Parecería que para ciertos sectores norteamericanos de poder es indispensable rivalizar eternamente con alguien.
Y es que bien vistas las cosas, atizar la existencia de pretendidos enemigos mortales forma parte de la política para que la gente soslaye sus angustias diarias y ponga la mente en los fantasmas extranjeros que se supone le amenazan.
Por demás, fomentar enemigos externos apoya las acciones y gastos belicistas y justifica las agresiones injerencistas a escala mundial.
Y las listas de enemigos no son estáticas. En tiempos de la Guerra Fría se trataba de lidiar con la extinta Unión Soviética y el desaparecido campo socialista europeo. Luego, el enemigo ha sido el terrorismo, personificado en un conjunto de naciones “certificadas” incluso por las administraciones norteamericanas de turno, y ahora China aparece en el terreno mediático como el monstruo global.
El asunto es que, a dos años del posible paso del gigante asiático al rango de primera potencia económica mundial y del consiguiente desplazamiento de los Estados Unidos a un segundo plano, segmentos políticos norteamericanos ya hablan abiertamente de frenar el “peligro chino” y hasta utilizan la consigna con fines electorales.
Por otra parte, agencias de sondeo insisten en que, mediante esa campaña de temor, Beijing se va convirtiendo para el imaginario público estadounidense en el gran oponente de la Unión, por encima de Irán, Corea del Norte o la propia Rusia.
De hecho, la agencia Gallup indicaba en fecha reciente que la mayoría de sus encuestados, con un margen de confianza en la muestra de noventa y cinco por ciento, ven a China como el primer gran peligro nacional.
Además, precisa la citada entidad de opinión, “Beijing ha destronado a Teherán como el mayor enemigo después de años de reinado de la república islámica”.
No es, vale insistir, una percepción “gratuita”. Agrupaciones y políticos de derecha, como en años pretéritos lo hicieron con Japón, encienden los ánimos contra el “enemigo amarillo” (el mayor acreedor de la Unión), y suelen esgrimir escenarios como la enorme dependencia del mercado interno de los Estados Unidos con relación a los masivos suministros chinos, a tono con el papel de primer exportador global que ostenta el gigante asiático; o hablan del “robo” de las industrias nacionales por China y su traslado a aquel inmenso territorio oriental, en desmedro de los “trabajadores estadounidenses”.
Ello sin contar una política exterior china que no coincide en gran medida con la norteamericana, y que sobre bases de equidad y respeto gana creciente influencia en zonas geográficas que los sectores imperiales de poder estiman estratégicas en su agenda expansionista.
Súmese además el rango de potencia nuclear del gigante asiático y se comprenderá la ojeriza y la mala voluntad de quienes presienten que ya no pueden hacer y deshacer libremente a escala mundial. En consecuencia, y con miras a las próximas elecciones presidenciales, algunos políticos norteamericanos de derecha ya agitan entre sus banderas la “cruzada contra el expansio-nismo chino”, y claman por frenar la subordinación comercial y financiera de los Estados Unidos con respecto al “régimen de Beijing”.
Para ello, dicen, estimularán —entre otras medidas— la vuelta al país de las empresas locales que han preferido invertir y trabajar en China. Sin embargo, lo cierto es que el capital privado por lo general no tiene patria, y habría que ver qué gran empresario está dispuesto a dejar una plaza tan halagadora y un mercado potencial de más de mil millones de consumi-dores para retornar a un contexto económico de paro laboral, restricciones impositivas, vai-venes monetarios, especulación financiera, y las escabrosas y periódicas disputas entre el ejecutivo y el legislativo para lograr fondos con los cuales hacer funcionar al propio gobierno nacional.
Crear fantasmas sobre China
Varios políticos estadounidenses ya hablan abiertamente de frenar el “peligro chino” y hasta utilizan la consigna con fines electorales...
1 comentarios
363 votos
Lucía Martinez
26/2/14 12:03
La realidad es que China sí se comporta cada día más como un gigante económico.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.