Ebola: De desgracia en desgracia

A instancias de un urgente llamado de la Organización Mundial de la Salud, (OMS), naciones como Guinea, Liberia y Sierra Leona, deberán reforzar sus medidas de control fronterizas para tratar de evitar que la epidemia de ébola que les azota salte a otras naciones vecinas, e incluso se propague en la mismísima Europa.

Lo cierto es que en esas tres naciones más de mil trescientas personas  han sido contagiadas con la ponzoñosa enfermedad, de los cuales casi ochocientas han fallecido sin remedio. De hecho, el índice de mortalidad del flagelo es de noventa por ciento  de los casos.

Esta evolución de la pandemia hizo que la OMS, en reunión con los presidentes de los países  más afectados  y representantes sanitarios del resto del Continente declarará al ébola “carente de control” en la región, y por tanto una peligrosísima amenaza humanitaria.

Los niveles de riesgo son tales, que, según se informó, el especialista que coordinaba el trabajo de los grupos internacionales de socorro en Sierra Leona, y directamente ligado al tratamiento de los enfermos, falleció luego de contagiarse con el mortífero virus a pesar de las extremas medidas de protección en las que siempre procuraba ejercer su desempeño.

El mal empezó a manifestarse por primera vez a mediados de los años setenta en el propio territorio africano, y algunos analistas no han dudado en atribuirlo a sospechosos experimentos ligados a la producción de armas biológicas por los grandes consorcios del complejo militar industrial, dada la facilidad con la cual se reproduce el virus en condiciones de laboratorio y se comprime en aerosoles.

Los síntomas en que se manifiesta son variables, según la literatura especializada. Tiene un inicio “generalmente, súbito y caracterizado por fiebre alta, postración, dolor muscular severo, dolor abdominal y cefalea.

En el lapso de una semana aparece una erupción, “frecuentemente hemorrágica” y por todo el cuerpo, con fuerte manifestación en el tubo gastrointestinal, “haciendo que el infectado sangre tanto por la boca como por el recto.”

Desde la aparición de los primeros síntomas hasta la muerte sus letales efectos se prolongan entre tres y veintiún días, aunque la media para el desenlace fatal es de una semana.

En la actualidad todo tratamiento se reduce a intentar mantener con vida de la persona mediante métodos de resucitación y el control en lo posible de las hemorragias. Además, es vital no tener contacto con las secreciones corporales del enfermo por ser la vía preferente de propagación de la pandemia.

Ante esta tragedia, que, como ya dijimos, se suma a la ya tormentosa carga de desastres que se acumulan sobre los pueblos africanos, de los más explotados en la tortuosa historia humana, la Unión Africana (UA), ha urgido a que se coordine una acción continental y mundial para conjurar la expansión del virus.

“La respuesta al brote de ébola necesita una acción consensuada para hacer frente a la epidemia, que supone una amenaza para la salud y el desarrollo mundial”, advirtió públicamente la presidenta de la Comisión de Salud de la UA, Nkosazana Dlamini Zuma. “Todo hombro que se quiera arrimar es bienvenido para  intentar controlar esta mortífera enfermedad”, precisó la funcionaria.

Habrá que ver ahora, como en otras muchas decepcionantes ocasiones, si los que con sus políticas globales de saqueo impusieron la pobreza, la exclusión y el subdesarrollo económico y social galopantes en Africa, son capaces de dar algún tipo de respuesta a una urgencia sanitaria de semejante dimensión, con la cual tienen, sin dudas, una notable carga de responsabilidad histórica.