Dos semanas después del primer acercamiento, mientras esperaba que descolgara del otro lado de la línea, me pregunté si no estaba siendo inoportuna al llamar a su celular. Dos semanas, tres timbres, la voz de alguien muy atareado pero que accede afablemente a escucharte.
Osvaldo Doimeadiós es un hombre ocupado. Bastaría, como espectador, revisar su “currículum” en cartelera de televisión, de teatro, de cine y hasta de radio, para entender por qué cuando camina, va concentrado en algo, como si conversara consigo mismo por dentro.
Habla con seriedad, y con el apuro de quien debe revisar algo tras bambalinas para que esa noche, después de tantos meses de aislamiento, la función en el Karl Marx vuelva a ser “lo más grande de la vida”. Me presta atención, repasa su agenda conmigo y promete responderme dos semanas después, cuando se desocupe un poco. En ráfaga, solo pienso en cada uno de sus personajes, en cómo es uno y todos a la vez, aun cuando no está actuando.
Separarlo de Mongo Castillo, su más reciente aparición en televisión en la serie Lucha Contra Bandidos 2 (LCB2) no será sencillo, al menos por un buen tiempo. Para algunos de nosotros han sido las dosis de sensibilidad, lo cual él considera una puerta, que una vez abierta le permite al personaje transitar otros niveles y crear empatía en los espectadores. Algo que está potenciado desde la escritura de los guiones de Eduardo Vázquez y Alberto Luberta.
Pero ante mí, tenía un personaje complejo, lleno de contradicciones, desgarraduras, humor y muchos matices más. Todos esos ingredientes le aportan riqueza y humanidad, sobre todo la mezcla de aplomo, intuición y humildad, que son rasgos que identifican al campesino cubano. Esto es válido también para El gallo, Yeyo, El Elegante, Cloro, Tabaquito, Guayacol o cualquier otro personaje, contó a Cubahora vía correo electrónico.
Sin embargo, esta no ha sido su primera vez interpretando a un personaje de esta índole. Otra de sus emblemáticas apariciones en televisión fueron en el programa humorístico Deja que yo te cuente, en el que interpretó a Pipo Pérez, un guajiro cubano, que si bien tenía puntos en común con Mongo Castillo, se distanciaba lo suficiente como para que sintiera miedo la primera vez que tuvo el guion en sus manos.
Osvaldo Doimeadiós en el personaje de Mongo Castillo (Foto: Cortesía de Alberto Luberta/ La Jiribilla)
Mongo Castillo es un guajiro dicharachero y con un sentido del humor también muy particular, como muchos de los campesinos que pueblan nuestros campos, afirmó. No quería limitarme en esa parte, porque le aporta un contrapeso necesario y humano, así que le pedí a Albertico que vigilara ese detalle conmigo durante el rodaje, porque al fin y al cabo uno lo interpreta con el mismo instrumento que es uno mismo. Era bailar en la cuerda floja.
Luego Eduardo me facilitó una entrevista que le hicieron a Ramón Treto (la persona en la que está inspirada esta ficción), y de esa entrevista saqué muchísimas frases, palabras y con ellas fui aderezando el personaje. Lo demás fue trabajar sobre la contención. Mongo Castillo transita toda la segunda temporada con una herida de base y no se pueden soltar las riendas, porque todo desborde puede atentar contra el resultado final. Ser y no tratar de parecer, por ahí anda la cosa. Eliminar todo vestigio de vanidad…
Así recorre el mundo de la actuación, como quien camina cómodo porque ya conoce el trayecto de memoria. Sucede lo mismo en LCB2, y sin embargo, coincide con Dustin Hoffman cuando este dijo que la actuación era una profesión para equivocarse.
La equivocación es una experiencia y eso hace más productivo el aprendizaje. Hay personajes que salen mejor que otros, pero trato de lanzarme con todos, en la búsqueda de la verdad. Cualquier escena puede ser difícil, pero esas en las que tienes que estar pendiente de la pirotecnia, los extras, el tiro de cámara, el sonido y además es una escena que lleva cierto desgarramiento, entonces las cosas se complican. El nuestro es un arte colectivo, median muchas voluntades y personas. La serie está llena de escenas de este tipo, hay otras que eran entre 2 o 3 actores y aunque sean muy dramáticas las prefiero, porque de alguna manera la energía está más concentrada.
— Luego de series emblemáticas como “En silencio ha tenido que ser” o “Julito el Pescador”, hubo un vacío de la épica cubana revolucionaria en nuestros medios que lograra una gran audiencia. ¿Qué sucedió con LCB, según su criterio?
Creo que es una parte de la épica cubana poco tratada, al menos en la televisón, porque el cine se ocupó en cierto momento con películas que realmente son emblemáticas. LCB está concebida por sus creadores desde la humanidad de los personajes, huyendo del teque y el didactismo que tantas veces ha permeado el audiovisual cubano. Lo otro es la defensa de los actores de sus roles y el equilibrio logrado con cada una de las especialidades.
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Es martes, 10 de marzo de 2020. Una nota informativa del Ministerio de Salud Pública notifica cuatro turistas de la región italiana de Lombardía enfermos de COVID-19 en Cuba. Los primeros casos, la pandemia ha llegado al país. 11 de marzo del mismo año, también en La Habana, se interrumpe la proyección de la obra Oficio de Isla, que lleva varios meses en escena en las cercanías del puerto capitalino. Entonces la vida se detuvo, con miedos e incertidumbres. Pero sin dejar de crear, al menos para el también director y guionista.
— ¿En qué nuevos, o viejos proyectos ha trabajado Doimeadiós en este tiempo?
Actualmente trabajamos en la reposición de Oficio de Isla, esta vez lo pondremos en una nueva sede que está situada en los altos del Centro Cultural Antiguos Almacenes San José en la avenida del Puerto.
También, estamos preparando nueve programas de El motor de arranque para la Televisión, en esta ocasión estaré en el equipo de dirección y asesoría. Próximamente grabaré un capítulo de una serie de humor con guion de Amílcar Salatti y dirección de Albertico Luberta.
Además, asesoro una puesta del grupo El Portazo de Matanzas y estoy a la espera de comenzar a grabar una serie con Rudy Mora y otra con Magda González Grau. Durante la cuarentena colaboré con Patricia Ramos, joven guionista y directora de cine, en un guión que ojalá y pueda concretarse en un futuro no muy lejano.
— Después de varios meses de aislamiento, reabren los teatros y los espectáculos humorísticos. ¿Cómo ha sido ese regreso al escenario, aun en condiciones especiales debido a la COVID-19?
Ha sido maravilloso, no encuentro otra palabra. Muchos meses de estrés, de ansiedad, así que aún con las nuevas regulaciones sanitarias, la respuesta del público es un regalo de valor incalculable. El humor es un puente de comunión y humanidad. Reír, una manera de sentirnos vivos.
Precioso, cómo todo lo que haces. Doimeadios es de los míos, de los que admiro, es auténtico, natural y por sobre todo originalisimo.
19/11/20 12:41
Precioso, cómo todo lo que haces. Doimeadios es de los míos, de los que admiro, es auténtico, natural y por sobre todo originalisimo.
Yarian
19/11/20 12:05
Excelente trabajo Claudia!!!
Osvaldo Doimeadiós es, a mi entender, uno de los mejores actores que tiene nuestro país. Se mueve por la actuación, sin dudas, con la soltura de quien sabe bailar en la casa del trompo.
Es increíble su entrega a los personajes que ha encarnado y por suerte para todos, no ha sido ''encasillado'' como humorista y ha podido mostrar de lo que es capaz de hacer en materia de actuación.
Tuve la dicha de tener en DVD su espectáculo Aquícualquier@ y apartando lo humorístico, es de señalar esa capacidad de ir interactuando con el público al tiempo que se cambia de ropas en el escenario y cae, de pronto en un personaje distinto.
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