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viernes, 15 de noviembre de 2024

De pájaros y escopetas

La inoperancia militar de Occidente frente al Estado Islámico huele a maniobra intencionada...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 25/11/2014
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Quien repase la historia al menos en sus últimos dos siglos, conoce que un desacuerdo político con Washington, un ligero arañazo a un ciudadano norteamericano, o una objeción contra una empresa gringa radicada en otro país, han bastado para desatar las más violentas iras de la nación hegemonista por excelencia.

Los ejemplos sobran, desde el despojo territorial de México en la décimo novena centuria, el golpe derechista en Guatemala en 1954, o  la guerra contra Viet Nam en la segunda mitad del siglo veinte, hasta las más recientes invasiones a Afganistán e Irak con el pretexto de combatir el terrorismo o la presunta acumulación de artefactos bélicos de destrucción masiva que solo los círculos estadounidenses de poder “pueden tocar”.

En todos invariablemente hubo siempre pretextos ligados estrechamente, en términos retóricos, a la defensa de la seguridad nacional de los Estados Unidos o a la protección de sus ciudadanos y de sus bienes.

De ahí que para no pocos seguidores de este devenir, resulte significativamente extraño y hasta sospechoso que, ante los desmanes del titulado Estado Islámico de Iraq y el Levante, EIIL, posesionado actualmente en territorios iraquíes y sirios, definido como terrorista por antonomasia, e incluso autor de varias aberrantes decapitaciones de ciudadanos occidentales, entre ellos norteamericanos, la ineficacia resulte el signo de las operaciones bélicas que contra semejante engendro llevan a cabo fuerzas estadounidenses y de sus restantes aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN.

Pero como en la vida las casualidades no suelen ser tantas ni tan seguidas, los más suspicaces se han dedicado a hurgar entre bambalinas en tan permisiva inoperancia, que nada tiene que ver con la larga lista de tronantes reacciones imperiales sustentadas en los más frugales alegatos.

Y el hilo lleva directo al hecho de que el EIIL no es un producto autóctono del Asia Central y el Oriente Medio, sino que en su origen y estructuración definitivas ha estado la sacrosanta coalición occidental, árabe derechista, sionista e islámico extremista, que en sus días puso fin a las autoridades de Libia, y desde hace largo tiempo pretende hacer desaparecer al gobierno legítimo de Siria, de manera de ampliar la zona de control hegemónico de Washington en torno a Rusia y China, sus dos grandes rivales en la puja por establecer un mundo con un único soberano absoluto.

Así que los grupos integrados al Estado Islámico provienen precisamente de las bandas pagadas, entrenadas y armadas por tales intereses externos, y puestas bajo la égida de los mandos terroristas, sin  excluir a la mismísima Al Qaeda.

Segmentos que en este incendiario juego intentan sacar sus propias lascas y establecerse como poder constituido en los espacios geográficos que estiman partes inalienables de su “califato”.

De manera que, si bajo la presión de las circunstancias y de la proyección de cierta imagen, Washington y el resto de Occidente han debido actuar frente al EIIL, lo hacen limitándose a la ejecución de imprecisos bombardeos aéreos, y prolongado hasta el infinito la descoordinación con respecto a los ejércitos de Iraq y Siria  y los combatientes kurdos sobre el terreno de operaciones.

La razón no es tan oculta: mientras exista el EIIL está viva la posibilidad de golpear y destruir al gobierno de Damasco y hostilizar a Irán, a la vez que se mantiene latente el pretexto para que el injerencismo militar norteamericano y otanista persista en un área de enorme valor geoestratégico.

Mientras, los globos mediáticos se encargan de elevar al EIIL al rango de “poderoso rival difícil de enfrentar con éxito inmediato”.

Así, en los últimos días, versiones aparecidas en medios de prensa del oeste hablan de que el Estado Islámico ya cuenta con no memos de 200 mil hombres reclutados en un territorio cuya extensión las mismas fuentes calculan en casi un cuarto de millón de kilómetros cuadrados y con una población que ronda los doce millones de personas.

Además, se especula sobre el “inmenso poder” que acumula el autoproclamado jefe del EIIL, Abu Bakr Al Baghdadi, al que incluso la revista estadounidense Forbes incluyó este año por primera vez en la lista de personalidades relevantes a escala planetaria.

En pocas palabras, se estaría intentando sembrar la idea de que el enfrentamiento al Estado Islámico no es un asunto fácil ni de pocos días, aún cuando esos grupos ni siquiera cuentan con aviación ni artillería antiaérea de alto poder, de manera de darle toda la cuerda posible para que persistan en la inmediata meta común de derrumbar a Siria y de mantener un clima favorable a la permanencia imperial en la región.

Por lo demás, cabeza más o menos de algún prisionero occidental -aún siendo norteamericano- no tiene por ahora mayor trascendencia.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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