El próximo 4 de septiembre Chile celebrará un referendo de aprobación o rechazo a la nueva Constitución Nacional, muy cuestionada por la derecha, y mirado con ojeriza por una gran parte de la población. Nada nuevo en el país andino, donde la desunión política es una práctica histórica.
La derecha y parte de la centroizquierda encabezan una campaña bajo el lema “Rechazar para reformar” -la actual Carta Magna-; mientras la mayoría progresista postula “Aprobar para reformar” el nuevo texto desde el Congreso Nacional.
El Poder Ejecutivo defiende la legitimidad de las dos opciones, pero respalda la propuesta constitucional presentada al mandatario progresista Gabriel Boric y a la ciudadanía el pasado 4 de julio por la Convención Constituyente.
En estos momentos, la población estudia y debate el texto redactado por 154 delegados electos en las urnas, sin mediación de partidos políticos.
Son 15 173 857 los electores habilitados para sufragar, con carácter obligatorio, según el Padrón Electoral Auditado para el Plebiscito Constitucional.
Desde el 2019 las protestas populares reclamaron al exmandatario Sebastián Piñera la instrumentación de una nueva Carta Magna. Durante meses, miles de personas, jóvenes en especial, se mantuvieron en las calles. La represión dejó decenas de muertos, cientos de heridos, en especial en los ojos, por el cuerpo de Carabineros, más de 200 desaparecidos y unos 500 presos políticos.
El gobierno neofascista del millonario Piñera tuvo que ceder ante el empuje de las poderosas fuerzas populares, que se movilizaban sin intervención de los partidos tradicionales.
Su gobierno, desoyendo la voz popular, reunió a las organizaciones políticas, salvo el Comunista, que no aceptó la invitación, para firmar un Acuerdo de Paz, lo que equivalía a un llamado para suspender la actividad callejera y darle una solución a las continuas protestas.
El régimen neofascista tuvo que darle la razón a los millares de personas que en todo el país exigían un cambio de sistema mediante una nueva Constitución Nacional. El 25 de octubre de 2020, tras un aplazamiento por la pandemia de la COVID-19, Chile celebró el plebiscito para definir si la población quería o no una nueva Constitución, el cual obtuvo un 78% de votos a favor.
A mediados de mayo de 2021, las urnas volvieron a funcionar para elegir a los 154 convencionales encargados de redactar la propuesta, y el 4 de julio de ese año comenzó su trabajo. Con el tiempo justo, en igual fecha, ese órgano consiguió presentar la nueva ley de leyes.
El texto, de ser aprobado, extinguiría el documento impuesto por el fallecido dictador Augusto Pinochet, la cual pasaría entonces a la historia local como un ejemplo de lo que significa un régimen antisocial apegado a las armas.
Como era de suponer, el presidente Piñera, el tercer hombre más rico de Chile, puso numerosas trabas a la Convención, pues consideró poco usual su elección, en la que un 50% eran mujeres y estaban representados todos los sectores sociales de la nación.
Su régimen no brindó estructura institucional alguna para facilitar la labor de los constituyentes: ni un local adecuado, ni papeles, ni documentos anteriores. Boicoteó hasta donde pudo todos los elementos que garantizaran un nuevo texto con calidad. A pesar de estas contrariedades, la nueva Carta Magna fue escrita y recibida en la fecha marcada por su sucesor Boric, de 36 años, que asumió el 11 de marzo pasado.
Desde esa fecha comenzó un período de dos meses de estudio y reflexión por parte de la ciudadanía del texto que ahora declara a Chile un Estado Social de derecho. Consta de 178 páginas, 388 artículos y 54 normas transitorias, por lo cual es considerada una de las más extensas del mundo. Crear un sistema universal de salud, fortalecer la educación pública, proteger el medioambiente y aumentar los derechos de los pueblos indígenas son algunos de los temas principales de la proposición.
A FAVOR Y EN CONTRA
El proceso constitucional se cumplió en el plazo establecido, con las garantías democráticas. Sin embargo, la Convención llegó muy cuestionada a su etapa final, por lo cual buena parte de los posibles votantes están expectantes.
La derecha utiliza muy bien la actitud de algunos convencionales, un mínimo que –y son explotadas al máximo por la media hegemónica y en las redes digitales- según observadores, pusieron en entredicho, por su falta de seriedad, la magnífica tarea del resto de los diputados.
En la actualidad la Constitución cuenta entre sus detractores a toda la derecha política y a ciertas figuras del centro-izquierda, como el expresidente Eduardo Frei o exministros de la expresidenta Michelle Bachelet, entre ellos Isidro Solís o la democristiana Ximena Rincón.
Una coalición conservadora que hace peligrar el Apruebo, si este no consigue atraer electores más allá de los que apoyan de manera incondicional a Boric, que rondan el 30% este mes.
De ¨brutal¨ calificó el investigador Sebastián Valenzuela la desinformación en torno al texto. Ninguna de las partes interesadas, precisó, indican la profunda diferencia entre los modelos de país que representan la Constitución vigente y la nueva propuesta.
Valenzuela opinó que las distintas interpretaciones, y las opiniones y posturas a favor o en contra de su contenido conviven con las "noticias falsas" y otras formas de "contaminación informativa".
El profesor de la Universidad Católica de Chile añadió que la desinformación continua de los conservadores genera confusión sobre la propuesta, usándola como herramienta de ataque incluso contra Boric
Casi todos los sondeos indican que la Constitución no saldrá adelante.
El pasado domingo, una encuesta de “Pulso Ciudadano”, de la empresa Activa, mostró que la aprobación de Boric entre el 7 y el 14 de este mes fue de 29,6%. O sea, una desaprobación para la fecha del 54,4 %.
El sondeo tuvo como tópico principal el plebiscito. Al respecto, constató una tendencia por el Rechazo del 44,4% de los encuestados, mientras que el Apruebo llegaría a los 33,9%. El aumento del Apruebo en la última semana fue de 4%. Los indecisos fueron 15,9% (quienes no saben por cuál opción votar), en tanto los blancos y nulos fueron 3,1%.
El universo de la muestra fue de hombres y mujeres mayores de edad, que participaron en 1 514 entrevistas online, en 185 comunas. El margen de error fue de +/- 2,5%.
Quienes argumentan su negativa, fuera de la derecha, lo hacen aludiendo a discrepancias sobre el contenido del texto. La plurinacionalidad, el Senado y la Justicia son algunos de los puntos más cuestionados de la idea constitucional. Y es que, más allá de las campañas difamatorias fomentadas desde los sectores derechistas más radicales, hay una discusión respecto a amplios puntos del texto que merece ser tenida en cuenta.
Todos los sectores reconocen que el argumento supone un avance considerable en materia de derechos, respecto al aún vigente redactado en tiempos de Pinochet.
Uno de los puntos que genera mayores discrepancias es el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado chileno. En el texto se reconoce como “pueblos y naciones indígenas preexistentes” a los 11 pueblos originarios que habitan en Chile y que participaron en la redacción de la Constitución mediante escaños reservados. Un reconocimiento que, según sus detractores casi todos inclinados a un pasado europeo, genera inseguridad jurídica y que pondría en riesgo la unidad de la nación, a pesar de que en los artículos 3 y 7 se mencione explícitamente la indivisibilidad del territorio de Chile.
Aun cuando perdiera el referendo, el gobierno de Boric no renuncia a un cambio de la Carta Magna. El presidente afirmó que en el caso de desaprobación del proyecto, su gobierno continuaría el proceso constituyente, ya que la voluntad del pueblo chileno, expresada en el 80% que votó a favor de redactar un nuevo texto en 2020, es que haya nueva Constitución.“De ganar la alternativa ¨Rechazo¨ (la nueva Constitución), lo que va a pasar es que vamos a tener que prolongar este proceso por un año y medio más (...) Tiene que haber un nuevo proceso constituyente”, señaló en una entrevista al canal local Chilevisión. “Va a tener que discutirse todo de nuevo, destacó, a partir de cero”.
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