Durante décadas, el terror parecía materia exclusiva de un solo realizador cubano, Jorge Molina, todavía único y pionero en varios campos del séptimo arte nacional. Las comedias, por ejemplo, se ejercitaron en los 80 y 90, hasta tal punto que podríamos hablar de un estilo cubano de filmarlas. Sin embargo, nuestro cine no se ha puesto al día con varios géneros, con otras formas de contar; aunque espectadores aficionados se sobran.
De lo sublime a lo ridículo, uno puede encontrarse en los timbiriches que venden películas, aglomerados casi uno al lado del otro en las calles más transitadas de Cuba, mucho cine de terror. Basta con echar una ojeada al redundante menú de esos comercios para suponer que el género se encuentra entre los de mayor demanda.
El Don, de los camagüeyanos José Denis Reyes Suárez e Isaul Ortega Montaña, llega para satisfacer desde nuestros códigos culturales esa demanda del público cubano. Probablemente la experiencia de exhibición y el entusiasmo con que fue recibida la cinta camagüeyana Pablo, ganadora incluso de premios internacionales, operó de cierta forma para que no solo estos dos directores, sino también otros muchos allende La Habana, se decidieran a rodar sus proyectos cinematográficos fuera de la capital.
Sin duda, títulos como El Don comienzan ya a ser historia por el solo hecho de enriquecer el mapa audiovisual cubano con perspectivas que no se limiten a las de la capital. Sus directores esperan, de hecho, estrenar El Don en Camagüey durante el mes de diciembre.
Con experiencias previas como realizador, Isaul Ortega se ha dedicado a la actuación, participando en largometrajes como Kangamba y Ciudad en Rojo. Por su parte, José Denis Reyes Suárez, con quien conversamos a continuación sobre El Don, ha trabajado como diseñador escénico y director de arte, materias que además enseña en el Instituto Superior de Arte.
—¿Cómo surge la idea de rodar este corto?
—Me gustaría empezar comentando que este proyecto es la realización de un sueño en muchos aspectos. En el año 2010, Isaul y yo comenzamos a manejar la idea de escribir algunas historias pensando en la cuestión del terror como un género a desarrollar, de ahí que surgiera un primer proyecto titulado Bebe y que rodamos en La Habana, cerca de Bauta. Este fue nuestro primer acercamiento a la realización como tal, nuestra primera experiencia audiovisual. En el caso de Bebe tuve la oportunidad de realizar la dirección de arte, especialidad en la que me he desarrollado prácticamente desde que me gradué de escenografía en el ISA. A medida que pasó el tiempo, la idea primaria de seguir escribiendo y filmando historias de terror se fue disolviendo. Tanto Isaul como yo nos enfrascamos en otros proyectos, dejando engavetados todo un conjunto de ideas que habíamos denominado: Makabra Producciones.
“En junio de este año, Isaul vino a verme con un nuevo guion. Supuestamente era una historia corta que no llevaría mucho presupuesto y que de alguna manera desempolvaría nuestro viejo interés por realizar cortos de terror. Así comenzó todo, primero nos dimos a la tarea de trabajar más con el guion, de reforzarlo y sintetizarlo, a fin de aumentar el suspenso en la historia. En ese momento nos dimos cuenta de que aquel guion, que prácticamente se iba a rodar con el mínimo de personal y recursos, necesitaría un poco más de lo esperado. De esta menera surgió este proyecto que decidimos, además, rodar en la Ciudad de Camagüey. Vendría a ser uno de nuestros más grandes sueños: filmar un trabajo en nuestra tierra, ya que ambos residimos y desempeñamos nuestra labor audiovisual en La Habana. Es la primera vez que Isaul y yo dirigimos juntos. En el proyecto anterior solo realicé la dirección de arte. Así que esta vez me estreno como realizador”.
—¿Cuán difícil es para un realizador llevar a buen término un audiovisual en Camagüey y hacer que llegue a toda Cuba?
—En Camagüey hacer audiovisuales puede parecer a simple vista un proceso relativamente fácil, si lo comparamos con la capital, pero lo cierto es que puede volverse complejo dependiendo de la calidad y la factura del proyecto. Es a veces frustrante la falta de especialidades técnico-artísticas, como es el caso de fotógrafos, directores de arte, diseñadores de vestuario, maquillistas, etc. Gracias al cielo pudimos contar con un excelente staff, que sobre todo tenía ganas no solo de trabajar y de hacer caminar el proyecto, sino también de experimentar y buscar alternativas ante los problemas.
“Otra cosa que lacera mucho la producción de audiovisuales en Camagüey es la falta de espacios donde buscar financiamiento. La demora y la burocracia por parte de las instituciones obligan a los realizadores a buscar alternativas como asumir especialidades (la fotografía o el sonido) sin tener la debida preparación, por el simple hecho de no poder pagar este tipo de trabajo. Evidentemente, esto trae por consecuencia que las piezas audiovisuales realizadas por jóvenes creadores de la provincia no tengan en su mayoría la calidad requerida y que, además, se dificulten las vías de distribución y hasta de comercialización. Solo a través de los famosos pitchins, las ideas pueden llegar a concretarse con recursos y aspirar a trascender el contexto provincial y quizás el nacional”.
—¿Cómo transcurrió el proceso de rodaje?
—No te puedo decir que el rodaje fue fácil, más bien todo lo contrario. Fueron tres días de batalla constante contra el tiempo, el dinero y otras cosas. Tuvimos problemas de todo tipo, pero si algo salvó a El Don de ser suspendido fue la perseverancia y el compromiso ante el trabajo de todos, desde los actores hasta los técnicos, que trabajaron todos los días más de 15 horas.
—¿Qué los motivó a elegir a Enmanuel Fonseca Escalante para el protagónico del corto?
—Primero quiero decirte que tuvimos un casting de unas 80 a 100 personas de diferentes edades. Fueron alrededor de 20 niños, la mayoría sin ninguna experiencia actoral. A punto de terminar el casting, mis esperanzas de encontrar a mi protagónico estaban casi desvanecidas, cuando de pronto entró Emmanuel, un chico de 13 años, delgado y con una poderosísima mirada, de la cual ninguno de nosotros pudo mantenerse ajeno. Además, para nuestra sorpresa, lo hizo de maravilla. Solo necesitaba pulir algunas cosas y estaría listo. Así comenzamos a trabajar con él y con los demás actores, ensayando sin interrupciones durante 20 días aproximadamente. En ese tiempo Emmanuel aprendió el lenguaje técnico del actor y a coger confianza en sí mismo y en sus compañeros.
—¿Qué los lleva a decidir editar El Don en La Habana? ¿Con qué expectativas se acercan a la cabina de edición?
—No me cabe duda de que El Don va a cambiar quizás algunas ideas en el proceso de edición. La idea de editar en La Habana se debe a mi confianza en un talentoso editor y posprodutor, Raudel Hoyos. A finales de septiembre comenzamos a editar.
—Para algunos realizadores cubanos independientes, una vez que concluyen su obra, resulta un verdadero reto distribuirla. ¿Qué estrategia tienen trazada para que El Don llegue a los espectadores nacionales una vez terminada?
—De momento, las perspectivas que tiene El Don son bastante alentadoras. Lo primero son dos festivales internacionales a los cuales pretendemos enviar el corto. Y lo segundo, es empezar a moverlo por los diferentes eventos y muestras que se organicen a nivel nacional.
—El suspenso psicológico y el terror son el tema autoral por excelencia de un realizador cubano “alternativo” muy estudiado y renombrado: Jorge Molina. ¿Cuáles dirías que son los antecedentes dentro del cine nacional que —ya sea en género, filosofía, visión de Cuba, o perspectiva estética— han influido sobre El Don?
—De todo. Me considero fan del trabajo de Molina y de sus estrategias para realizar su obra. Sabemos que no estamos explorando en un terreno virgen. Se han realizado y se realizan cortos y películas que tienen o pueden tener códigos propios del terror. Nuestro trabajo se centra en tratar de contar historias de una forma más convencional, por decirlo de alguna manera, y de experimentar con los modos de resolver determinada idea.
—Muy probablemente, tanto Isaul Ortega como tú son consumidores de películas de terror o suspenso. ¿Cuáles son los títulos que mayor impacto han tenido sobre cada uno de ustedes, los que recuerdan con más agrado o admiración?
—En mi caso no me considero un alto consumidor del cine de terror, pero me atrae la idea de realizar historias con este corte. En el caso de Isaul, sé que es todo lo contrario, prácticamente todo el cine que consume es de este tipo y se considera un apasionado del suspenso de Hitchcoch.
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