocas históricas, e instaura enemigos y riesgos donde le parezca y apetezca, en el egoísta afán de afianzar su raído cetro universal.

Particularmente, en el caso de la OTAN son notorios dos rasgos que se complementan. El primero, garantizar la eterna preponderancia de Washington sobre sus socios europeos. El segundo, y como neta consecuencia del totalitarismo Made in USA, la inexistencia de todo pudor en el trato asimétrico con los pretendidos “iguales”, a quienes (caso Donald Trump) se les puede humillar sin miramientos o, (caso Biden), volver a endulzarles el caramelo a pura conveniencia y oportunismo.

Así, a través de tan “santa comunión”, por ejemplo, Alemania, el país cabecera de la Unión Europea, alberga aún más de 200 bases militares norteamericanas desde 1945, y no pocas naciones del Viejo Continente autorizaron cárceles secretas para desaparecer a presuntos terroristas luego del 11 de septiembre de 2001, y se embarcaron de lleno en el desmembramiento de Yugoslavia y las desastrosas guerras de factura gringa en Afganistán, Iraq, Libia y Siria.

A ello se une el hacerle el juego a Washington en Ucrania, en el inflado disenso por Crimea, y en sus planes de apretar el cerco militar sobre las fronteras rusas, en lo que no pocos analistas estiman una irracional sustitución a ojos cerrados de sus respectivos intereses nacionales por los del gran y omnipotente carnal de allende el océano.

En consecuencia Moscú, que no ha estado para nada impasible en materia de multifacética defensa frente a tales conjuras, se ha visto impelido en las últimas horas a retirar su representación permanente ante la OTAN, lo que corta de plano cualquier comunicación entre ese bloque y el Kremlin.

Ese abrupto final era ya un dislate anunciado, toda vez que la OTAN ha hecho todo lo posible por sabotear los cada día menos factibles intercambios con Rusia, ya no solo con la permanente “marcha hacia el Este” de sus tropas, sino además con sanciones de múltiple carácter y la muy reciente expulsión de personal diplomático ruso de los mecanismos de interacción conjunta.

Precisamente, la ruptura rusa obedeció, junto al permanente cúmulo de hostilidades occidentales, a la solicitud de retiro de Bruselas de ocho funcionarios rusos integrantes de su representación nacional ante el aparato otanista.

Sobre el caso el canciller Serguei Labrov adelantó que, adicionalmente, “se pondrá fin a las actividades de las oficinas de información y la misión militar de la OTAN en Moscú” y que, de ser necesario, el ente militar podría interactuar con Rusia solo a través de su Embajada en Bélgica.

Como había manifestado días atrás el ministerio ruso de Exteriores a raíz de este definitorio incidente, “la falta de voluntad de la OTAN para cooperar bilateralmente se ha hecho obvia de una vez por todas”, por eso no queda otra alternativa que aplicar la vieja pero didáctica fórmula de dar tres tazas a quien no quiere caldo.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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