Aparentemente, Somalia acostumbró el olfato al hedor de la metralla, los oídos al ruido de las explosiones y la mente a las promesas políticas postergadas, mientras sus ciudadanos sufren las consecuencias de esa combinación letal.
Caracterizado por los expertos como ejemplo de Estado fallido —por su incapacidad de garantizar seguridad física a sus nacionales ni tener bases institucionales sólidas, entre otros rasgos—, el otrora estratégico país diseñado a la usanza militar hoy no es más que actor subregional embargado en la duda, que no disiparon las recientes elecciones.
El retorno de Hassan Sheikh Mohamud a la presidencia operó como un rayo de luz al final del túnel, sin llegar a ser la salida de este, cada vez más tortuoso, abrumado por la crisis socioeconómica y la violencia, así como sufriendo una excesiva disputa por el poder.
La vuelta nuevamente al cargo —en el que se desempeñó de 2012 a 2017— trae al ruedo criterios encontrados sobre una posible reconciliación nacional, por la que aboga públicamente el mandatario, pero evaluada con desconfianza por la insurgencia, que desde el colapso de la administración de Siad Barre hasta ahora cumplió 31 años.
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Desde entonces las propuestas para instalar un nuevo proyecto político resultaron insuficientes, porque las más comprometidas con las tradiciones no posibilitan satisfacer las necesidades de remodelación estructural profunda del Estado, sin entrar a analizar los cambios esenciales requeridos para la labor contemporánea de la autoridad.
La desarticulación somalí comenzó con la vergonzosa derrota de sus tropas en la contienda del Ogaden, cuando respaldados públicamente por Estados Unidos, invadieron Etiopía en 1977-1978, como parte de las pugnas geopolíticas de la Guerra Fría.
Años después de la llamada guerra del Ogaden y de firmar un acuerdo de paz con su vecino etíope, una alianza guerrillera derrocó al mandatario, quien murió en 1995 en el exilio concedido en Nigeria por el entonces gobernante, general Ibrahim Badazas Babangida.
El presidente reelecto, Hassan Sheikh Mohamud, enfrentará a partir de ahora retos nuevos y los antiguos que no resolvió en su mandato anterior del 2012 al 2017. (Tomada de prensalatina.cu)
La estabilidad nacional sostenida sobre relaciones de clientelismo se precipitó con las disputas relativas a la herencia del poder y su distribución entre los vencedores: Mohamed Farrah Aidid, de la Alianza Nacional Somalí (ANS) y Ali Mahdi Mohamed, del Congreso Unido Somalí (USC).
Farrah Aidid —a quien se considera el artífice de la victoria contra la operación estadounidense Restaurar la Esperanza— falleció en 1996 como consecuencia de un enfrentamiento armado, Mahdi Mohamed murió el pasado año víctima de la COVID-19 y se le rindieron honores póstumos como expresidente en un funeral oficial.
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Tras la desaparición de los triunfadores de la guerra contra Barre se evidencia la inconsistencia de la estructura que le sucedió: un controvertido nuevo liderazgo compartido que resultó una administración fantasma creada al uso de Estados Unidos, cuya presencia en Somalia para instalar la paz fue un desastre, aunque ahora retorna.
La desarticulación continuó pese a los cambios de forma adoptados, tanto por la Unión de las Cortes Islámicas (UCI) como por el Gobierno Federal de Transición (GFT) que trataron de imponer un modelo de Estado en el que la acción pública superara las rivalidades entre clanes.
Para expertos, la convergencia entre gobernabilidad y un aparato administrativo coherente y eficaz superaría los lastres de la desorganización en el espacio federal y podría resolver una parte de la ecuación somalí con la actualización de su proyecto, que lo sacaría de la inercia, pero eso es solo la mitad del problema, la otra es la guerra.
Lo que acontece en Somalia es una evidente lucha de intereses cada vez más violenta, una crisis cuya solución de continuidad será establecer un tipo de Estado participativo o no, confesional o laico, con una inevitable tendencia a fraccionarse o por el contrario a reconstruirse, pero eso es solo especular sobre un país abocado a cambios.
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