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domingo, 17 de noviembre de 2024

Derecha brasileña intenta derrocar a Presidenta Dilma Rousseff

Los líderes de la partidocracia brasileña llevan a cabo un inocultable plan de desestabilización del gobierno e irrespeto por la figura de la presidenta...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 24/07/2015
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No hay gobiernos ni líderes perfectos, pero tal parece que la derecha brasileña, apoyada por Estados Unidos, está comprometida en el intento de derrocar a la presidenta Dilma Rousseff —lo que por supuesto no hizo contra la dictadura militar ni contra el neoliberal Fernando Henrique Cardozo— mediante un golpe blando legislativo, mientras la acribillan políticamente desde los medios de comunicación masiva en manos de los monopolios oligárquicos.

Sin la pretensión de la defensa a ultranza de Roussef, quien se ha visto obligada a hacer alianzas incluso con figuras alejadas de su ideología, la realidad indica que hay un marcado interés por sacarla del Palacio del Planalto (Palacio de los Despachos), cuando apenas tiene ocho meses de cumplir su segundo mandato, en el que fue electa por la voluntad popular representando al Partido de los Trabajadores (PT).

En Brasil se dice que entre políticos “todo termina en pizza”, es decir, en una comida italiana de reconciliación. Esta vez, por el contrario, parece que los intereses derechistas solo sienten necesidad de saciar su hambre de cambio de gobierno mediante un golpe blando, que parece enfilado a ser dado por el Congreso Nacional, como ocurrió en Paraguay con Fernando Lugo.

La mandataria acaba de retornar de un viaje a Europa, donde se reunió con sus socios del grupo BRICS —China, Rusia, Brasil, India y Sudáfrica—, poderoso equipo económico internacional con principios diferentes a las del sistema capitalista.

Para Estados Unidos está claro que Brasil es una pieza clave en Latinoamérica y no le conviene la estratégica presencia de China y Rusia en esta área de 600 millones de habitantes, por lo tanto, la mandataria representa un peligro, y el gobierno norteño arremete contra lo que pueda interrumpir su estrategia de reconquistar la región donde ahora existen gobiernos de izquierda y progresistas. Desde ese punto de vista, a la Casa Blanca le conviene situar en el Planalto a una figura más acorde con sus criterios contra los poderosos miembros del BRICS y su influencia en la región.

Rousseff gobierna Brasil bajo la presión no solo de la derecha, sino también de elementos de la izquierda que, aunque no sea con ánimos de destruirla, le hacen el juego a sus enemigos, exigiendo una radicalización del gobierno y un mejor trabajo en el ámbito social.

Si miramos el panorama brasileño sin prejuicio, salta a la vista que la líder del PT no puede quizás hacer más de lo que ahora está a su alcance, con una economía en retroceso, con un conservador ministro de Economía —Joaquím Levy— criticado por amplios sectores políticos y populares por su procedencia neoliberal, y con una situación financiera internacional adversa que castiga no solo a Brasil.

Es cierto que ante un aparente disminuido PT la situación se torna difícil para Rousseff, en lo que constituye el cuarto mandato consecutivo de ese partido, surgido en las fábricas de Sao Paulo bajo la conducción del exmandatario y su mentor político Luiz Inacio Lula da Silva, quien ahora declaró que esa organización debía cambiar sus métodos, aunque sin criticar a su ahijada política. Para muchos, Lula quiere retornar al gobierno.

Cuando Lula da Silva fue presidente las circunstancias eran muy diferentes, pues encontró a una población harta del neoliberalismo, aunque en realidad nada hizo en sus dos mandatos para cambiar las estructuras económicas sobre las que se asienta la sociedad brasileña.

No obstante, bajo los liderazgos del PT, Brasil consiguió prácticamente eliminar la pobreza extrema, según el Banco Mundial, que en su informe del 2014 indicó que la renta del 60 % de los brasileños aumentó en la última década, y la cifra de quienes vivían con menos de dos dólares por día se redujo del 10 al 4 %.

El gran programa de servicios públicos emprendido por la mandataria llamado “Más médicos”, con la colaboración de más de 11 000 galenos y personal de la salud cubana, atendió a 50 millones de personas pobres en las zonas más agrestes del país.

APROVECHAR LA CORRUPCIÓN

A la desaceleración económica, las protestas públicas —que vienen desde el Mundial de Fútbol y sus enormes gastos en el 2014—, la oposición dentro del Congreso Nacional y la inercia del PT y de la presidenta en pasar a una ofensiva revolucionaria, se unió  el escándalo de corrupción en la emblemática estatal petrolera PETROBRAS, que salpicó a políticos y empresarios, y de la cual los opositores culpan a la mandataria, cuando ese es un caso que salió ahora a flote, pero que se conoce desde que Cardozo gobernaba en los años 90.

Poco después, otro proceso de corrupción estremeció el país, cuando la policía federal arrestó a ejecutivos de las dos firmas de construcción más grandes de la nación debido a que presuntamente participaron en la trama de PETROBRAS.

Otávio Marques de Azevedo, presidente de la firma Andrade Gutierrez, y Marcelo Odebrecht, titular del grupo empresarial que lleva su apellido, dirigen nueve empresas - bajo investigación judicial- que manejan casi toda la obra pública de los gobiernos nacional, provinciales y municipales; controlan el 75% de las ocupaciones para los Juegos Olímpicos del 2016, como antes lo hicieron para el Mundial, y financian -según sus acusadores- las campañas de casi todos los partidos políticos, entre ellos el oficialista PT y el opositor Partido de la Socialdemocracia Brasileña de Aécio Neves, el líder de la oposición derechista al gobierno.

Los ejecutivos resultaron detenidos en Sao Paulo junto a otros 10 directivos por mandato del juez Sergio Moro, a quienes califican de “justiciero”, pero que algunos periodistas indican que le hace el juego a la derecha porque desea ascender en la política.

Neves, perdedor en las elecciones del 2014, –quien atrevidamente viajó a Venezuela sin autorización para entrevistarse en Caracas con líderes contrarrevolucionarios presos- es la cara visible de la oposición a Rousseff, a la que ha llegado a ofender públicamente, pero también hay otras corrientes disímiles, como neoliberales representativos de las clases media y alta, y evangélicos con base electoral en las favelas.

Junto a Neves también aparecen como cabezas opositoras el evangélico Eduardo Cunha, jefe de Diputados, y el titular del Senado, Renán Calheiros, quienes se han unido para fomentar la ingobernabilidad del país y generar las condiciones de la impugnación.

En un análisis sobre la situación nacional, el director de redacción de la publicación Carta Maior, Joaquim Palhares, calificó la actual componenda opositora de golpe blando organizado por fundaciones estadounidenses de extrema derecha.

“Estamos en medio de un proceso de derrumbe del gobierno de la presidenta de la República, Dilma Rousseff, y la intentona pretende la ruptura del orden democrático en Brasil, algo que estaría en línea con todos los intentos ensayados por la derecha latinoamericana en los últimos años: golpe constitucional, derrocamiento parlamentario, golpe en cámara lenta”.

Según Palhares, hay tres pasos concretos para ejecutar el golpe: hacer inviable al gobierno de Rousseff, descalificar al PT dejando a sus líderes fuera de juego y desmontar y revertir los avances del partido en el poder. “Los vendepatrias estarían operando mediante las redes sociales: actuarían movimientos y jóvenes líderes entrenados… que serían los nuevos brazos privados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Departamento de Estado”.

Daniel Giménez, sociólogo y cientista político del Centro de Estudios para la Igualdad y la Democracia, aseguró que “los medios brasileños incrementan este clima de conflictividad, realizando una fuerte campaña por la dimisión de la Presidenta”.

“Los medios y la oposición —dijo— están inmersos en una campaña del terror respecto de la situación económica, sabiendo que las consecuencias obvias son una estampida de inversión extranjera hacia afuera y el cambio de expectativas de los mercados más importantes relacionados con Brasil como el petróleo, la soya y todos los commodities fundamentales para la economía del país”.

VOY A RESISTIR CON UÑAS Y DIENTES

A pesar de la ecuanimidad demostrada por la presidenta, en una reciente entrevista a Folha de Sao Paulo, advirtió a sus enemigos: “Yo no caigo y voy a resistir con uñas y dientes”, en lo que fue su primera respuesta pública contra el fantasma de impugnación, medida que la prensa derechista repite como una posibilidad inmediata.

“El otro día postearon que yo había intentado suicidarme, que estaba traumatizadísima. No apuesten a eso. Yo viví algo 100 mil veces peor cuando fui presa y torturada (durante la dictadura). Si no quise suicidarme cuando querían matarme, ¿por qué habría de hacerlo ahora?.. .Decir eso es absolutamente desproporcionado, eso no va conmigo... No quieran comparar a la actual disputa política con la tortura. Esto es parte de una lucha para construir (un modelo) de país.”, advirtió la llamada Corazón Valiente a sus adversarios.

La entrevista de Dilma levantó el ánimo de los petistas que la siguen. “La presidenta hizo lo correcto porque la situación es grave, ella finalmente apareció después de mucho tiempo, volvió a ser la Dilma dispuesta a dar la pelea” indicó el senador carioca Lindbergh Farias, quien impulsa desde el PT y otros partidos de izquierda y movimientos sociales un frente amplio para detener la avanzada de la destitución.

En junio pasado, cuando su segundo mandato apenas empezaba, encuestas de Datafolha daban a la dignataria solo un 10 % de popularidad y un 63 % pedía un juicio político.

A la vez, ocurrieron manifestaciones en 150 puntos de 22 de los 27 estados brasileños pidiendo el fin del gobierno, en las que participaron movimientos supuestamente populares, pero que son de extrema derecha y atraen a una parcela conservadora o ignorante de la población. Para especialistas, detrás de la derecha brasileña existe una asociación con aliados orquestadores marcadamente estadounidenses.

La mayoría de esos grupos reclamó la salida de la dignataria por la vía del juicio político para impugnar su mandato. Otros, una minoría, mediante una intervención militar, a lo que se opusieron manifestantes, en especial en Brasilia, donde se liaron a golpes entre ellos.

El pasado jueves, en respuesta a la crisis económica, la Cancillería brasileña anunció algunos de los recortes que sufrirá el cuerpo diplomático, como la eliminación de puestos creados por Lula entre el 2003 y 2010, el retiro de beneficios a los cónsules y otros funcionarios en el extranjero, así como la renegociación de arriendos de inmuebles.

Rousseff debe aún permanecer en su cargo durante poco más de tres años, tiempo suficiente para recobrar su autoridad, tratar de encaminar la economía y quebrar los planes que, como ocurre en Venezuela y Ecuador en la actualidad, intentan la reconversión a la derecha en la región.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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