Comienza en La Habana la Cumbre del Grupo de los 77 y China, núcleo solidario de los pueblos que siguen viviendo bajo el peso de fantasmas agobiantes: el racismo, el imperialismo, la deuda externa y las lacras que ha dejado sobre su piel un proceso irracional de descolonización.
Las altas expectativas por la reunión que sesionará este 15 y 16 de septiembre, a la que asisten más de 100 países, la mayoría a nivel de presidentes y delegaciones de alto rango, se conjugan con una situación de asedio por Estados Unidos y de las principales potencias occidentales, como nunca había sucedido en la historia de este bloque multilateral. También, en un momento de crisis económica en la Cuba duramente bloqueada, por lo que el ministro de Relaciones Exteriores Bruno Rodríguez, en conferencia de prensa ayer, aseguró que ésta será una cumbre austera.
Las naciones que integran el G-77 más China cubren la tercera parte de la superficie del planeta y tienen una población combinada de 6 mil 400 millones de personas, más de 80 por ciento mundial. Existe desde 1964 como iniciativa del Movimiento No Alineado y es la más amplia y diversa agrupación del sistema de Naciones Unidas.
A pesar de las promesas, los discursos y los planes de la ONU en más de medio siglo, el modo de vida de los desarrollados jamás llegó para los subdesarrollados, porque las cadenas de subordinación entre unos y otros son excesivamente determinantes en una economía interdependiente y egoísta. Para empeorar las cosas, con el paso de los años ha ido apareciendo en todos los confines del planeta una suerte de desarrollo desigual, con franjas infinitas de sur en el norte y muy poquitos nortes en el sur.
Hay datos desalentadores por todos lados que refuerzan aquella idea de Carlos Monsiváis sobre el subdesarrollo, esbozada en su libro Días de guardar, donde el eterno retorno es la precaria y atroz sensación continua que nos informa de que esto ya lo vivimos, de que esto ya lo intentamos, de que esto ya fracasó.
Sin ir más lejos, en la mitad del plazo fijado para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas, hay consenso de que ninguna de las metas se alcanzará en 2030. En ese año seguirán viviendo en la pobreza extrema 575 millones de personas (7 por ciento de la población mundial), 300 millones de niños y jóvenes no sabrán leer ni escribir y más de 3 mil millones de personas estarán afectadas por la degradación del planeta.
Según el canciller cubano, aun así hay esperanzas. La cumbre de La Habana seguirá apostando por un nuevo orden económico internacional como reclamo histórico del grupo, pero con realismo y propuestas concretas, como dinamizar el papel de la ciencia, la tecnología y la innovación en función del desarrollo, partiendo del potencial de los 134 miembros.
Retos actuales del desarrollo: papel de la ciencia, la tecnología y la innovación es el tema central del encuentro, que valorará la propuesta de Cuba de reactivar el Consorcio de Ciencia, Tecnología e Innovación para el Sur (Costis), presentado en la primera Cumbre Sur de La Habana, en 2000. De adoptarse la decisión, permitirá promover proyectos de investigación conjuntos y reducir la dependencia de los mercados occidentales, en un momento en que la isla ha anunciado que trabaja en más de un centenar de ensayos científicos relacionados con la lucha contra el cáncer, el Covid y otras enfermedades que asolan a la humanidad.
La cumbre se produce en un contexto de ampliación de las economías emergentes, marcado por el hito de la expansión del BRICS que superan al club de los siete países más ricos del mundo en términos de producto interno bruto. Poseen, además, las grandes reservas de recursos naturales y son el eje emergente en el desarrollo científico y tecnológico, incluida la inteligencia artificial. O el Sur lidera campos estratégicos en tecnología y ciencia para mejorar la vida cotidiana de sus ciudadanos y desterrar la pobreza, o será el perpetuo subalterno de otros países, sin más solución que el abismo.
Obviamente, la pregunta que viene a continuación la hizo el corresponsal de la agencia Efe al ministro Rodríguez este miércoles: ¿cuál es el riesgo de que la declaración final de esta cumbre se quede en retórica común, porque el grupo no tiene mecanismos establecidos para la acción? Este es un mundo poco democrático, pero espero que haya un mínimo de consideración en los estados ricos e industrializados, que debieran reconocer que lo que ocurra con las naciones del sur es motivo de supervivencia para las del norte. Navegamos en el mismo barco en aguas procelosas. O nos salvamos todos como especie o no se salvarán ni siquiera los multimillonarios, respondió el canciller.
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