En su garganta se abría el paraíso en notas musicales. Entre sus dedos un dulce y alocado torrente se deslizaba hacia el piano. En su color…, en su color lograba resumirse la esencia de una isla. Rita, en sí misma, logró ser un vademécum de cubanía.
Cuentan que Lecuona, Moisés Simons, Eliseo Grenet o Gonzalo Roig mimaban su fama y maestría artísticas. “Cecilia Valdés”, “El manisero” y “Ay Mamá Inés” se cortaron a su medida con la fineza de los mejores talentos del pentagrama nacional. Y Rita, sin mucho esfuerzo, podía lucir tantas notas quisiera con solo abrir su boca de diva.
¿Que fue protagonista de las primeras producciones cinematográficas; que la proclamaron Reina de la Radio; que actuó y cantó en televisión; que paseó América Latina, Europa, Norteamérica y su propia tierra sorprendiendo a todos; que fue mucho más que una voz…? Sí. Sí, pero mucho más.
Dicen –y claro que solo puedo esgrimir un leve “dicen”–, dicen que arrasaba, que dominaba a su antojo cuanto se le pusiera por delante; que el talento le rezumaba por el escote; que la sensualidad de sus ojos y una boca mil veces moldeable a puro canto escondían una mujer de armas tomar…
¡Y no digo yo!: si se nace en Guanabacoa –se cuando sea–; si tu madre mulata engatusa a un blanco –nada más y nada menos que comenzando el siglo XX–; si la música colma tus oídos –desde la conga más estridente hasta el piano más virtuoso–; si le voz te nace limpia y soberbia desde lo más profundo del pecho; y si, encima de todo eso, tus venas se tejen con la perfección de engendrar melodías, mira, no falla, o sale cubana de arriba a abajo, con todo lo que ello implica, o… o nace cubana de arriba abajo.
Yo, que padezco de esa adicción incurable a la belleza, que me seduce la más mínima muestra de cubanía, no dejo de asombrarme con esa sensualidad que pone en “Ay José” (ay, José, báilelo usté, // ay José, vuélvalo a hacé// ay José, hazlo al revé); o la mezcla de lirismo y sentido popular de su manisero, nunca más cantado como ella; o el “Mamá Inés” que solo Bola pudo robarle…
Yo, que adolezco de ese buen vicio de escarbar los asombros de la virtud, poco alcanzo a imaginar lo increíble de una Rita que saca estas palabras a Carpentier: “En pocos años, (…) alcanzó una popularidad extraordinaria. Creó un estilo, imitado hasta la saciedad. En épocas de tensión política, todo el público de la isla estaba atento a las coplas que cantaba La Chismosa, personaje de su creación. Y, a medida que pasaban los años, su voz adquiría en elocuencia, en poder de expresión, lo que el tiempo le restaba de frescor...”
Sin embargo, verla bailar –¡Youtube! mediante–, me da el último atisbo de una certeza incuestionable: nunca ha dejado de bullir en esta isla la frescura y el esplendor. Nunca, en esta tierra, se llama “La única” a quien no logre robar, cuando menos, los corazones deleitados de un mar de gente.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.