La salida del Reino Unido del pacto integrador con la Unión Europea, parecía un camino fácil cuando se votó en junio del 2016 el referéndum de aprobación de su deserción del grupo de los 28, y recibida en Bruselas el 29 de marzo de 2017. Han transcurrido casi 23 meses, pero no ha sido así.
Esta negociación ha sido prolongada por los escollos surgidos en el camino que necesitan solución para las partes afectadas. Las escaramuzas comenzaron desde el mismo momento en que Londres notifico su salida a la presidencia del Consejo Europeo.
Los tres asuntos que han ocupado la mayor parte de la negociación han sido los relativos a derechos de los ciudadanos, la factura que deberá pagar Reino Unido tras su salida de la UE y el escollo de la frontera de Irlanda del Norte.
La significación de la ruptura de este pacto, se explica no sólo porque sale del grupo la 2da economía, sino porque la coyuntura es una de las más críticas por la que ha travesado la construcción europea. El interés del RU de abandonar el Grupo muy aplaudido en los inicios, comenzó a tener reticencias y obstáculos de determinados sectores conservadores que no desean tal decisión y evaluaban retractarse con decenas de artilugios.
El mayor obstáculo en el camino ha sido sin dudas la frontera entre la República de Irlanda (socio de la UE) e Irlanda del Norte (territorio británico) se ha mantenido el temor que esa ruptura física provocara la reaparición de la violencia, apagada en Úlster con los acuerdos que pusieron fin a décadas de terrorismo del IRA. El acuerdo incluye un Protocolo que compromete a Londres a respetar todos los derechos establecidos en el pacto del viernes santo de 1998.
El Consejo de la Unión Europea planto su posición ante el gobierno de Teresa May exigiéndole garantías para mantener después de su salida el 29 de marzo, la libre circulación de personas, bienes y servicios entre Irlanda del Norte y el resto de la Isla. Mantener a Irlanda del Norte en el mercado europeo, sin variar su situación actual en esa parte del Reino Unido, fue parte de la exigencia comunitaria.
En los numerosos giros y vaivenes de la Primera Ministra Teresa May logro finalmente en la semana el apoyo del Parlamento a su pretensión de renegociar la fecha de retirada del país del pacto comunitario como había negociado con los veintisiete.
Pero preocupa también al gobierno británico que su salida no será por la alfombra roja, tendrá que pagar al Club su pertenencia desde 1973 con un desembolso de 50 mil Millones de Euros. Vale aclarar que el RU nunca acepto el euro como moneda, por lo que no estuvo bajo las reglas del Banco Central Europeo, sus pagos deben ejecutarse en la moneda oficial de la Comunidad.
El complejo entramado de la política británica atraviesa momentos de extrema ansiedad porque el reloj del 29 de marzo --fecha de salida--y del 26 de mayo --elecciones al Parlamento Europeo--, con o sin británicos, aprieta y la extensión de la fecha de su salida para buscar consenso es la válvula de escape de la primera ministra Teresa May con la que pretende negociar ante el Consejo Europeo.
Una alternativa visible en las maniobras del gobierno británico es continuar negociando hasta el mismo 29 de marzo y pedir una prórroga para su salida, lo que según los trascendidos la mayoría de los gobiernos de los 27 se muestran dispuestos a aceptar ese aplazamiento.
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