Los colombianos hicieron su tarea: reeligieron en las urnas al presidente Juan Manuel Santos y con él la posibilidad de concluir de manera satisfactoria las negociaciones de paz con las fuerzas guerrilleras que operan desde hace más de medio siglo en las profundidades de la selva del país y concretar —se espera— una nueva etapa democrática en la política de esa nación suramericana, asustada ante la violencia rural y urbana.
Santos, que enarboló la bandera de la paz durante su campaña electoral para un segundo mandato hasta el 2018, logró la victoria con amplia ventaja sobre su rival, el ultraderechista Oscar Iván Zuluaga, del partido Cambio Democrático del exmandatario Álvaro Uribe, que ahora ve esfumarse su poder sobre el eventual gobierno de su ahijado político.
El candidato-presidente de la Coalición Unidad Nacional logró siete millones 759 mil 204 votos, equivalente a un 50,89 por ciento del electorado, mientras Zuluaga alcanzó seis millones 870 mil 297 sufragios, igual a un 45,08 por ciento. Declarado enemigo de las entidades guerrilleras, a cuyos miembros cataloga de criminales, Zuluaga había afirmado que el proceso de paz se acabaría, si él ganaba los comicios.
Con la reelección del Mandatario se mantiene la esperanza de que las negociaciones que sostiene su gobierno con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) para lograr el cese definitivo de la guerra se hagan realidad luego de 19 meses de conversaciones en La Habana, Cuba, uno de los países garantes del proceso. Hasta ahora ya se han logrado acuerdos en tres de los cinco puntos en discusión en la capital cubana. Para expertos, este es el momento de la paz en Colombia.
En la primera ronda electoral, el pasado 25 de mayo, ninguno de los dos postulados alcanzó el 50 por ciento de los votos necesarios para tomar posesión del Palacio de Nariño, e incluso Santos quedó por debajo de Zuluaga con 458 mil 156 votos menos.
La victoria en las urnas se basó en el respaldo que —ante la posibilidad de que la ultraderecha ganara y el proceso de paz se desintegrara— le brindaron al candidato conservador las organizaciones de izquierda, la población indígena, los gremios sindicales, el campesinado, las víctimas del conflicto, el grupo de la Constituyente de 1991, vastos sectores de organizaciones femeninas, intelectuales y artistas, ambientalistas, líderes políticos y empresarios.
El mensaje enviado por los electores, sin embargo, no es solo para el gobierno sino también para las fuerzas guerrilleras, que sin faltar a sus principios, deben escuchar el clamor popular y contribuir a darle una vuelta de tuerca a la política colombiana con seriedad y buena voluntad.
Es interesante que para los colombianos lo realmente importante no fue Santos como candidato, quien va acompañado en la vicepresidencia por Germán Vargas, representante de la extrema derecha, sino los esfuerzos que ha realizado junto a su Ejecutivo —al igual que los movimientos guerrilleros— a favor de la paz, un reclamo desoído por Uribe en sus dos mandatos concluidos en el 2010.
Ahora, el apoyo recibido por las entidades populares, políticas y sociales debe tener una respuesta positiva por parte del reelecto mandatario, que en su primer discurso luego del triunfo prometió un cambio en la composición política de su Ejecutivo además de, dijo, “seguir cumpliendo con los más vulnerables. Lo que estaba en juego hoy era un cambio de rumbo para el país a partir de una causa, que es la de la paz”.
Para algunos analistas, la votación de los electores bogotanos definió la elección, pues en esa ciudad hay un alto porcentaje de seguidores de Santos, además de izquierdistas y progresistas que, aunque lejos del conflicto bélico, mantienen una postura definida ante la guerra interna e hicieron sintonía con el programa del mandatario, nacido en esa urbe en 1951.
De lo que si puede estar seguro el nuevo gobierno que tomará posesión el próximo 7 de agosto es de que la población y los que le brindaron su apoyo le exigirán el cumplimiento de los cambios propuestos para eliminar la violencia, atender al campesinado en sus reclamos, y cumplir su compromiso de traer la tranquilidad a los colombianos, en una paz que nacerá con el odio de la ultraderecha liderada por Uribe, quien avisó que si ganaba Zuluaga él sería el verdadero gobernante del país 10 ó 15 años más.
De acuerdo con la propuesta programática presidencial, “los representantes de las FARC ocuparán un espacio en el Congreso y se les dará la oportunidad de expresar su inconformismo siguiendo su ideología política inicial. Con eso se reforzará la diversidad de pensamiento y se abrirán campos a las nuevas alternativas y opciones para generar un cambio social e incluyente”, enfatizó como una de sus premisas oficiales, repetidas en su discurso después del triunfo electoral.
En estos momentos, además de las avanzadas conversaciones en La Habana, el gobierno colombiano y la organización guerrillera Ejército de Liberación Nacional (ELN) estudian la posibilidad de reuniones similares, en estos momentos en fase exploratoria.
Un nuevo camino para Colombia puede abrirse a partir de estas elecciones. Siempre habrá que tener presente que las fuerzas de la ultraderecha tratarán de interferir con provocaciones, atentados y asesinatos de líderes políticos —como siempre han hecho— para evitar la concreción de los cambios prometidos por el reelecto mandatario.
Doris Diaz desde FB
16/6/14 14:01
Felicidades Santos
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