Era de esperar que todo movimiento que apunte a fortalecer el poder político, militar y negociador de Palestina, resulte del más absoluto desagrado para quienes hoy se solazan en las poltronas oficiales de Tel Aviv.
Se trata de que cuando no existe un verdadero interés de arreglo, y lo que en el fondo se busca es pura apariencia para seguir dando largas a lo que conviene a los poderosos y sus protegidos, se convierte en algo irritante que la contraparte intente pasos que puedan hacerla crecer en capacidades y entorpecer el taimado juego que solo pretende eternizar el controvertido status vigente.
Y eso ha hecho Israel cuando hace apenas unas días anunció la ruptura de sus contactos con la Autoridad Nacional Palestina, ANP, programados nada menos que bajo los auspicios de Washington, el gran aliado de los sionistas, como rechazo al hecho de que el Movimiento de Resistencia Islámica, Hamas, y la histórica organización Al Fatah, llegaron a un acuerdo de unidad nacional palestina luego de siete años de disentimientos mutuos.
Según el primer ministro sionista, Benjamín Netanyahu, quien de inmediato convocó al titulado gabinete de Seguridad de Israel, su gobierno “no negociará con una autoridad palestina apoyada por Hamas” a la que calificó de “terrorista” y de “promover la destrucción del Estado judío.”
Las mencionadas conversaciones de paz israelí-palestinas se había iniciado en julio del pasado año a cuenta de la mediación oficial norteamericana, interesada más que nada en establecer un clima institucional que garantice márgenes más amplios de seguridad y estabilidad a su principal aliado en el Oriente Medio, a la vez que concreten con renovado vigor el ostracismo y la mediatización palestina.
La fecha límite para suscribir un acuerdo entre las partes estaba fijada para este 29 de abril, pero las conversaciones nunca han podido marchar de forma adecuada, esencialmente por el desinterés sionista de hacer concesiones básicas a los palestinos.
A fines de marzo pasado, por ejemplo, Tel Aviv suspendió de forma unilateral la puesta en libertad de un último grupo de combatientes palestinos condenados a prisión por acciones anteriores al año 1993, y volvió a reanimar la edificación de viviendas judías en áreas ocupadas que considera sus “colonias” en suelo palestino.
Como respuesta al aparatoso y permanente conjunto de maniobras dilatorias y abiertos ataques sionistas al diálogo, la Autoridad Nacional Palestina gestionó su adhesión y presencia oficial en quince tratados y convenciones internacionales, con rotundo éxito en no pocos casos.
La prepotencia de Tel Aviv llegó incluso a demandar de la ANP ningún acercamiento con Hamas so pena de agravar las tensiones mutuas en la mesa de conversaciones, una exigencia que Natanyahu reconfirmó cuando, luego de conocerse el acuerdo de unidad, enfatizó que en lo adelante “el presidente palestino, Mahmoud Abbas, deberá decidir si privilegia la reconciliación con Hamas o la paz con Israel.”
Ambas entidades palestinas alcanzaron un aplaudido acuerdo sobre los términos para la formación de un gobierno de reconciliación, la celebración de elecciones y la reestructuración de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
El protocolo fue logrado –ya dijimos- pese al impúdico e injerencista ultimátum lanzado por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, al presidente palestino, Mahmoud Abbas.
Hamas, gobierna la franja de Gaza desde 2007, y junto a Israel es signada como una organización terrorista por la Casa Blanca y sus aliados de Europa Occidental.
En una inmediata respuesta a Tel Aviv, la dirección de la ANP dijo que sigue comprometida con la búsqueda de una paz justa a uno de los más largos y sangrientos conflictos en Oriente Medio, así como con la idea de creación de dos Estados, uno israelí y otro palestino.
Pero a la vez fundamentó que la unidad nacional es básica para la población árabe, junto al hecho de que los sionistas deben avanzar de una vez por todas en la delimitación de las futuras fronteras, liberar a los combatientes palestinos, y cesar la creación de nuevos asentamientos en los territorios ocupados.
En pocas palabras, que ha quedado detenida otra vez la lenta y fallida maquinaria negociadora mesoriental, con su viciada carga de elementos negativos a partir de los verdaderos y nada ocultos intereses de los presuntos mediadores y su sempiterna alianza con una de las partes.
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