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sábado, 23 de noviembre de 2024

¿Caerá Bolsonaro?

Hasta ahora, a pesar de graves acusaciones en su contra, son pocos los indicios de que el presidente brasileño sea impugnado en el cargo Lídice Valenzuela...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 29/10/2021
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A pesar de las acusaciones en su contra, parece difícil que ahora Jair Bolsonaro sea sometido a un proceso de impugnación, ya que tiene el respaldo de la mayoría en el Congreso Nacional.

En otro país que no fuera Brasil, el presidente de la República, tomando en consideración las graves acusaciones que penden sobre su persona, ya estaría cuando menos en un proceso de impugnación. Pero en la gigantesca nación del Sur la actual política es muy retorcida, considerando que los poderes hegemónicos acompañan la comparsa del mandatario sin partido Jair Bolsonaro.

La experiencia de la política brasileña indica que allí ¨todo termina en pizza¨, lo que significa que, por muy intrincados que sean los caminos en puntos decisorios, siempre se las arreglan para que, los de uno u otro bando, terminen comiendo el delicioso plato italiano alrededor de una mesa. Y allí no pasó nada.

Puede ser, de acuerdo con la correlación de las fuerzas políticas en el gigante suramericano de poco más de 212,6 millones de habitantes, con marcadas desigualdades  estructurales, que las posibilidades de que Bolsonaro sea impugnado en el cargo acaben en nada, o solo en un tirón de orejas más.

Lo cierto es que las fuerzas progresistas y de izquierda en Brasil consideran que, desde el punto de vista constitucional, el mandatario debía ser sometido a juicio, y lo acusaron al menos de nueve delitos dignos de ser juzgados.

Este exdiputado federal durante 28 años consecutivos –que nada aportó al Congreso Nacional- graduado de cultura física en el Ejército, al que cuando se retiró ascendieron a capitán, en sus tres años de mandato acumula graves errores políticos y personales.

De carácter misógino y negativista, se proyecta en ocasiones como un tarado – por ejemplo, al decirle a una diputada federal que era tan fea que ni merecía ser violada-, añora el retorno de la dictadura militar, defiende las armas, negó la importancia de la Covid-19, al extremo de no prestarle atención a la pandemia que costó la vida de 600 000 brasileños, es aliado de Estados Unidos y se dice amigo de Donald Trump. Entre otros muchos criterios controvertidos.

Con esas credenciales, mas las acusaciones que pesan sobre él y sus tres hijos, desde robo de dinero estatal hasta falsificación de documentos, parecería suficiente para que este individuo, con un 64% de desaprobación popular, ya estuviera en manos del Legislativo para un posterior enjuiciamiento.

Bolsonaro llegó al Palacio del Planalto por una selección natural de los intereses de los grandes empresarios, que eliminaron la candidatura del ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva en los comicios de 2018 cuando inventaron, en combinación con el juez federal Sergio Moro, un alto número de falsas acusaciones y lo encarcelaron por más de 500 días. Cuando ya Bolsonaro estaba posicionado y Lula en prisión era demasiado tarde para la propuesta del Partido de los Trabajadores a las elecciones.

El Bolso o El Payaso, como le llaman en Brasil, también tenía como tropa de choque a unos 40 millones de evangélicos, sus compañeros de religión, que le acompañaron en una campaña electoral mediática –pues ni mítines hacía- pagada por la prefectura de Río de Janerio, en la que uno de sus hijos era diputado municipal.

 

¿POR QUE BOLSONARO NO ES DETENIDO?

A finales del próximo año habrá elecciones generales en Brasil, y tal como está el panorama en torno al presidente, hay pocas señales de que se presente a la reelección. Si Lula da Silva decide su retorno a Planalto, todo indica que ganará por amplio margen la dirección del enorme país-continente de 8 000 000 km2, y cinco regiones demarcadas por su economía.

Es en este contexto de baja popularidad y acusaciones en el Senado, que muchos se preguntan si caerá Bolsonaro ante de 2022 y si la derecha permitirá que Lula asuma de nuevo –sería su tercer mandato- las riendas de la llamada locomotora económica de América Latina.

Resulta muy difícil que el ultraderechista mandatario sea juzgado, si es que las autoridades judiciales no cambian sus procederes.

El pasado 7 de septiembre, el Bolso sufrió una sonora derrota política cuando aprovechó el Día de la Independencia para convocar a sus seguidores y dar un golpe de Estado para dejar abiertas las puertas a las Fuerzas Armadas y librarse de los cargos impuestos. Pero falló la estrategia, hubo poca presencia, y sin el respaldo de sus muchos ministros militares, recogió sus bártulos políticos y se calló por el momento. La amenaza de retornar a la dictadura quedó frustrada solo por ahora, ya que Bolsonaro no acepta perder en ningún ámbito.

Muchos se preguntan si prosperarán las nueve acusaciones en su contra, que para que prosperen deberán ser apreciadas por la Cámara de Diputados, cuyo presidente Artur Lira es su aliado y tiene engavetadas más de 100 denuncias de similar rango. La apertura de un juicio político es bastante improbable, mientras Lira ocupe el cargo.

También fracasaría una acusación formal ante la justicia. Para que avance, se  requeriría el aval del fiscal general brasileño, Augusto Aras, considerado un amigo incondicional del jefe de gobierno, quien también tiene archivados otros pedidos de indagación a la familia Bolsonaro.

Tras seis meses de investigaciones, la relación de delitos incluye un crimen de epidemia con resultado de muerte, infracción de medidas sanitarias preventivas, charlatanismo, incitación al crimen, falsificación de documento particular, uso irregular de recursos públicos y prevaricación, así como crímenes de responsabilidad y contra la humanidad.

Todo termina en Pizza

La reacción en Diputados era esperada. Esa instancia legislativa no aceptó aún las denuncias del Senado y pidió basta al llamado genocida por su crimen de responsabilidad ante la Covid-19. Lira pasó incluso por alto el anuncio presidencial de desobediencia a la Corte Suprema de Justicia.

El pasado mes, en más de 600 ciudades brasileñas el pueblo exigió en las calles la salida del Bolso. Movilizados por las organizaciones Brasil Popular y Pueblo sin miedo, también en distintos países hubo protestas contra el caos, dijeron, en que está sumida la gigantesca nación suramericana.

En estos momentos, precisó un comunicado conjunto, ¨Bolsonaro llevó al país a paro récord, hambruna, inflación, corrupción, despojo de derechos, desmantelamiento de servicios públicos, privatizaciones, atentados a la democracia, soberanía y libertades, el pisoteo de la ciencia y el desprecio por la vida¨.

Para analistas, el futuro inmediato del mandatario depende del Centrao, o sea, un grupo de partidos de derecha y de centro –que son mayoría en el Congreso- que utilizan el intercambio de favores para evitar el juicio político solicitado.

Esa es la realidad en este momento, pero que podría cambiar a medida que se acercan las elecciones generales y cada agrupación piense en su futuro y el de sus congresistas y aspirantes a cargos en el cercano futuro. Son muchos los que no quieren ser recordados por la carga política de Bolsonaro.

Si el Centrao comienza a retirarse sería el fin de esta época de caos en que está sumido Brasil, ya convencidos de que, si actúan limpios y sin intromisiones de Estados Unidos, la reelección de Bolsonaro es imposible.

Ahí es donde entra de lleno el Partido de los Trabajadores (PT) fundado por Lula durante el régimen castrense. Aunque pasó por un período difícil cuando impugnaron la presidencia de Dilma Rousseff y luego detuvieron a Lula, ahora el PT está, según politólogos, totalmente recuperado.

Aunque Lula da Silva, 76 años, informó en fecha reciente que solo a principios del próximo año dará su respuesta definitiva sobre su candidatura, también se escuchan voces sobre la reanimación que la derecha regional tratará de imponer para salvar a Bolsonaro y su posible reelección.

Hasta ahora todas son conjeturas de analistas, con posibilidades de ser llevadas a la práctica, pues para los conservadores de la región la caída del Bolso, a pesar de su pensamiento delirante, sería un trago difícil de digerir. No sobran los políticos con tan alto sentido de lealtad a una ideología cada vez menos convincente para un pueblo tan desigual como el brasileño.

Las cartas están sobre la mesa y son transparentes. Nadie se ilusione con un juicio político al negativismo y la irresponsabilidad de Bolsonaro, sus sucias jugadas y su falta de carácter. Lo más previsible es que, aunque cogido con alfileres, se mantenga en el Planalto hasta el día primero de enero de 2023, cuando entregue el batón de mando, o, si lo deciden los poderes hegemónicos, sea reafirmado como el genocida que repite en el cargo..

Si así ocurre, todo terminará en pizza, una vez más.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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