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viernes, 15 de noviembre de 2024

Condenar…y pensar

Los atentados terroristas en Francia deberían ser materia para la reflexión...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 13/01/2015
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Desde luego, hay intereses y grupos a los que los recientes ataques terroristas en suelo francés les vienen como anillo al dedo.

Desde los que se apresuran en convocar a una “férrea unidad nacional” en un país inquieto y sazonado por la galopante crisis económica exportada por los Estados Unidos al resto del orbe desde 2008 (y sin soluciones a la vista), hasta aquellos sectores galos y del resto de Occidente que buscan ganancias políticas a cuenta de navegar en la procelosas aguas de la xenofobia y el racismo.

Y si bien es lamentable, condenable y repudiable toda acción bárbara contra la vida humana, tal como sucedió por estos días en París con el atentado al titulado diario humorista "Charlie Hebdo", sería muy útil que hechos tan deleznables como los ocurridos impulsen a la meditación social acerca de las raíces de toda esta problemática, que tiene más de una cabeza responsable, y no únicamente de tez aceitunada y profundo apego al Corán.

Porque si se pretende una valoración objetiva de la historia, hay que marcar con especial acento que la intolerancia, la soberbia, el menosprecio por los demás, y la violencia como medio de expandir poderes egoístas, son elementos que han resultado cruciales entre quienes todavía hoy sueñan con poderes absolutistas sobre el resto del planeta, y que enarbolan entre sus banderas la pretendida superioridad de ciertas creencias, razas, culturas, organización social, costumbres e ideas políticas, sobre un universo plagado de “individuos de segunda”.

Baste solo con revisar el devenir de los imperios coloniales (entre ellos Francia) y del orden capitalista, para contar con toneladas de ejemplos que sustentan este criterio.

Porque a la hora de sojuzgar espacios ajenos, apropiarse de riquezas y bienes de otros, desplazar y esclavizar pueblos enteros, o someterlos al vasallaje y al atraso cuasi endémicos, han sido la ira, el atizamiento del odio y el exterminio sin contemplaciones, parte de los instrumentos para consumar esa sumatoria forzosa.

Y entre los que han debido sufrir semejante carga de golpes, es muy difícil esperar en ocasiones una unánime actitud de comprensión, pasividad o inercia, o la exclusiva existencia de prédicas y valoraciones que exhortan a la reacción netamente pacífica.

De manera que en tan complicado caldo de cultivo, nadie puede evitar que broten airados discursos y reacciones extremas que exijan la práctica literal del “ojo por ojo”.

Eso por una parte. De la otra es indispensable anotar que aquellos responsables de la impuesta división del mundo entre poderosos y menesterosos,  han sido además cínicos en su trato con entidades extremistas foráneas.

Y hablamos concretamente del oportunista maridaje de las fuerzas imperiales de Occidente con los extremistas islámicos, al punto de que en nuestros días entidades tan virulentas como Al Qaeda o el Estado Islámico de Iraq y el Levante, EIIL, no pueden negar ser engendros de los dineros, las armas, el entrenamiento y los suministros de Estados Unidos y sus restantes aliados de Occidente, que los han utilizado y utilizan para sus guerras y agresiones de conquista en Asia Central y Oriente Medio, como parte de la geopolítica hegemonista de factura Made in USA.

Una asociación que, como toda barbaridad, no es ajena a contradicciones y trampas entre sus componentes, sobre todo cuando en el fondo a lo que solo aspira una parte del binomio es a servirse y a utilizar a la otra para cimentar sus propias metas sectoriales.

En consecuencia, Francia, para estas fechas, ha recibido la misma mordida que un 11 de septiembre de 2001 también enfrentó los Estados Unidos con el derribo de las Torres Gemelas en pleno corazón de Nueva York, justo a manos de sus antiguos, ensalzados, controvertidos y siniestros “compañeros de viaje”, en el intento -de una y otra parte- de imponer sus esquemas y “valores” a un montón de ajenos “sin capacidad ni empuje para valerse por si mismos”, y por tanto carga despreciable y depreciable en un universo regido por pretendidos “perfectos”.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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