domingo, 29 de septiembre de 2024

Estrategia de orates

Washington se inclina a actos y provocaciones cada vez más riesgosas contra China y Rusia...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 27/10/2021
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China y Rusia-Patrulla Naval Conjunta
Unidas navales rusas y chinas combinan planes de defensa en sus respetivas riveras orientales, plagadas de naves y aviones gringos y de sus aliados occidentales. (Tomada de Hispan TV)

A estas alturas ya no es necesario ser un analista o un estudioso para darse cuenta de que en la Casa Blanca parecerían haberse soltado los locos. Y es que justo resulta de maniáticos estar empujando al planeta a los horrores definitivos de su destrucción masiva a partir de la estúpida apuesta de que algo o alguien sobreviviría a una nueva conflagración militar universal, o que es factible jugar la carta de que un pretendido oponente entelerido terminará por sacar su carro de la vía para que el contrario se tome toda la calle a sus anchas y capricho.

A mí personalmente me parece que lo que viene sucediendo en este sentido es la demostración palpable de que, en términos de estrategia de dominación global, ni hay la más mínima diferencia entre un demócrata y un republicano al frente de la Casa Blanca, y que, por tanto, todo lo malsano cabe en el saco a pesar de las tan proclamadas “diferencias bilaterales”. Y lo afirmo porque, si Donald Trump fue un gritón de manos largas, Joe Biden y los que le apuntalan solo marcan distancia en aquello de ser poco menos estridentes y más oportunistas.

De manera que, con uno y otro, el hegemonismo congénito que caracteriza a los círculos gringos de poder sigue intacto y es capaz de dislates sumamente aventurados, tanto que podrían abrir la puerta a la eterna mudez universal.

Por demás, para tales especímenes no hay otro “razonamiento” válido que salirse con las suyas y lograr hacer lo que deseen y lo que les venga en ganas en todos los espacios geográficos habidos y por haber.

Así, las tensiones en torno a Taiwán, una histórica porción china de carácter inalienable para las autoridades de Beijing, y donde Washington apuntala descaradamente el secesionismo por estos días, marcan ya abrasadoras temperaturas pasadas de escala.

USA quiere de a todas el desgajamiento geográfico e institucional de esa isla con respecto al territorio continental, y sin reparo alguno desecha distancias y contextos para desplazar fuerzas navales y aéreas ante las propias fronteras del gigante asiático, remitir armas a los partidarios del separatismo, proclamar que les apoyará en caso de ataque continental, establecer nuevas alianzas agresivas (el reciente AUKUS), e incluso reclamar su vuelta a la ONU como ente independiente a la usanza de lo fue desde 1949 hasta 1971 en calidad de usurpador de la representación del pueblo chino ante el máximo organismo internacional. Todo un bochornoso período alentado por Washington y Occidente, quienes impusieron la forzada ausencia de la República Popular de su legítimo escaño por más de dos décadas.

Mientras, en los espacios del oeste europeo, la “marcha sobre Rusia” es la divisa que se va cuajando en el seno de la ampliada belicista Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, en la misma medida en que los socios gringos del Viejo Continente, ya congelada la rispidez trumpista, acentúan menos desazonados la posición de rodillas ante los sonsonetes oportunistas del carnal mayor.

Lo hacía notar recientemente con especial fuerza el ministro ruso de defensa, Serguéi Shoigú, quien denunció que con la convocatoria a una pretendida “contención militar de Moscú”, tanto Washington como sus aliados otanistas intentan amenazar de forma más directa las fronteras del gigante euroasiático, y hasta hablan sin mayor recato de factibles “represalias bélicas” en ese escenario.

En pocas palabras, que contra China y Rusia, “nuestros principales oponentes claves”, según reiterada definición oficial norteamericana, el trazo estratégico Made in USA no deja dudas. Tirantez, amenaza, injerencia, cerco y escenario en llamas constituyen los componentes esenciales para el “logro de su desconcierto, paralización y derrota definitiva”… Sin excluir, desde luego, la presumible opción militar directa si ofrece altas probabilidades de éxito.

Lo demás, aquello de trances, costos, pérdidas masivas, daños colaterales, etcétera, etcétera, etcétera, son apenas minucias si los “buenos” ganan, porque se supone las sufran y enfrenten otros. En consecuencia, nadie puede alarmarse ni poner el grito en el cielo porque esos “otros” no pretendan ni admitan ceder sus legítimos espacios ni claudicar en sus prerrogativas de manera mansa y pávida.

Y si decenios atrás las políticas agresivas y hegemónicas dividieron el mundo en dos bloques militares, hoy su persistencia otorga similares respuestas. Beijing y Moscú no solo han suscrito y renovado pactos estratégicos bilaterales que incluyen asistencia y apoyo militar frente a agresiones externas, sino que en los últimos tiempos tienden a una mayor integración de sus respectivas y para nada despreciables potencialidades defensivas.

En consecuencia, por estos días, unidades de las respectivas marinas de guerra han realizado patrullajes conjuntos nada casuales en torno a la costas comunes del Pacífico y en el Mar de China, precisamente en instantes en que resulta más álgida la pretensión gringa de desgajar a Taiwán de su histórica pertenencia al gigante asiático y el despliegue amenazante de buques y aviones norteamericanos y otanistas en la zona.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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