El asunto es claro. Washington, sus restantes aliados occidentales, las fuerzas reaccionarias árabes, los extremistas islámicos y el sionismo, no reconocen otra variante para Siria que el derrocamiento de las autoridades de Damasco.
Sólo así se explica que las sucesivas misiones de Naciones Unidas y de otras entidades y países interesados en la paz, no logren concretar un programa que siente en la mesa de negociaciones a las fuerzas en pugna y garantice al pueblo sirio el ejercicio real de la autodeterminación.
De manera que cada iniciativa a favor de un alto al fuego y de la apertura de un diálogo, pasan una a una a mejor vida bajo la metralla de los agresores, alentados, armados y entrenados por las fuerzas externas empeñadas en imponer a Siria la misma atroz receta aplicada en Libia.
Y tensar la cuerda al máximo, vale insistir, es la vía escogida, concretada mediante el sabotaje, el terror, la remisión de mercenarios, la búsqueda de tensiones bilaterales con la otanista Turquía, y ahora con el bombardeo aéreo sionista contra un instituto de investigaciones militares en el distrito de Jimraya, en las zonas rurales cercanas a la capital siria.
Según las autoridades israelíes, la incursión, que provocó al menos dos muertes, obedece al “interés del gobierno del premier Benjamín Netanyahu de neutralizar los arsenales de armas químicas de Damasco y evitar que puedan ser traspasados a la guerrilla Hezbolá” que, dicho sea de paso, hizo morder el polvo a las fuerzas militares sionistas en Líbano años atrás.
Por demás, la propia prensa de Tel Aviv reconoció que “Israel notificó el bombardeo a Washington antes de ejecutarlo”, lo que implica una aprobación tácita de los sectores oficiales norteamericanos a semejante violación.
De hecho, horas antes de la incursión, y ante su Consejo de Ministros, el propio Netanyahu había manifestado que “es necesario estar pendientes de nuestro entorno, lo que sucede con Irán y sus satélites, y lo que sucede en otros campos, como el de las armas letales en Siria, un país que poco a poco se va desmoronando”.
En consecuencia, este golpe, que según voceros rusos, “infringe abiertamente la carta de Naciones Unidas y es inaceptable, sea cual sea el motivo”, ya era algo “cocinado” dentro y fuera de Israel, y encaja perfectamente en la estrategia anti siria de escalar la guerra y la inestabilidad con el propósito de hacer prevalecer la violencia por encima de una opción moderada que no podría ignorar al gobierno legítimo establecido en Damasco, y cuyo derrocamiento es una de las metas imperiales claves.
Por demás, para Benjamín Netanyahu, reelecto recientemente a la jefatura de gobierno con una mermada votación, el azuzar los temores entre la población israelí con el fantasma de las presuntas armas químicas sirias, resulta un excelente señuelo para desviar la atención popular de los problemas económicos y sociales que se han estado acumulando en el país y que recaen directamente sobre el ciudadano común.
También, y en esa misma cuerda, el titular intenta fortalecer su imagen como “defensor a ultranza” de la nación, y “político audaz” decidido a poner fuera de juego a todo oponente que se constituya en un peligro para la entidad sionista.
Por lo pronto, voceros diplomáticos sirios se han limitado a recordar que su país tiene capacidades militares para responder con la misma moneda a Israel, mientras la Liga Árabe calificó como una “violación a la soberanía siria” semejante episodio.
Pero más allá del hecho y de las reacciones verbales, lo cierto es que los enemigos de Damasco insisten en imponer sus cartas y su ritmo agresivo en un juego macabro que ya se extiende por casi dos años contra la voluntad de un país independiente.
Nada más y nada menos que la sucia repetición de la vieja línea de hacer acatar a otros, a viva fuerza, los caprichos de los poderosos.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.