Daniel Estulin es un autor cuyas ventas aumentaron en estos meses de confinamiento. Sus libros, que nos hablan de un nuevo orden mundial a las puertas, se centran en el uso de la cultura y la educación como ingenierías sociales en la imposición de la agenda de las élites para los próximos años. También pasa lo mismo con H.G Wells, el escritor británico que nos legó la obra La conspiración abierta, una que ya a inicios del siglo pasado abordaba la posibilidad del futuro distópico del control total. Estamos viviendo, sin que lo hayamos previsto así, las peores fantasías cinematográficas, la realidad más alocada y lejana de la sana razón, casi una película de Tarantino, como reza uno de los memes más compartidos en las redes sociales por estos días.
Todo el orden ilógico de cosas se centra en paradigmas bien teledirigidos, que nos llegan mediante el uso de la tecnología, lo cual quiere decir que este futuro inmediato pertenecerá casi exclusivamente a los pequeños grupos que manejan las terminales mediáticas, o sea, las redes sociales.
Dice Daniel Estulin en uno de sus webinars (conferencias online) trasmitidos por YouTube, que el cambio cultural que viene es tan salvaje que quienes quieran conocer el pasado solo podrán hacerlo mediante los filmes de Hollywood. Para el estudioso de la geopolítica y doctor en Inteligencia Conceptual no hay vuelta atrás ni alternativa, y muchos le creen, de ahí los miles de personas que siguen estos encuentros en las redes sociales con quienes vendiera ocho millones de copias de su libro sobre los secretos del Club Bilderberg.
El trasfondo de todo está dado por la educación, guía elemental de la juventud. De hecho, se está hablando de una estandarización de las normas en tal sentido, y en los últimos años a través de las agencias mundiales se ha impuesto la idea de que el 95 por ciento de la población escolar reciba exactamente los mismos principios. Para Estulin no se trata de instrucción, sino de dogmas, de ahí que, en sus palabras: “…se les quiera enseñar a los niños que la nieve no es blanca”, o sea, algo así como el famoso pasaje de la novela 1984 en el cual el protagonista se ve obligado a decir que 2 más 2 es igual a 5. Buscar informaciones alternativas, ir más allá de las ocho corporaciones que controlan los medios de prensa, será la salvación de aquellos que no quieren una vida de ganado y se aferren a su condición humana, en medio de paradigmas culturales avasallantes.
Ya desde mucho antes, Estulin dijo en su libro La trastienda de Trump que nos iban a encerrar como fieras o como los delincuentes que no somos, que se avecinaba la lógica del campo de concentración a cielo abierto. Y es que, si lo analizamos de tal manera, es imposible exiliarse de un orden absolutamente global, lo cual sería la jugada perfecta en el establecimiento de un régimen inhumano e irrespetuoso de derechos elementales. No solo habría un limbo legal, sino que quedaría barrida la noción de lo legal. El cambio cultural, que no es solo en el campo de las artes, incluye una operación de ingeniería que acabará con las últimas libertades, enterrando el Estado-Nación y el derecho, para que el hombre quede sin alternancias en el poder y se someta a un solo mandato. Para Estulin esto es solo el principio de la era del transhumanismo, que significa negar la condición humana en aras de un supuesto escalón superior, pero que básicamente representa una barbarie dominada por la robótica, la nanotecnología y el control mental.
La élite necesita un nuevo orden en el cual siete mil millones de seres humanos sobran, ya que el nuevo paradigma tecnológico, el nuevo reparto tecnoindustrial del planeta, no incluye a todos, sino que apenas beneficia una ínfima parte. Tras ciclos de expansión y mercadeo, la bajada del capital y la caída de las monedas corrientes traerán la necesidad de poner a resguardo más allá del dinero mismo, a las fortunas reales, que encarnan el dominio de la humanidad desde hace más de dos mil años. No hay más que revisar las páginas web de la Fundación Roquefeller y de Gates para darnos cuenta de que llevan décadas estudiando cómo reducir la población mundial, ya sea mediante el financiamiento de campañas masivas proaborto o proesterilización, como la sufrida por las mujeres peruanas bajo el régimen de Fujimori. Nadie que esté informado o piense por sí mismo va a aceptar estos manejos, por ello, aunque hoy los gobiernos dedican más que nunca presupuesto a la educación, la calidad de la esta es peor, y muchos de los graduados de bachiller en los Estados Unidos ni saben dónde situar a España en un mapa y conocen México porque fueron alguna vez de vacaciones.
Para mantener el mundo en el tono de un filme de Tarantino se necesita toda la locura que hoy nos asiste. Solo vemos, en medio de este conato de lucha cultural, pequeñas sublevaciones como las del propio Estulin. Fuera de eso, Google mantiene un férreo monopolio, hoy más que nunca, en el sostén de líneas ideológicas afines al plan del capitalismo salvaje que se nos viene encima.
Estulin compara el episodio con el cuento de la caperucita roja y la abuelita, otros prefieren a Tarantino y la mayoría deseamos despertar de esta pesadilla.
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