No tuvo que esforzarse el público de la sala Covarrubias del Teatro Nacional para apreciar la audacia, el ansia de creación y el rigor sin contemplaciones concentrados en las dos puestas del Malandain Ballet Biarritz, como parte de la programación del 23 Festival Internacional de Ballet de La Habana. Una última canción y El amor brujo marcaron contrastes muy fuertes en las historias narradas y el lenguaje dancístico empleado.
ANTECENTES DE UNA HISTORIA CON FUTURO
A los 14 años de fundado, el Malandain Ballet Biarritz ha alcanzado un lugar importante en el panorama danzario internacional, como reflejo de la personalidad de su fundador, Thierry Malandain, bailarín y coreógrafo reconocido a nivel mundial por sus cualidades como creador e intérprete y la originalidad de sus obras.
Dos proyectos artísticos constituyen los antecedentes de la compañía que actualmente dirige: el Ballet Temps Présent, fundado en 1986, y el Centro Coreográfico Nacional Ballet Biarritz, dirigido por él a partir de 1998, que luego adquirió su nombre.
La estética de este colectivo busca en las vertientes más actuales de la danza derroteros innovadores, a los cuales Malandain les aporta sus códigos personales, que desechan recurrencias a esquemas convencionales. A ello antepone pasos, gestos y recursos inéditos con el fin de perfilar un hecho danzario que muestra un discurso original y efectivo para plasmar la conceptualización de un ideario personal y novedoso.
MALANDAIN EN EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE BALLET
Ya conocido por su exitosa presencia en el 20 Festival Internacional de Ballet de La Habana con su compañía, que por entonces se denominó Ballet de Biarritz, su director presentó al Malandain Ballet Biarritz en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, en un programa conformado por dos obras cuyos cánones confluyen en la creatividad y el buen hacer de los integrantes de la agrupación.
La función se inicio con La cerniere chanson (La última canción), con la apoyatura musical de Le poeme Harmonique, de Vicent Dumestre, estrenada el 13 de abril de este año en la Opera de Reims.
Los bailarines adquieren en escena una apariencia surreal, donde los tonos grises del vestuario y los efectos de la iluminación le otorgan una atmósfera de irrealidad a una coreografía de difícil ejecución, como hecho colectivo, por los constantes cambios de actitudes y acciones dancísticas y los secuenciales intercambios de energías cuyos altibajos recrean los estados anímicos de quienes se encuentran al final de su existencia, imbuidos de una poética de optimismo que se impone a su realidad. Ellos parecen como alucinados por su obsesiva relación con la muerte, que deviene —aunque parezca contradictorio- un clamor de sentimientos cuya energía adquiría un tono de optimismo, hasta llegar a la aproximación de un canto a la vida.
Acerca del diseño coreográfico de este título, su creador plantea una tesis que apunta hacia otras aristas de su simbología: “Se trata de un ballet ligero que pretende hacer olvidar, en un instante, el espacio, la existencia dura, inquieta y entristecida por todo lo que aflige al corazón y a la razón. Un ballet que provoca tiernas emociones y que incluso sí puede dar paso a la melancolía y a los escalofríos premonitorios de una muerte llena de poesía, que tiene el encanto de un final feliz, y permitirá saborear una última copa, un último rayo de sol, una última canción.”
AMOR Y PASIÓN EN CLAROSCUROS DE SENTIRES
El programa culmina con la puesta de El amor brujo, que mantiene la esencia del argumento de la obra homónima de Gregorio Martínez Sierra, con música de Manuel de Falla.
Aunque la obra muestra una alusión al folclor andaluz, lo conceptual se impone a lo meramente narrativo y el fuego se torna protagonista, a través de la fuerza expresiva de la creación danzaria en las cadenas de acciones que marcan los instantes de clímax de la historia de Candela, quien ha encontrado en Carmelo un nuevo amor y el espectro que la ronda se niega al olvido.
El dramatismo aflora junto a la pasión y el fuego en esas hojas translúcidas, símbolos de una curiosa luminiscencia que pervive en la penumbra de una historia al parecer encallada en la oscuridad de una pasión. Pasión que trata de imponerse frente a la brillantez de un amor que rompe barreras y llena de resplandor la escena y los solos de los protagonistas y de quienes le rodean en una fiesta del danzar que comunica al público las luces de su alegría, de su felicidad.
El amor brujo/ Foto:Fernando Medina
El amor brujo/ Foto:Fernando Medina
El amor brujo/ Foto:Fernando Medina
Una última canción/ Foto:Fernando Medina
Una última canción/ Foto:Fernando Medina
Una última canción/ Foto:Fernando Medina
Nureya
7/11/12 8:13
Excelentes fotos.
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