Si llegas a Ereván y nadie te advirtió que pueden enseñarte un trocito del arca de Noé, pensarás que exageran o se burlan de ti. Pero cuando miras la abrupta topografía de Armenia y te preguntas cómo pueden producir su alimento en suelo tan rocoso y con temperaturas tan exageradas, comienzas a pensar que no es imposible que en una de esas montañas recalara la embarcación de quien ha quedado en los registros como el protagonista del primer gran acto ecológico universal.
No sería raro, pues este espacio geográfico es considerado por los expertos comouno de los primeros sitios donde se desarrolló la civilización humana.
Aunque este territorio está ubicado en una falla sísmica que provocó más de un desastre, se conservaron interesantes vestigios del pasado. Sobresale Garni, un templo pagano dedicado al dios Mitra y edificado a inicios de nuestra era. Por su soplo helénico parece una copia reducida del Partenón ateniense, y no deja de ser impactante.
Está al borde de un abismo y a espaldas del monte Ararat, que se quedó en manos turcas tras las invasiones otomanas. El edificio te provoca mil interrogantes, realzadas por los sonidos entre llorosos y traviesos de un delgado río que fluye al pie del barranco y de alguna manera suben ladera arriba.
Te invitan a un almuerzo cerca del lago Seván y nombran un tamadá. Es la máxima autoridad en la mesa, quien regula los brindis, para que nadie deba avergonzarse de algún desatino después. Los alimentos, delicados y raros, pueden consumirse libremente. Los licores, solo cuando lo indique esa especie de árbitro de la moderación y el buen actuar.
Si te privilegian con una cena en cualquier casa, te servirán jash, un caldo hecho con carnes y huesos, cocido desde la noche anterior. Sobre el plato humeante se colocan tiras de ese pan plano típico de los árabes. El vapor de la sopa lo ablanda e integra. Habrá nabos crudos y hierbas aromáticas también. Crees que no puedes comerlos, pero te vence la curiosidad y la alegría multilingüe reinante.
Has llegado en pleno invierno y allí, por la altura y la latitud, el clima suele ser inclemente. Te llevan a que conozcas una iglesia cavada en el interior de la roca de una montaña. Los amplios salones no tienen qué envidiar a las más exquisitas catedrales góticas europeas, solo que donde estás, se hicieron a golpe de cincel para ocultar las prácticas religiosas del primer estado cristiano del mundo, y en una zona eminentemente musulmana, cuando, por demás, tantas veces se usaron las creencias como pretexto para ocupar territorios.
Nieva fuerte y a destiempo ese día. Entras por una pequeña puertecilla a ras del suelo para adentrarte en los elevados socavones de la iglesia donde se escondían los armenios durante las misas. No hay nadie ahora. Solo cruces bordadas en hierro y un cántico sacro en una solemne voz de bajo.
No lograron evitar que masacraran a un millón y medio de personas ni que les quitaran gran parte de su suelo y bienes. Ni que los obligaran a dejar esa tierra nativa. La odisea, repetida durante años, concluye al término de la I Guerra Mundial, cuando se desarticula el imperio otomano.
La recuerdan en un imponente monumento. A la entrada está una dramática maqueta que refleja los ataques de lo que se clasifica como el primer genocidio del Siglo XX. Prefirieron construir un memorial más abstracto, porque al consultar a la gente, el proyecto que se quedó como testimonio reducido de la barbarie, les resultaba demasiado doloroso.
En este abril, se cumplen 99 años de aquella masacre. El premier turco Recep Tayyip Erdogan, anticipándose a un reiterado reclamo de los armenios, dijo la pasada semana que sentía la tragedia que vivieron, pero no pidió perdón por la crueldad de sus ancestros.
Se dirá que casi un siglo es suficiente para el olvido. De no existir hechos como los campos de concentración nazis o sus variantes modernas en Abu Graib y Bagram; de no haber ocurrido el genocidio en Ruanda o si hubiera dejado de existir el apetito por lo ajeno, sería posible pasar hoja, dejar que se vaya cualquier tren, porque vendrá otro cargado de flores.
Pero lamentablemente, no es así, y la desmemoria predispone a repetir errores y perversiones. Quede, por el momento, la corta remembranza y la mucha certeza de que el mundo está al borde de otro despeñadero, ahora sin los asideros idílicos de un paseo otoñal.
Templo Garni, ubicado en Armenia.
Monasterio de Geghard, una de las principales atracciones túristicas de Armenia
Lago Sevan, otra de las atracciones del país.
amparo noreña escobar
26/4/14 10:08
Hermosos paisajes; me tome el derecho de archivarlos, para utilizarlos como fondo de mi escritorio. Muchas gracias.
Nancy
26/4/14 2:41
Excelente comentario sobre Armenia. De la buena pluma que nos tiene acostumbrados Elsa Claro. Motiva y recrea al lector. Agrega a sus viviencias un riguroso trabajo investigativo. Felicitaciones a Cubahora por tener entre susu colaboradores una experimentada periodista y escritora.
Horacio Daniel Fernandez desde FB
25/4/14 13:40
hermoso !...ojala pueda ir a probar los encantos que los de todos los que fueron me hablaron...
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