Existen hoy día dos Méxicos conocidos: uno turístico, con canciones de Juan Gabriel y José José incluidas, donde nunca pasa nada; y otro de narcoterroristas policías corruptos, donde se desaparece a 43 estudiantes y se secuestran a diario a niñas y adolescentes para prostituirlas, y tampoco pasa nada.
El cine mexicano, al contrario de otros medios masivos de comunicación, se ha encargado de alertar al mundo de la existencia del segundo México. Por algo algunas plumas tarifadas la arremeten con tanta ira contra el séptimo arte en este país y ciertas distribuidoras relegan los estrenos de las cintas nacionales.
Tres exponentes de ese cine que refleja la realidad nacional concursan en el 37º Festival: Las elegidas, de David Pablos; Un monstruo de mil cabezas, de Rodrigo Pla; y Distancias cortas, de Alejandro Guzmán. Las dos primeras, en el apartado de Largometraje; la última, en Ópera Prima.
Las elegidas (2015) aborda el tema de las jóvenes secuestradas, muchas de ellas menores de edad, para que trabajen como prostitutas en los burdeles que abundan en la cercanía de la frontera con Estados Unidos.
Muy pocas son recuperadas por la familia porque la delincuencia que regenta este negocio, cuando lo creen necesario, la exportan a Norteamérica o sencillamente las asesinan y sus restos van a parar a las fosas comunes que proliferan en el norte del país.
¿Y la policía?, indagaran los lectores. En el filme queda explícito su papel, cuando a Sofía, la niña prostituida, le confiesa uno de los delincuentes: “Ellos trabajan con nosotros”.
La cinta denuncia igualmente la forma en que son seleccionadas las elegidas. Algunas son madres solteras, la mayoría proceden de familias disfuncionales o con el padre ausente el extranjero o fallecido.
El supuesto novio que las ha seducido las lleva a ver a sus parientes, aparentemente para formalizar la relación, en realidad es para que el jefe del negocio las valore como mercancía. Una vez en el burdel las adolescentes son chantajeadas pues los mafiosos amenazan con matar a la madre o a los hermanos.
Con un guión del propio realizador, la cinta transcurre durante 105 minutos sin que los espectadores se percaten del tiempo. Por otra parte, escenas en que otros cineastas entremezclarían lo erótico con cierta perversidad, Pablos lo resuelve muy cinematográficamente con un uso adecuado del sonido.
Un monstruo de mil cabezas (2015) es un thriller que al principio no lo parece. Con un tema que en un inicio parecía anodino, la trama va agarrando al público que ni se mueve de sus asientos hasta que no aparece la palabra Fin.
A un hombre aquejado de un tumor la compañía de seguros le niega un tratamiento novedoso que podría salvar su vida. Su mujer, Sonia, acorralada por la desidia y la corrupción de los que una vez hicieron el juramento de Hipócrates, decide tomar la justicia por su mano.
El título sin dudas es una gran metáfora, que no solo incluye este guión sino también el de Las elegidas. El Estado mexicano es el monstruo de mil cabezas, con una mafia extendida a la clase médica, las compañías de seguro, el sistema judicial, la policía y la delincuencia, narcoterroristas incluidos.
El ciudadano, entretanto, está indefenso ante una maquinaria que lo exprime, sin posibilidad de amparo ni justicia,.
Más allá de su intención de denuncia, Un monstruo de mil cabezas es una de las cintas más entretenidas que he visto en los últimos años, gracias al ritmo galopante ue le imprime su realizador, Rodrigo Pla, con la complicidad de la guionista Laura Santullo y la ágil fotografía de Oder Zabaleta.
Durante los primeros diez minutos de su metraje, en Distancias cortas (2015) parece no ocurrir nada y uno cree que está en presencia del primer “clavo” de este 37º Festival. Pero a partir de que el protagonista compra una cámara fotográfica, el filme echa a andar y quienes pensaban abandonar la sala, no lo hacen.
Aquí vemos también la realidad de ese otro México, el de las casas derruidas con goteras y la discriminación, que no siempre es racial o de género, a veces la puede sufrir un obeso extremo, que aunque tenga el dinero para una reservación turística, por su peso corporal se la niegan.
A algunos espectadores no les gustó los finales de estas cintas, sobre todo los de las dos primeras, pues solo en Distancias cortas el protagonista pudo al fin coronar su sueño, gracias a dos fieles amigos.
En la vida real, al menos en México, no siempre es castigado el delito y a lo más que un buscador de justicia puede pretender, si no se transforma esa sociedad, es a lo que Benicio del Toro logró en la multipremiada Traffic, de Steven Soderberg: que los niños que ve jugar pelota se mantengan alejados del mundo del crimen.
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