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lunes, 18 de noviembre de 2024

2022: El año de las líneas rojas

Apenas llegado, este nuevo año retoma los riesgos de muy graves conflictos militares...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 02/01/2022
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Rusia- China
Rusia y China no juegan cuando hablan del todo por el todo frente a quienes pretenden anularles (Foto: russiabeyond.es).

Washington ha hecho todo lo posible para que, despedido el 2021 y recién alumbrado el 2022, la humanidad siga sumando a sus muchas crisis el peligro mayúsculo de una lid militar de final insospechado.

Y es que en los albores de estos nuevos doce meses nada incuestionablemente positivo se percibe en la línea de conducta de los verdaderos círculos gringos de poder para asumir con cordura y decencia que sus tiempos de mandamases globales no tienen retorno, ni mucho menos futuro alguno en caso de lo peor.

Y no será por falta de gestiones, argumentaciones y oportunidades venidas del lado de los “oponentes”. Tanto Rusia como China han dicho más de una vez que sus avances y políticas no persiguen arruinar a nadie, sino simplemente ejercer su derecho y el del resto del mundo a un escenario global realmente participativo, coherente, simétrico, de respeto mutuo y beneficios objetivamente compartidos. Un espacio donde cesen las imposiciones, las amenazas y las triquiñuelas y, por tanto, que la legítima prerrogativa a la defensa ante los ofuscados y agresores nunca sea obstaculizada, cuestionada ni deformada, justo porque resulta lógica e inobjetable.

De manera que sobre esa plataforma que no ofrece dudas en sus contenidos, y a instancias del presidente ruso Vladímir Putin, parecería posible para los primeros días de este enero un encuentro con los Estados Unidos sobre los parámetros inviolables establecidos por Moscú a partir del mayúsculo despliegue de la OTAN al Este, y la conversión de Ucrania en patio militar gringo y de sus timoratos aliados eurooccidentales.

El diálogo tendrá lugar bajo las más recientes advertencias del Kremlin de que no habrá retroceso ni cambio en la demanda rusa de acuerdos legalmente escritos y suscritos con Occidente para su no intromisión en Ucrania y en el espacio postsoviético, como garantía elemental de la integridad y seguridad del gigante euroasiático.

De lo contrario, ha expresado la cancillería rusa, el país se vería obligado a hacer valer de forma unilateral esa prerrogativa irrenunciable.

“Si en un plazo razonable de tiempo no recibimos una respuesta constructiva y Occidente prosigue su agresiva política, entonces Rusia se verá obligada a adoptar todas las medidas necesarias para garantizar el equilibrio estratégico y eliminar las amenazas inadmisibles para su seguridad, indicó textualmente Sergei Labrov, ministro de exteriores, de manera que el diálogo programado para Ginebra debe ser concreto y directo, y ajeno a toda ruta insulsa destinada a perder el tiempo.

Eso por un lado. Por el otro obra la advertencia personal de Putin a las insinuaciones de Joe Biden de posibles nuevas sanciones contra Moscú a cuenta del tema ucraniano, en el sentido de que un paso en ese sentido significaría el quiebre de las relaciones entre Washington y Moscú… así de claro y tajante.

Por su parte, desde China, y también con la apertura de 2022, cae sobre la Oficina Oval la rotunda confirmación por Beijing de que “Taiwán no tiene otro camino a seguir que no sea la reunificación con el continente”, por tanto, la provocadora e insistente actitud de la Casa Blanca para fomentar el separatismo de esa porción del territorio “pondría en precario” a esa Isla e implicaría “un costo insoportable para los propios Estados Unidos”.

“Líneas rojas” entonces en la frontera ruso-ucraniana y en Taiwán, reiteradamente declaradas como espacios inviolables por Rusia y China con la llegada del nuevo año, y que no pocos en el mundo desearían que un Washington hegemonista y sus comparsas asumieran como lo que son: el preludio de tiempos terribles si las apetencias absurdas y las enmohecidas añoranzas de supremacía siguen nublado la vista y las entendederas de un fósil absolutista que no reconoce su irremediable decadencia.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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