El resultado de las elecciones municipales en Chile, efectuadas el pasado domingo, esclareció el panorama político de ese país: la población no acató la petición gubernamental de asistir a las urnas, y los que lo hicieron, inclinaron la balanza en contra de la derecha y por ende del gobierno que preside el conservador Sebastián Piñera.
Desde hace meses, el movimiento estudiantil chileno advirtió la no asistencia a los comicios debido a la caducidad de la democracia en la nación. Y así se cumplió. Pero lo peligroso para el oficialismo y la lección para el resto de los partidos y movimientos políticos es que estas elecciones constituyen un balón de ensayo de las próximas presidenciales del 17 de noviembre del 2013. En este año de diferencia entre una acción y otra no se avizora pueda elevarse la popularidad de Piñera, situada ahora en poco más de un 20 por ciento. La elección presidencial para el período 2014-2018 se hará en conjunto con las de diputados y senadores.
La negativa y agresiva política seguida por el presidente y su equipo ministerial en temas tan delicados como la educación y los reclamos de los movimientos estudiantes al respecto, que llevan casi dos años de continua batalla en las calles por una educación gratuita y de calidad, además de otras reclamaciones de sectores obreros y sociales, no le augura a la oligarquía que pueda continuar con un representante en el Palacio de La Moneda.
Este último domingo, de 13 millones de votantes potenciales solo lo hicieron cinco millones 476 mil 847, o sea, el 42,1 por ciento en la elección de los alcaldes; mientras que en la de concejales, acudieron cuatro millones 413 mil 987, equivalentes a un 33,9 por ciento de los convocados.
Analistas consideran que el casi 70 por ciento del abstencionismo se debe al enorme desencanto de la población chilena, en especial las de menos recursos y las nuevas generaciones, ante un desolador panorama social, imposible de cambiar ahora por las políticas neoliberales del actual gobierno, y la falta de esperanza de una gran mayoría respecto al acceso a la educación, el empleo, y la salud, entre otros derechos de los seres humanos.
Algunos políticos entienden —como el Secretario General del Partido Comunista, Guillermo Teillier— que si la oposición mantiene la unidad es del todo factible desalojar a la derecha en las próximas presidenciales y derrotarla también en las parlamentarias, ese mismo día. Ello significaría un cambio trascendental en la correlación del Parlamento, lo cual podría permitir el desmontaje del sistema político heredado de la dictadura.
Los resultados de estas elecciones —en el 2008 el abstencionismo fue de un 25 por ciento— indican también una crisis de representatividad ciudadana, lo cual es un golpe a la actual institucionalidad, con la cual no comulga el pueblo.
Ello llevaría directamente a lo que ya es una bandera de los movimientos estudiantiles: la convocatoria a un referendo que permita instalar una Asamblea Constituyente, encargada de redactar una nueva Carta Magna, capaz de eliminar cualquier vestigio del pasado y que reestructure la política, la economía y la sociedad chilena sobre nuevas bases.
Resultaron un rasgo distintivo de estos comicios los numerosos pactos políticos hechos entre partidos. El de la oposición —la Concertación y el Partido Comunista—, con dos millones 260 mil 428 votos logró 168 alcaldes, otra coalición, El Cambio por ti, integrada por Partido Progresista e independientes obtuvo siete alcaldías, y el Partido Comunista, que llevó siete candidatos, alcanzó cuatro.
En esta ocasión, como en el 2008, la Concertación presentó dos listas: Concertación Democrática (DC y Partido Socialista) y Por un Chile Justo (Partido por la Democracia (PDC), Partido Radical Social Demócrata (PRSD), Partido Comunista (PC) y su acompañante, la Izquierda Ciudadana (IC). El PC participó en las dos listas de la Concertación. En la primera a través de un pacto por omisión, que significa apoyo mutuo para la elección de algunos alcaldes. Y con el PPD-PRSD, el PC-IC llegaron a acuerdo para la elección de concejales.
En cuanto a los concejales, esos dos bloques opositores conquistaron el 50,02 por ciento de los votos, frente al 36 por ciento de la coalición gubernamental.
Mientras, los partidos oficiales Renovación Nacional y Unión Demócrata Independiente, a su vez, presentaron una sola lista como coalición.
Es significativo que el oficialismo perdiera importantes plazas políticas, como la comuna de Santiago, en la cual la candidata por el Partido Por la Democracia, Carolina Tohá, triunfó sobre el actual edil, Pablo Zalaquett, de la gubernamental Unión Demócrata Independiente.
Ganó también la candidata independiente Josefa Errázuriz, quien destronó a Cristian Labbé, un excoronel del Ejército de Augusto Pinochet (1973-1990). Labbé pretendía un quinto período al frente del municipio de Providencia.
Algunos medios de prensa chilenos reclaman que para las presidenciales la oposición debería trazarse nuevos derroteros. Según los medios, los pactos electorales constituyen camisas de fuerza para los electores, muchos partidos carecen de recursos para financiar el gasto electoral y debería subsanarse el error de divulgar número de encuestas pagadas por la derecha y que la favorecen en los resultados previos al escrutinio.
Tienen un año los tradicionales partidos de la oposición chilena para pensar en una campaña con programas creíbles, pues ahora las condiciones políticas son otras a las existentes cuando gobernaba Michele Bachellet en la Concertación. Millones de jóvenes con nuevas líneas de pensamiento parecen no estar dispuestos a escuchar los discursos tradicionales y mucho menos seguir viviendo bajo las estructuras aún existentes de un régimen militar inexistente, pero cuyos tentáculos aún se perciben en la política chilena.
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