Hace algunos años le escuché al narrador cubano Eduardo Heras León una anécdota que resume un poco cómo el mundo vivió la victoria de la Revolución cubana en Playa Girón. “El Chino” Heras rememoraba que perteneció al primer grupo de estudiantes que fueron a cursar la carrera militar en la Unión Soviética, y cuanta vergüenza sentía cuando aquellos militares, generales, altos oficiales los miraban como si fueran héroes.
“¿Pero cómo?, si ustedes pasaron por la II Guerra Mundial, veinte millones de muertos, al lado de eso lo nuestro fue una batallita”, replicaba Heras León; a lo que ellos refuraban: “Sí, pero tú no sabes la importancia que tiene esa batallita. Porque esa ‘batallita’ fue a noventa millas del imperio; por eso es tan importante”.
En medio de una América Latina a comienzo de los años ’60 marcada por altas desigualdades sociales, analfabetismo, desnutrición, problemas de la vivienda y acceso al trabajo, con procesos populares, en muchos casos interrumpidos por golpes de estado, la victoria en las arenas de Girón sobre el imperialismo estadounidense, fue una reafirmación de que una Revolución era viable cuando un pueblo decidido se enfrentaba, unido, al poder.
Cuba se convirtió en referente, alternativa a seguir para importantes sectores políticos y sindicales de América Latina que veían en el reto caribeño, una posible solución a sus desmanes cotidianos. La izquierda latinoamericana apostó con fuerza por el cambio; tal fue el caso de Chile y Argentina, donde triunfaron mediante elecciones partidos que intentaron llevar adelante reformas sociales y políticas.
Esos procesos fueron interrumpidos por golpes militares; en Chile el 11 de septiembre de 1973, cuando Pinochet derrocó al presidente socialista Salvador Allende y en Argentina, el 24 de marzo de 1976, cuando el General Videla derribó el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón.
En la Segunda Declaración de La Habana –febrero de 1962, apenas unos meses luego de la victoria de Girón-, Fidel valora en profundidad el grito de rebeldía que significaba Cuba contra el intervencionismo de Estados Unidos en la región: “Frente a la acusación de que Cuba quiere exportar su revolución, respondemos: las revoluciones no se exportan, las hacen los pueblos. Lo que Cuba puede dar a los pueblos, y ha dado ya, es su ejemplo. ¿Y qué enseña la revolución cubana? Que la revolución es posible, que los pueblos pueden hacerla, que en el mundo contemporáneo no hay fuerzas capaces de impedir el movimiento de liberación de los pueblos”.
El Che fue un poco más allá cuando afirmó que “Playa Girón fue la primera derrota del imperialismo en América Latina, pero también una de las primeras derrotas del imperialismo a escala mundial.
El entorno simbólico, casi mítico de lo significó que el pueblo cubano –con milicianos que no sobrepasaban los 20 años, mal armados y entrenados a la carrera- derrotara en apenas 60 horas a un ejército de mercenarios, entrenados y bien equipados por el gobierno de EEUU, llevó a muchos hombres y mujeres de izquierda en Latinoamérica a emprender el camino de la guerrilla en un intento por derrocar a los gobiernos dictatoriales pro yanquis que comenzaron a emerger en el continente. Era el espíritu de la Revolución que se escurrió por Los Andes como si fuera la Sierra Maestra.
Girón marcó un momento importante para los procesos revolucionarios en América Latina porque algo impensable, como derrotar a Estados Unidos, se había hecho realidad. Fidel en 1964, durante la celebración del tercer aniversario de la victoria, afirmó que “hasta ese día Estados Unidos habían actuado con absoluta impunidad, hasta ese día se sentían con derecho a despreciar a los pueblos de América Latina, hasta ese día tal vez subestimaron a nuestros pueblos de América Latina”.
Aquella epopeya de pueblo ayudó al fortalecimiento de la Revolución cubana en la arena internacional y a dinamizar los procesos de transformación de la sociedad a lo interno. Todo ello fue combustible para la aparición de la corriente del nacionalismo militar democrático, progresista y anticolonialista en Panamá, en 1968 y el Perú, en 1969. La región clamaba por la emancipación y la igualdad de los pueblos.
A 53 años de la victoria de Playa Girón, lo más importante sería destacar que estremeció a América Latina y produjo un tremendo robustecimiento de la identidad nacional, cultural y el sentido depertenencia social.
Lo que sobrevino décadas después: la revolución bolivariana de Chávez, el movimiento al socialismo de Evo, la revolución ciudadana de Correa, el triunfo sandinista de Daniel Ortega en Nicaragua, entre otros, no hubiera sido posible sin el referente moral y de lucha de un país que en Girón perdió varias decenas de sus hijos pero hizo que el pueblo saliera más unido que nunca a defender su tierra, su soberanía, su Patria.
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