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viernes, 15 de noviembre de 2024

Brasil en presidenciales: avance o retroceso

Este domingo se juega en las urnas el futuro político de Brasil: continuar el avance logrado por el Partido de los Trabajadores (PT) o retroceder a las manos de los grandes capitales y al neoliberalismo...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 25/10/2014
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La situación en Brasil es muy tensa, cuando apenas faltan horas para que el próximo domingo se defina el futuro político del gigante suramericano, la novena economía a nivel mundial, con un peso decisivo en el proceso integracionista de América Latina y El Caribe y una respetada voz a nivel mundial en asuntos de competencia de los grandes centros de poder.

Ese día irán a las urnas dos políticos que representan antagónicos proyectos, en un país que está ahora en el auge de su poderío a nivel mundial: la presidenta y candidata a la reelección por el oficialista Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff, y el postulado del derechista Partido de la Social Democracia Brasileña, Aécio Neves. Ambos contrincantes —según las últimas encuestas, que no siempre son creíbles— están en un empate técnico entre 43 y 45 %, con un margen de error de tres puntos.

Cuando la campaña ya está cerrando sus últimas jornadas puede verse con claridad la estrategia utilizada por la derecha brasileña —con el apoyo de Estados Unidos, que no le perdona a Rousseff su valentía al denunciar al mandatario Barak Obama en la ONU por espionaje electrónico— para tratar de sacar del gobierno a un partido con programas de inclusión social y mejoría en la calidad de vida de su población. Aunque el PT logró sacar de la miseria a 44 millones de personas, aún quedan otros 36 millones en esa condición.

Una nota de este jueves, brindada por el Instituto Brasileño de Estadísticas, informa que el desempleo nacional se ubica en un 4,6 %, la menor tasa desde el año 2002 para el mes de septiembre. El gobierno petista creó este año cerca de 900 empleos fijos.

En la primera vuelta, ganada por la presidenta, Aécio Neves —según los pronósticos de las encuestadoras y los grandes medios de comunicación derechistas— quedó en tercer lugar, luego de que impusieran la presencia de la estrella fugaz Marina Silva, del Partido Socialista, quien de una nula dirigente ecologista pasó a fulgurar como la mujer del cambio y la solución contra el proceso emprendido por el líder petista Luiz Inacio Lula da Silva hace 12 años.

Sin embargo, la candidatura de Silva no se sostuvo por —entre otras causas— su incoherente discurso, (lo cual fue altamente remarcado); y Neves, nieto del expresidente Tancredo Neves— subió a un segundo lugar, para concretar la histórica disputa por el poder entre la derecha y la izquierda brasileña. Se comprobó entonces el rejuego: hicieron de Marina una figura política supuestamente amenazante en empate técnico con la mandataria, luego la destruyeron en el camino para dejar a Neves como segundo colocado, que en definitiva era el objetivo.

Además, a nadie sorprendió que Silva le brindara su respaldo a su antiguo enemigo para la segunda vuelta, con su 20 % de los votos ganados, pues ello también formaba parte del plan derechista.

Desde entonces, los ataques contra la mandataria no han cesado, incluso ofensivos, al extremo de que Lula da Silva advirtió a Neves en un mitin de campaña: “Si el candidato fuera un hombre, usted no hablaría así”. Agresividad que se hizo presente en cada uno de los debates televisivos.

La televisión brasileña, en especial la derechista cadena O’Globo y su periódico homónimo, han sido los más sectarios contra la gestión petista, escudriñando hasta el último detalle los que califica de errores y prebendas cometidas por el ejecutivo en estos últimos cuatro años, como si la derecha no hubiese, por ejemplo, vendido el país a las trasnacionales, sobre todo estadounidenses, durante el mandato del sociólogo Fernando Henrique Cardoso, el político que, al decir de las agrupaciones sociales, como el Movimiento sin Tierra, “no entregó el oxígeno del Amazonas a los yanquis porque no pudo embotellarlo”.

El que Dilma permanezca en el gobierno depende de la inteligencia del pueblo brasileño, que debe analizar y comprender los mensajes directos y subliminares contra la exguerrillera de Río Grande do Sul, las ventajas traídas al país —el de mayor desigualdad en la distribución de la renta a nivel mundial— en especial en el orden social y económico en su período de gobierno, continuando la línea emprendida por Lula da Silva, pero con nuevos programas más abarcadores, a pesar de tener al Congreso Nacional en su contra.

Brasil es, también, uno de los grandes impulsores de la integración en América Latina y El Caribe. Si ganara Neves, quien ya advirtió sus planes de pasar “a otro tipo de gestión económica”, léase Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, además del retorno del neoliberalismo y la destrucción de los programas sociales, Brasil pasaría de nuevo a ser dependiente de la Casa Blanca, como ya ocurrió en las etapas precedentes a la etapa del PT, y luego de la caída de la dictadura militar en 1985.

Analistas en la región latinoamericana coinciden en que si el PSDB se hace de nuevo del Palacio de Planalto, Brasil viviría un retroceso político y socioeconómico sin precedentes, que dañaría al Mercado Común del Sur, la Unión de Naciones Suramericana y el Grupo de los BRICS, integrado por cinco de las llamadas economías emergentes: Rusia, India, China, Sudáfrica y Brasil.

Más que una acción democrática en las urnas, lo que se juega este domingo es el futuro de Brasil y, en buena medida, de una región comprometida con planes concretos para alcanzar la independencia económica y una mejor vida para unas 600 millones de personas, 200 millones de ellas radicadas en la gran nación suramericana de ocho millones de kilómetros cuadrados.

Esperemos, pues, que el pueblo brasileño, que nada ganó con los gobiernos neoliberales, sepa deslindar con justeza dónde está la credibilidad de cada candidato a la presidencia.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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