Las matanzas con armas de fuego en Estados Unidos parecen no tener fin. En la última reportada, un adolescente de 15 años abrió fuego con un fusil semiautomático en su casa del estado de Nueva México, EEUU y asesinó a sus padres y tres hermanos, según informes de agencias de prensa.
Este nuevo acto de violencia armada ocurre en medio de un renovado debate sobre la libre posesión de armas en Estados Unidos, a raíz de la matanza de 20 niños y seis adultos cometida el mes pasado en una escuela de Connecticut, por un joven de 20 años que disparó contra sus víctimas con un fusil de guerra.
La semana pasada, el presidente Barack Obama anunció una batería de medidas para endurecer el control de las armas, como la prohibición de la venta de las armas de asalto o la comprobación de los antecedentes penales de los compradores.
El vicepresidente de Estados Unidos Joe Biden propuso poner en práctica una revisión universal de antecedentes de los compradores de armas, reducir el número de balas de los cargadores y prohibir las armas de asalto. La Casa Blanca es consciente de que las dos últimas iniciativas le supondrán la oposición frontal de grupos tan poderosos como la Asociación Nacional del Rifle (NRA, siglas en inglés) y de los congresistas del Capitolio en Washington.
“La cuestión no es si creemos en la Segunda Enmienda (que garantiza la posesión y el derecho a portar armas), sino cómo puede una persona entrar en una escuela y matar a 27 personas”, explicó Obama. El presidente incluso señaló que el factor miedo está siendo utilizado por los sectores más radicales. “El problema es que cualquier medida ha sido interpretada como si fuésemos a quitarles las armas a los ciudadanos”, añadió.
“Abraza la libertad” es el lema con que se presenta la Asociación Nacional del Fusil Americana (la NRA, en sus siglas en inglés), el todopoderoso lobby de cuatro millones de estadounidenses que, fundado en 1871, tiene consagrado para sí el deber de “proteger y defender la Constitución de EE.UU., especialmente en lo relacionado con los derechos inalienables a adquirir, poseer, coleccionar, llevar consigo, transferir propiedad, y disfrutar el derecho de usar armas”.
Este derecho de posesión de armas (“right to bear arms”) tiene su fuente en la Segunda Enmienda a la Constitución de EE.UU., que ha sido objeto de debate interpretativo entre defensores del control de armas y los que abogan por la permisiva legislación actual.
Lo que no tiene dudas es que EE.UU. es un país con una cultura de tenencia de armas exacerbado por el miedo y el conservadurismo, puesto en evidencia en las palabras de Barack Obama a sus colegas en el Capitolio: “Los miembros del Congreso deberán celebrar un debate y examinar sus conciencias. Si estaban tan tristes como yo por lo ocurrido en Newtown, tendremos que pensar todos en respuestas que dejen la política a un lado”.
La pregunta será si Obama podrá introducir algún mecanismo para un control estricto de las armas. La sociedad norteamericana está enferma y nadie sabe si en la modernidad, con tanto aparato para matar, todavía se mantendrá el retumbante: “Ningún hombre libre será excluido del uso de las armas” de Thomas Jefferson, repetido como un mantra para aniquilar las constantes matanzas de las que, al parecer, la sociedad norteamericana no se puede librar.
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