Los últimos doce meses que concluyen son la neta expresión de la dinámica correlación de fuerzas que paso a paso le va otorgado a la humanidad un giro inédito en su azaroso devenir.
En efecto, en materia económica, 2014 catorce ha marcado el ocaso de los Estados Unidos como primera potencia del orbe frente a China, un suceso que, aunque acallado o amainado por los gigantes mediáticos capitalistas, estableció uno de los más trascendentes cambios en la historia desde las postrimerías de la Edad Media.
Descenso imperial que se relaciona, ya no solo con la pujanza y eficacia del gigante asiático, sino además con la notoria incapacidad de los abanderados del hegemonismo de recolocar sobre rieles de pretendida bonanza sus machacados mecanismos financieros y productivos.
Y es que desde 2008 a la fecha, el capitalismo global aparece empantanado en una crisis general que no solo ha golpeado a su primera figura, sino que además ha hecho severísimos estragos entre sus principales acólitos occidentales y prodigado latigazos a diestra y siniestra sobre el resto del planeta.
Por si fuera poco, del otro lado, nuevas fuerzas internacionales se proyectan como referentes mucho más positivos ya no solo en materia productiva y monetaria, sino además en el interés de evitar que la humanidad se convierta en reo de confesos intereses absolutistas de categoría universal.
De manera que en el espacio político las contradicciones entre ambos bandos ya no son materia de trato a hurtadillas.
En consecuencia las reglas de juego aparecen claras y tajantes: los hegemonistas no quieren admitir la existencia de poderes similares, mucho menos con ideas de justicia y equidad, y estos últimos no están dispuestos a dejarse aplastar sin ofrecer resistencia.
La ecuación entonces asume importantes grados de explosividad, que se manifiestan en la continuación de los planes expansionistas de los halcones norteamericanos y de sus socios otanistas en zonas estratégicas como Asia Central y Oriente Medio (Iraq, Irán, Siria o Palestina), y más recientemente en el intento de hacer de Ucrania la primera línea agresiva contra Rusia.
A ello se adicionan el burdo e irresponsable manejo de sanciones unilaterales contra los indeseables, o la actual jugarreta en los mercados petroleros, encaminada a dañar a oponentes que como Venezuela, Irán y la propia Rusia, dependen en gran medida de sus riquezas energéticas.
Sin embargo, la realidad indica que más allá de arañazos, bravatas y actos agresivos, las fuerzas contrarias a la preponderancia de una sola y obcecada voluntad global han seguido demostrando este año un importante nivel de pujanza y avances.
Mientras Rusia y China elevan sus lazos a escala estratégica como lógica respuesta defensiva, en la vieja Europa la desgastante explosividad social es un hecho cotidiano frente a la debacle económica
Por demás, entidades como el BRICS, el grupo que integran Brasil, Rusia, China, la India y Sudáfrica, ganaron en preponderancia en materia de lucha contra la crisis capitalista generada en 2008, mientras en regiones ancestralmente dependientes como América Latina, la profusión de gobiernos progresistas y la efectiva novedad de sus fórmulas de integración y convergencia, obligan a determinados sectores políticos del otro lado a consideraciones más objetivas sobre cuanto les rodea, incluso a escasos kilómetros de sus propias fronteras.
Es el caso de la noticia que casi a fines de año recorrió el mundo sobre la decisión de los Estados Unidos y Cuba de establecer relaciones oficiales y de abrir el cauce para la normalización de los restantes vínculos luego de más de medio siglo de una tozuda e inútil agresividad norteña, sin que ello comporte para la Isla renunciar a ninguno de sus principios.
En consecuencia, y vale insistir en ello, 2014 siguió siendo expresión de esta larga y enredada etapa de puja entre polos y fuerzas divergentes, y en la cual –y es un hecho cada vez más evidente- la fuerza y la prepotencia ya no resultan suficientes para que un viejo y negativo orden imponga inmovilidad, resignación y silencio absolutos a su alrededor.
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