El pasado día 9 todo quedó claro y confirmado. Los catalanes, que en más de una ocasión se han pronunciado por independizarse del control de Madrid, volvieron a la carga a pesar de la reticencia y las prohibiciones oficiales llegadas desde la Moncloa.
El resultado de la consulta, llevada a cabo con la movilización de voluntarios y a pesar de la decisión institucional de Madrid de no admitir ningún tipo de votación, movilizó a las urnas a unos dos millones de personas, de las cuales más de ochenta por ciento aprobaron la idea de separarse de un gobierno central que calificaron de inoperante y opresivo, entre otros epítetos nada cómodos para las autoridades nacionales.
Elecciones no reconocidas oficialmente- dicho sea de paso- que sin embargo han alentado a los grupos políticos regionales de Cataluña para plantearse la ejecución de un referendo separatista, de manera de dar cauce definitivo a los sentimientos de sus ciudadanos.
Y mientras las declaraciones y análisis todavía van y vienen en torno al caso catalán, incluido el oportunismo del Partido Socialista Español, PSOE, que ahora se dice partidario del “federalismo” ibérico, lo que va quedando en claro es que el auge actual de los sentimientos independentistas en buena parte de Europa está estrechamente ligado a un sustrato histórico de desavenencias que se ha visto exacerbado por la crisis económica y estructural que vive el Viejo Continente desde 2008.
Sentimiento generalizado que es a su vez clara evidencia de que la política tradicional ya no responde a las expectativas mayoritarias de la gente.
En consecuencia, es común escuchar de boca de quienes hablan de independencia el argumento de que, libres de las actuales ataduras con los gobiernos centrales, la vida cotidiana sería mucho más próspera y las riquezas que cada región genera no se transformarían en pasto para autoridades lastradas por la incapacidad y el inmovilismo.
Es el caso de Cataluña, como lo es además el de Escocia, que tiempo atrás también promovió una consulta masiva para definir su permanencia o no dentro de una Gran Bretaña que, según los separatistas, roba a los escoceses una parte sustancial de su bienestar.
Y por supuesto, no por recientes, los casos citados son los únicos en materia de actitudes y acciones proclives al desmembramiento europeo.
Es de suponer que en un continente de longevas disputas y controversias, y escenario clave de las dos mayores guerras mundiales que registra la historia humana, subyacen la mar de enconos y reservas no pocas veces elevadas de rango a partir de condicionantes y circunstancias adversas como las que ahora mismo asolan la región de marras.
En consecuencia, junto a los sucesos que motivan estas líneas, subsisten, por ejemplo, los conflictos en la isla francesa de Córcega, en la región flamenca de Bélgica, en el llamado país vasco (también dentro de la conflictiva España), en el norte italiano, y hasta entre etnias húngaras de la Transilvania, según citaba recientemente la cadena británica BBC.
De manera que Cataluña es parte de ese cisma que la suma de los lastres y la inconformidad ha sembrado y hace crecer entre los europeos, que ya no creen en los cánticos de un “estado de bienestar general” que bien ha mutado a “estado de angustia absoluta”.
jorge
13/11/14 10:23
Ya los catalanes se cansaron de la corrupcion generalizada que hay en el gobierno español y tienen fundamentos culturales e historicos que fundamentan sus ansias de independencia.
El gobierno de madrid bloqueo el referendum porque saben que no ocurrira como en Escocia, en Cataluña la mayoria es independentista.
Carlos Castro desde FB
12/11/14 11:48
No a La Monarquía
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