Los indicios han estado desde hace mucho sobre la mesa, como para acabar de abrir los ojos a aquellos que todavía confiaban en cierto grado de racionalidad imperial.
Así, por ejemplo, apenas asumió su cargo, el nuevo secretario norteamericano de estado, John Kerry, dejó clara la posición del gobierno de Barack Obama en su segunda ronda en la Casa Blanca, al afirmar públicamente y sin ambages que “las actuales autoridades de Damasco tienen el tiempo contado y deben desaparecer.”
En consecuencia, precisó el titular de exteriores, “los Estados Unidos continuará el empeño por sacarles del poder y colocar a Siria en el camino de la democracia”. Y concluido el ejercicio retórico, depositó Kerry sesenta millones de dólares en las manos de los grupos armados que agreden a Damasco, en cuyas filas se mezclan oportunistas, cazadores de fortuna, mercenarios, adictos a la violencia, y terrorista de Al Qaeda.
Solo que ataques, asesinatos y atentados no parecen haber hecho fuerte mella en una administración Siria que aún demuestra merecer un fuerte apoyo interno y la lealtad de las fuerzas armadas nacionales, junto al desempeño de una comunidad internacional más experimentada y decidida a evitar aventuras desestabilizadoras a escala global.
De manera que para los “opositores” y sus obcecados apoyos externos, el camino hacia una presumible victoria empieza a requerir de la acción directa de otras fichas, entre ellas incentivar un conflicto de mayor magnitud donde el estado sionista se convierta en una de las piezas preponderantes.
El terreno se viene abonando con especial esmero. De hecho, en reciente gira por Tel Aviv, reiteró Obama el compromiso supremo de los Estados Unidos con Israel, el primer receptor mundial de la ayuda militar Made in USA al exterior, y la quinta potencia nuclear del orbe a cuenta del apoyo multifacético de Washington y sus aliados occidentales.
Por demás, la maquinaria mediática imperial ha hablado y habla con marcada reiteración de la “inseguridad” que supone para la entidad judía el “caos” vigente en una nación árabe con fronteras comunes; del “peligro” de la existencia en Siria de “arsenales químicos y bacteriológicos”; del “riesgo” de que Al Qaeda opere en suelo sirio (como si no fuera otro instrumento injerencista de Washington), y de un denominado “traspaso” de técnica militar por Damasco a la milicia Hizbolah, la misma que años atrás puso en jaque al ejército sionista durante sus aventuras militares contra Líbano.
En fin, una larga carta de “inquietudes” como para motivar a los guerreristas israelíes a propinar toda suerte de golpes “preventivos y defensivos” contra Siria, y de paso preparar el terreno para arremeter luego contra Irán, nación que, dicho sea de paso, y según afirmó este mayo el primer ministro sionista, Benjamin Netanyahu, se aproxima aceleradamente a la “línea roja” en el desarrollo de su programa nacional para el uso pacífico de la energía atónica.
Es “línea” fue trazada por el propio Netanyahu en Naciones Unidas el pasado septiembre, y establece como inadmisible e inaceptable el hecho de que Teherán llegue a producir cerca de 240 kilogramos de uranio enriquecido al veinte por ciento, suficiente para crear una primera bomba atómica.
En consecuencia, el ataque de aviones militares de Israel contra instalaciones científicas sirias hace apenas unos días y su elevado costo en vidas humanas, acontecimientos avalados de inmediato por la Casa Blanca, no pueden calificarse como hechos extraños o como parte de una decisión aislada y unilateral de determinados sectores en Tel Aviv.
Se trata, en pocas palabras, del interés de apurar el pretendido descalabro del incómodo gobierno de Damasco ahora con la posible intervención de la maquinaria militar sionista, sacar de juego a un aliado cercano a Irán, elevar las presiones contra Teherán, y seguir apretando el cerco imperial estratégico sobre las fronteras rusas y chinas.
Solo que el juego podría no ser tan halagüeño cuando desde ya Siria ha anunciado su derecho a adoptar las medidas defensivas necesarias para asegurar su integridad, e Irán afirmó estar dispuesta a apoyar a Damasco con todos sus recursos bélicos contra una no descartable agresión externa.
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