jueves, 2 de mayo de 2024

Stop motion vuelve a los Estudios de Animación del ICAIC

Después de un tiempo prolongado sin utilizar esta técnica, nuevas propuestas audiovisuales pretenden emplearla próximamente...

Marina Cortés en Exclusivo 01/10/2012
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La luna en el jardín
"La luna en el jardín", de los animadores Adanoes Lima y Yemelí Cruz.

En el mundo, filmes como King Kong (1933), del cineasta Ernest B. Schoedsack, y más recientemente La novia cadáver (2005), del también norteamericano Tim Burton, la han utilizado exitosamente. En Cuba, el público puede recordar con agrado el cortometraje de animación Veinte años, del matancero Bárbaro Joel Ortiz.

Se trata de la técnica de animación en stop motion, también denominada animación en volumen, parada de imagen, paso de manivela, foto a foto o cuadro por cuadro. Ella consiste en tomar numerosas fotografías de un objeto, haciéndole ligeros cambios entre cada toma, para luego obtener la ilusión de movimiento al reproducirse todas las imágenes de manera continua.

Contempla la elaboración manual de escenografías, vestuarios, esqueletos mecánicos y efectos especiales, para los que se utilizan materiales como la plastilina, arena, recortes de papel, silicona, gomas especiales, entre otros que varían en dependencia de la inventiva del realizador.

Podrían identificarse dos amplias vertientes en materia de animación en stop motion: la que emplea materiales como la plastilina u otros de tipo maleable, conocida como claymation, y la que utiliza objetos rígidos. Para trabajar esta técnica se necesita una cámara fotográfica, de video o cine, y un estudio o espacio cerrado que incluya cámaras, luces y escenografía.

CUBA EN STOP MOTION

Hace casi dos décadas que prácticamente no se explota la técnica del cuadro por cuadro en el ICAIC, pues resulta muy costosa y requiere de una labor ardua, paciente y cuidadosa. Sin embargo, en los últimos tiempos jóvenes realizadores del patio, y no tan jóvenes, han comenzado a mostrar un significativo interés por ella.

Pudiera decirse que el corto de animación Veinte años, escrito y dirigido por Bárbaro Joel Ortiz, reabrió el camino hacia la realización de otros audiovisuales en stop motion y mostró a los creadores la necesidad de formar un estudio especializado en la técnica.

Basado en la canción de María Teresa Vera, este filme para adultos cuenta la vida de una mujer que lucha por sostener su matrimonio tras dos décadas de existencia, y para su confección se utilizaron materiales tales como plastilina, latas y maderas viejas.

Hoy llega con agrado la noticia de que se encuentra en producción una nueva propuesta que se inserta en el mundo de la animación corpórea y contribuye a su consolidación: La luna en el jardín, de los animadores Adanoes Lima y Yemelí Cruz. Basada en fragmentos de la novela Jardín, de Dulce María Loynaz, el proyecto mezcla por primera vez la técnica del cuadro a cuadro con la animación en 3D por medio del programa flash.

Aunque resulta grato para el público este resurgir del stop motion en las producciones del ICAIC, existen realizadores que nunca la han abandonado del todo. Este es el caso del diseñador gráfico, animador y casi artesano Paul Chaviano, de los Estudios de Animación del Instituto.

“Cuando trabajaba haciendo cine educacional utilizaba el stop motion en los momentos en que se requería, y además porque siempre me he inclinado más por el uso de las figuras volumétricas que por las dibujadas”, confiesa, apegado al recuerdo que le suscita hablar de su trabajo durante los años 80.

Al incorporarse a los Estudios de Animación, en la década del 90, Chaviano comenzó a trabajar en los filmes del reconocido realizador cubano Juan Padrón. “Animaba barcos, carros, motos y otros objetos en películas de él que después se filmaban empleando la técnica del rotoscopio, y empecé a trabajar en esas cosas de stop motion en el ICAIC”, afirma, para luego rememorar el gran esfuerzo desplegado durante la realización de Veinte años, donde participó magistralmente en el trabajo de atrezo, escenografía y maquetas.

“Nos dimos a la tarea de crear las condiciones para emplear la técnica, acondicionar un estudio y apoyar la producción, que no estaba adaptada a que le pidiéramos herramientas como martillo, serrucho y destornillador, necesarias para este modo de hacer así como las luces, cámaras y el programa de stop motion”.

Aunque fue un trabajo muy arduo y que llevó bastante tiempo, este corto constituyó todo un acontecimiento en el mundo de la animación corpórea y marcó el retorno del stop motion a los Estudios de Animación del ICAIC.

Luego entró en producción mi proyecto, señala Chaviano, en el que hoy me encuentro inmerso y que también emplea la técnica del cuadro por cuadro. “Se llama Historias de taller y es una serie con capítulos de un minuto donde las herramientas se humanizan y protagonizan conflictos de la vida cotidiana, relacionadas con la infidelidad, la persecución, cuestiones de género…”.

A diferencia de los chistes de Filminutos, pero muy parecidos a estos en cuanto al empleo de recursos humorísticos, las herramientas de este destacado animador no tienen manos, ojos ni voces en aras de lograr, a través de la pantomima, un lenguaje universal que les permita abrirse al mercado internacional. En lo que se refiere a la confección de los guiones, Chaviano ha tenido hasta el momento la colaboración de Juan Padrón y Enrique Colina. Tenemos más de cinco historias que significan más de cinco minutos, y un minuto en stop motion no es una bobería, te puedes demorar más de un mes para hacer un minuto, señala con esa sonrisa que nunca desaparece de su rostro, y luego se refiere a otro de los proyectos que ocupan parte de su tiempo: el apoyo a la producción de La luna en el jardín.

“Sus realizadores son jóvenes animadores que han mostrado interés por el stop motion y poseen las capacidades para utilizarla. No todo el mundo tiene el interés ni las habilidades manuales para hacer las cosas que requiere esta técnica, que aunque está muy cerquita del papel, no es igual, porque implica modelar una escultura casi en movimiento, para que luego se mueva. Aunque resulta muy difícil utilizarla, bien empleada le otorga una mágica credibilidad a la historia que se quiere contar”. Quizás esto último sea lo que impulse a jóvenes animadores del ICAIC a emplear esta técnica. 


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Marina Cortés


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