Como no pocos analistas habían señalado, no pasaron muchos días luego de la formación de un nuevo gobierno israelí para que Tel Aviv reanudara sus agresiones directas contra la población palestina.
Como se recuerda, acosado por escándalos de corrupción, tráfico de influencias y mal manejo del gobierno, el hasta entonces “inamovible” Benjamín Netanyahu debió ceder su puesto de primer ministro al multimillonario y ultraderechista Naftali Bennett, quien junto al “centrista” Yair Lapid lidera la coalición que se opuso y logró desplazar al titular saliente.
Bennett presidirá el ejecutivo sionista por dos años, y luego cederá su puesto a Lapid, de acuerdo con lo pactado.
Hay que advertir que todo lo ocurrido apunta a un guión “bien cocinado” y con pleno respaldo de la Casa Blanca, toda vez que de inmediato Joe Biden tuvo a bien comunicarse telefónicamente con Bennett, y asegurarle que nada cambiará en el absoluto y tradicional respaldo gringo al nuevo gobierno y a la “defensa” de los intereses sionistas. Aliados por siempre, en pocas palabras.
No olvidar que ya en 2016 el actual presidente norteamericano se proclamó como un ferviente sionista, “aún sin ser judío”, como dijo textualmente en esa ocasión.
Bennett, quien por su parte es un hombre ligado al poder y miembro de varios gabinetes de Netanyahu, se apresuró a asegurar que en materia de trato a los palestinos no habrá cambios de ninguna índole, y recordó con satisfacción que siempre se ha opuesto a la creación de un Estado Palestino independiente, que él mismo ha “matado árabes en defensa” de la nación, y que su ejército tiene y tendrá pleno derecho a atacar a los enemigos dentro y fuera de sus actuales fronteras.
De hecho, no pasarían muchas horas para que la aviación sionista reanudara represalias contra la martirizada Franja de Gaza, donde apenas días atrás la población local sufrió numerosas bajas y destrucciones materiales a cuenta de los bombardeos, con la característica que esta vez la resistencia pudo devolver golpes a partir de sus novedosas baterías de misiles.
En cuanto a Yair Lapid, relevo en dos años del actual jefe del gobierno sionista y también líder de la coalición oficial, el especialista en temas mesorientales, Pablo Jofré, escribía recientemente: “Este personaje ha afirmado que el ejército israelí tiene que poder entrar en territorio palestino argumentando motivos de seguridad. Sostiene que el valle del Jordán debe estar en manos de Israel, que no existe el derecho de retorno de los palestinos que fueron desplazados en 1948, y que Al-Quds (Jerusalén) es la capital indivisible de Israel”.
“Así visto, da lo mismo quien ocupe el cargo de primer ministro, ya que todos son criminales”, concluía el estudioso.
En consecuencia, nada parece que cambiará por un buen rato en un drama que marca largas décadas de la convulsa historia de Oriente Medio, con más razón cuando todo el aberrado sistema sionista sigue y seguirá contando con el reiterado e incondicional apoyo —financiero, político y militar— de los grupos de poder de los Estados Unidos tan apegados ellos a la “democracia, la normas legales y el respeto a los derechos humanos”… ¿pero de quién?
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