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viernes, 15 de noviembre de 2024

Un año que fue como una puerta

El 2019 ha de verse como una puerta hacia un proceso cultural que nos define y al que tenemos por fuerza que definir siempre...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 18/12/2019
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Bienal de La Habana-Pabellón Cuba3
Vayamos al año nuevo con la certeza de que veremos un renacer de lo bueno y lo bello .

La cultura no es ingrediente, sino alma, sustancia, ya que corre como sangre a veces oculta de un proceso social. Nos sentimos confirmados o no en ella, vemos a lo largo del año las carteleras y los sucesos como reflejo de lo que sucede en el plano más definitorio, el de la historia que mañana será contada o como broma o como tragedia. El 2019 ha sido, a pesar de muchos escollos, un tiempo en que la cultura cubana se propuso, como se hace costumbre, ir más allá de sus recursos, para traernos un producto lo más profundo y vital, a la par que participativo como conviene en los más amplios procesos.

Al comienzo del año, como siempre la feria del libro nos llevó de la mano del universo de los clásicos y los nuevos volúmenes para que el pueblo, como pasa desde aquel lejano Quijote publicado en 1959, pueda acceder a una cultura de primera instancia, donde no vale solo vender, sino ese sano aprendizaje que nos convierte en creadores. Conviene que resaltemos lo mucho que queda por avanzar en materia de promoción y diseño de las actividades, que se quedan a veces en un plano formal y no llegan a la profundidad y el nivel participativo máximo, sobre todo debido a las ineficiencias institucionales que lastran el buen superobjetivo del proyecto cultural. En la feria no es importante tanto la venta como la comprensión, es pues un suceso pedagógico de la cultura.

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Para los cubanos las artes visuales conforman un envoltorio nacional, que a lo largo de las ideas nos ha expresado, por ello vemos en sucesos como la Bienal de La Habana algo más que una inmensa exposición. Pero pasa que este evento es quizás demasiado total o lo intenta ser, abarca tanto que cae en zonas de debilidad conceptual y pierde entonces la atención de un público que tiene derecho a la exigencia y la calidad. El éxito de sucesos de este tipo sigue fundado, no obstante, en su carácter democrático y abierto, donde la crítica debiera tener mejores y mayores espacios para ayudarnos a decantar entre la hojarasca y la trascendencia, tal y como hizo la revista La Jiribilla, publicando varios dossier sobre el fenómeno a cargo del intelectual Jorge Ángel Pérez Hernández.

La feria y la bienal son, no obstante, dos enormes puertas que sirvieron para iniciar un año de forma gigante y en el caso de las artes visuales esta vez hubo extensión hacia las provincias, lo cual como experimento dice mucho de la voluntad descentralizadora de las autoridades culturales en el presente y ello es loable.

Para seguir en la cuerda, el siguiente gran suceso se centró en el Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), un debate que ya estaba en las bases y que avanzó a lo largo de meses con las problemáticas más disímiles en torno al diseño cultural del país, sobre todo lo referente a determinadas zonas del consumo que jerarquizan al creador y sus espacios no siempre de forma transparente ni justa, generando ineficiencias en fenómenos de identidad y eficacia del producto artístico. Fueron duramente criticadas las instituciones que colocan la figura del creador en un plano último, dándole primacía a planes y cumplimientos, así como a seudo figuras que representan la banalización de la vida en su conjunto. Los delegados llevaron además la inquietud generalizada de que los mecanismos de contratación se clarifiquen a fin de expulsar sombras de corrupción y favoritismos en los burós de los decisores.

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Un congreso no va a terminar con los procesos de degradación a que se ve sujeta nuestra cultura hoy, pero no conviene que se abandonen a su suerte ciertas instituciones que en su momento marcaron una pauta positiva. Por ello, la elaboración del informe final de la UNEAC trató de manera inclusiva todos los aspectos del fenómeno de la banalización y la corruptela institucional y, en palabras del propio presidente de la República, quedó claro que las dependencias de la cultura son para los artistas y no viceversa. La necesidad de brindar una imagen menos edulcorada en los medios de prensa, a la par que constructiva, trajo consigo disímiles propuestas y muchas de ellas apuntan hacia la descentralización en una era de predominio de las redes sociales. La UNEAC misma debe recuperar su papel de vanguardia a lo largo del país, asistiendo como asesora de lujo los procesos de toma de decisiones en cada instancia, ya que para eso se erigió en postura coherente y articulada de intelectuales de prestigio.

Para la cultura cubana siguen siendo necesarias las vanguardias y su consenso en torno a lo que se debe o no hacer, de ahí que la trascendencia de los acuerdos del congreso de la UNEAC esté más que en el papel en la implicación práctica y social. A la altura de los meses no obstante se ve cómo persisten algunos fenómenos negativos de las instituciones que fueran duramente criticados en el cónclave, por lo que falta quizás salirnos del plano formal e implicarnos en uno constructivo y amplio, en profundidad. Uno, que resalta en su dimensión más reciente, atañe a la protección del artista cubano, contra campañas seudo culturales y ataques de mala fe.

Como acontecimiento de relevancia se llevó adelante el Festival de Teatro de la Habana, con una lista de buenas obras y grupos que dieron lo mejor en las tablas, a pesar de que como siempre se extrañó el papel difusor y clarificador de la crítica. Aunque en la práctica el fenómeno es amplio, el país ha de sentirlo así y en términos de consumo aún el teatro no logra retornar a los primeros puestos en un momento en que la seudo cultura copa las ofertas. El festival contó con la asistencia de connotados críticos que coincidieron en que ellos debieran tener mayores espacios para la disección de sucesos, a fin de que impacten en el imaginario popular con la eficacia que el creador desea.

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En septiembre de 2019, el gobierno cubano dio a conocer una serie de medidas a tomar tras la situación en el sector electroenergético que atravesaba el país, en el sector la repercusión se derivó hacia determinados ajustes en las programaciones, como los horarios de los cines y el número de funciones en los teatros. No obstante, se mantuvo la mentalidad de llevar adelante lo esencial en materia de cultura y en restaurar poco a poco la normalidad, como ha ido ocurriendo, lo cual demuestra la voluntad estatal del fomento y el mecenazgo. Para los cubanos es el arte una de las fuentes de vida frente a la dureza de los tiempos y ello se entiende a todos los niveles del país, lo cual muestra un talante de naturaleza sensible, participativa y democrática.

Enlutados siguen todos los que aman el ballet a lo largo del país por el deceso de Alicia Alonso, figura de las artes que alcanza ribetes míticos, cuya existencia estuvo pletórica de entrega, por ello sus exequias tuvieron el merecido reconocimiento de la opinión pública mundial y cubana. Sin dudas esta triste noticia nos dejó un final de año reflexivo en torno al papel de la vanguardia que como Alicia supo conjugar la obra con la eticidad social, el ballet con el oportuno consejo y asesoría.

Como cada año, el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano acapara las marquesinas de La Habana y numerosas entregas captan las colas interminables, sobre todo la cinta The Wasp Net que aborda los sucesos referentes al trabajo de los Cinco Héroes Cubanos en el seno de organizaciones de corte terrorista en los Estados Unidos. Resaltar lo necesario más que nunca de una crítica que nos acompañe en el proceso de entendimiento de la cultura, sobre todo el cine, ya que la mentada cinta aborda una historia que no por reciente deja de ser definitoria para nuestro país y ello demuestra la potencia del arte en la construcción de los imaginarios colectivos y los sistemas de autopercepción.

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El 2019 ha de verse como una puerta hacia un proceso cultural que nos define y al que tenemos por fuerza que definir siempre, más allá de planes, congresos o acuerdos. El plano de los sentidos y la belleza tiene hoy un peso emocional mayor, uno al que no escapa ni el más ni el menos, y que trabaja silenciosamente para conquistar nuestros corazones, mediante armas perfectas y probadas. Vayamos al año nuevo con la certeza de que veremos un renacer de lo bueno y lo bello a la par que la muerte de lo injusto y lo seudo cultural, pues la utopía marcará el camino del país real hacia la meta de una sociedad más amante de sí y de los otros y menos alienada y egoísta.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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