Algunos ya hablan de que la crisis generada por las apetencias Occidentales con respecto a Ucrania, resulta el momento más tenso que ha vivido la humanidad desde el pretendido final de la Guerra Fría.
Lo cierto es que no se trata de una problemática con orígenes inéditos ni mucho menos. Y es que con la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista europeo en las postrimerías del pasado siglo, en los centros hegemónicos de poder las teorías expansionistas, lejos de ceder, se exacerbaron a términos enfermizos.
¿Qué significa acaso la pretendidamente lapidaria frase del niponorteamericano Francis Fukuyama con relación a que, desbancado el “socialismo real”, la humanidad culminó su andar en la historia y el capitalismo demostró ser el gran e inamovible colofón de ese ir y venir?
¿Cómo interpretar las invasiones militares a Yugoslavia o Irak (por encima de la propia Organización de Naciones Unidas), la ocupación por casi decenio y medio de Afganistán, el fatal golpe intrusivo contra las autoridades de Libia, y el intento de aplicar la misma receta en Siria, entre otros pasajes donde los “pundonorosos” integrantes de la OTAN y su socio mayor no han tenido reparo en aliarse a Al Qaeda y otras entidades netamente terroristas?
¿Habría entonces que esperar otra forma de actuar en Ucrania, precisamente a las puertas de Rusia, a quien Washington considera junto a China como los “enemigos estratégicos a derrotar” para hacerse del control del planeta de una vez y por todas?
Y el camino en este nuevo episodio sigue las mismas marcas. El juego con el inconsecuente e inconsistente presidente Víctor Yanukovich cesó cuando el gobierno que encabezaba decidió optar por el acercamiento a Moscú antes que por un pacto oneroso con la Unión Europea.
La historia es conocida: líderes occidentales orientando a los grupos extremistas ucranianos —incluidos segmentos neonazis— a crear un clima de inestabilidad interna y finalmente propiciar un cambio de administración; dinero otorgado por la Casa Blanca (se habla de unos 15 millones de dólares) al titulado movimiento opositor; Polonia convertida en abierta retaguardia de los alborotadores; el universo mediático imperial desdibujando las realidades internas; y la tolerancia y permisividad a los usurpadores para que proyecten incluso masivos actos de xenofobia.
Y cuando Moscú reacciona, establece límites, fortalece sus instalaciones militares estratégicas en Crimea (histórico espacio ruso solo cedido a Ucrania en la década del cincuenta del pasado siglo como parte del reordenamiento territorial soviético), y declara que no reconoce a los golpistas y defenderá los derechos de sus ciudadanos en suelo ucraniano, entonces llueven los epítetos, se habla de sanciones, y se amenaza y vocifera a los cuatro vientos.
Y lo cierto es que, si se toman en cuenta datos que, por cierto, no encuentran mucho espacio en la prensa pagada del Oeste, una buena parte de los ucranianos no acaba de asimilar lo que ocurre en su país.
Así, una encuesta el Instituto KMIS, de Kiev, realizada entre el 21 y el 25 de febrero últimos, establece que “68 por ciento de los ciudadanos considera que Ucrania y Rusia deben seguir siendo países independientes pero amigos, con fronteras abiertas, sin visados ni aduanas.” Mientras, otro 12,5 por ciento lleva incluso su preferencia hasta solicitar la disolución del Estado ucraniano para fundirse en un único Estado con Rusia. En pocas palabras, más de setenta por ciento de los interrogados no percibe el futuro nacional en una órbita desligada de Moscú.
¿Habrá guerra? Lo cierto es que, si quienes atizan los fuegos no abandonan sus pretensiones, nada ni nadie estará seguro en la zona.
De todas formas, ya no un conflicto armado, sino el inicial intento de sancionar a Rusia, tendría severas consecuencias para los que de forma irresponsable han atizado el cisma ucraniano.
No puede olvidarse que el gigante euroasiático es un trascendente e indispensable socio comercial de numerosas economías euro occidentales, y además el responsable de la cuarta parte de los suministros de gas al oeste del Viejo Continente, dependiente en altísima medida de los envíos energéticos externos. Ello sin contar el peso de Rusia como potencia nuclear global.
El costo de la injerencia
¿Habrá guerra entre Rusia y Ucrania? Si quienes atizan los fuegos no abandonan sus pretensiones, nada ni nadie estará seguro en la zona...
1 comentarios
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senelio ceballos
16/3/14 2:37
...Hoy domingo...ENCUESTA-REFERENDUM...en Crimea...ya se han registrado mas de 800 periodistas de 30 paises y 130 inspectores-internacionales de 23 paises..Segun datos ofrecidos anoche aqui!! Las fuerzas de segurity en alarma NUMERO UNO!!! El guajiro de MARROQUI!!
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