martes, 24 de septiembre de 2024

El terrorismo hiere a Mali

Los actos terroristas que desangran a la región africana del Sahel, muestran cómo opera el fanatismo ideo-político en esa zonay la necesidad urgente de aniquilarlo como demanda Mali...

Julio Marcelo Morejón Tartabull en Exclusivo 03/11/2019
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Mali terrorismo
Tras desestabilizar regiones norteñas de Mali, los radicales y otros grupos criminales se expandieron hacia la central

Ante la Asamblea General de la ONU, el presidente Ibrahim Boubacar Keita, destacó los avances de Mali tras la firma del Acuerdo de Paz en 2015, pero calificó de situación peligrosa el impacto terrorista en su región central.

En términos de seguridad esos son dos rieles por los que transita ese Estado africano, el cual durante los últimos años trató de lograr su estabilidad total, un desempeño que la violencia obstaculizó en más de una oportunidad, principalmente en la zona septentrional, donde habita la población tuareg.

Fue precisamente en 2012 cuando los movimientos armados de esa comunidad protagonizaron un levantamiento contra el gobierno central del entonces presidente Amadou Toumani Touré, a quien los militares inconformes de cómo trataba el asunto derrocaron.

El Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), de perfil separatista, comandó la sublevación, aunque poco después el liderazgo pasó a grupos extremistas de confesión islámica, los cuales se alienaron del secesionismo y asumieron una postura terrorista con la que ahora retornan al ámbito noticioso. 

Más de 40 muertos causaron recientes combates entre soldados y esas formaciones extremistas en la frontera entre Mali y Burkina Faso, dos países de la región africana del Sahel, área donde la violencia armada se impuso desde 2011 relacionada con la guerra en Libia y que Occidente identifica como nido del terrorismo.

 En resúmenes difundidos por medios de prensa se precisaba que al menos 60 militares permanecían desaparecidos, y que de definirse su destino podrían aumentar las cifras de pérdidas reportadas en principio. Las referencias de bajas entre los agresores resultaban escasas.

Del total de pérdidas 25 fueron soldados y el resto integristas, y se considera como el ataque más agresivo perpetrado por efectivos presumiblemente pertenecientes a la organización Ansarul Islam, de Jafar Dicko,  que desde Burkina Faso se infiltra en suelo maliense y se vincula con la katiba (destacamento) del predicador Amadou Kouffa.

Kouffa, un miembro de la comunidad peul, comanda el denominado Frente de Liberación de Macina y es indicado como un jefe de la rama de Al Qaeda en Malí.

Aunque el pasado año el gobierno informó su muerte, una coalición radical y el propio cabecilla beligerante rechazaron tal informe oficial, a la vez que difundieron un vídeo con declaraciones de ese individuo.

Los citados asedios  tuvieron como objetivos a dependencias de las  Fuerzas Armadas de Mali (FAMA) y contra el mando del G5 Sahel -la alianza militar compuesta por Mali, Burkina Faso, Mauritania, Níger y Chad- para combatir al terrorismo, que se vincula directamente con una escalada del radicalismo confesional posterior al 2012.

Tras dos días de intensos combates en los cuales los terroristas lanzaron sus asaltos con el empleo de motos y vehículos equipados con armas pesadas, el gobierno pudo controlar Boulekessi y de Mondoro, escenarios delos eventos bélicos, notificaron los medios y agregaron que en la defensa de tales posiciones participó la  fuerza aérea.

Esas fuentes detallaron que  el primer lugar atacado fue el campamento de Boulekessi, sede de un batallón de tropas malienses del G5 Sahel y casi paralelamente se asedió al puesto militar de Mondoro. En conjunto la acción fue de gran magnitud, lo cual mostró una mayor organización de los comandos extremistas.

Especialistas en temas de antiterrorismo precisaron que esa constituyó una ofensiva coordinada y ejecutada por grupos radicales aliados, portadores de interpretaciones distorsionadas del Islam, las cuales desde 2012 dispersaron sus “células” en esa área semidesértica, una de  las más pobres de África.

La planificación y movilización de los  destacamentos terroristas elevó su nivel operativo tras un proceso de integración concluido con la formación del Grupo por el  Apoyo al Islam y los Musulmanes, que causó en los últimos tiempos cientos de muertos y desplazados.

En ese movimiento armado –encabezado desde 2017 por el maliense  Iyad Ag Ghaly- están presentes también facciones de filiales de Al Qaeda, algunas de ellas tan alejadas del mando central que en muchas ocasiones actúan de manera independiente y según sus intereses inmediatos.

La violencia extremista es insistente en el centro del territorio maliense contra los integrantes de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas  (Minusma), fuerza multinacional que se estableció en 2013 (*) con el propósito de respaldar el proceso político en el país y cumplir tareas de seguridad.

El terrorismo (reducido mediáticamente a Jihad -guerra santa islámica-) azota con fuerza a Mali desde 2012, tras el conflicto armado en el norte del país y el golpe de Estado  contra el presidente Toumani Touré, hechos que coadyuvaron  a que  los grupos rebeldes de la comunidad tuareg se asociaran con facciones fundamentalistas.

De hecho, el levantamiento armado de 2012, encabezado por el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), quedó a la larga controlado por los destacamentos extremistas como Ansar Dine (Defensores de la Fe) que se establecieron durante 10 meses en la región septentrional maliense

En teoría, los extremistas fueron expulsados en 2013 de sus posiciones por las operaciones militares francoafricanas, pero en realidad tales comandos solo se dispersaron. No se erradicaron las formaciones identificadas oficialmente como terroristas y juzgadas como tal por la opinión pública.

La reagrupación y los cambios de táctica guerrillera, con ataques conjuntos y combinados se evidenciaron con la aparición en (2017) del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, que supuso definir un frente unido ante el empuje armado de la operación francesa Barkhane, que abarca a todo el Sahel.

Tras desestabilizar regiones norteñas de Mali, los radicales y otros grupos criminales-entiéndase delincuentes comunes- se expandieron hacia la central, donde en múltiples ocasiones golpearon la defensa del país, principalmente con acciones contra las FAMA y las dependencias de la Misión de la ONU.

A los sucesos en Boulkessy  y Mondoro, sucedió un atentado con explosivo contra una caravana la Minusma, que causó la muerte de un soldado de nacionalidad chadiana y tres heridos de gravedad graves; con anterioridad otro ataque de un grupo no identificado contra una base de Misión en Mopti dejó un lesionado.

En su discurso ante la Asamblea General de la ONU en su actual período de sesiones, el presidente de Mali, Ibrahim Boubakar Keita, advirtió que la zona central enfrenta una situación riesgosa, criterio que podrían compartir las autoridades de Bamako, pero también el G-5 e incluso de la Unión Africana.

Los ataques terroristas contra instalaciones oficiales en el corazón de Mali actualizan el problema de la inseguridad, y también descubren inconsistencias en los razonamientos de cómo someter y vencer a la bestia multicéfala que es el terrorismo, en cuya base hay historias de problemas socio-económicos no resueltos.

Mali -país extenso de África Occidental -posee oro, uranio, piedras preciosas, hierro, bauxita y manganeso, así como cobre, mármol, caolín, fosfato, plomo, zinc, litio, esquisto bituminoso y yacimientos de petróleo, todo  apetecido por el mercado mundial, por lo cual también su seguridad como Estado es imprescindible.


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Julio Marcelo Morejón Tartabull

Periodista que apuesta por otra imagen africana


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