Aunque reconoce que siempre le gustó la música, nunca pensó cantar. Hoy comparte esta pasión junto a su oficio de artesano y confiesa un marcado interés por que prevalezca la originalidad en sus letras y melodías
Se define como un artista cuya creación lo lleva siempre a lo diverso. Contrario a muchos, Oscar Sánchez se aleja de espacios fijos de presentación. Prefiere dar conciertos e interactuar directamente con su público. El joven cantautor gana seguidores a medida que expande su arte.
Está siempre dispuesto, guitarra en mano. Cuenta con dos discos producidos de manera independiente: Unknown Artist (2015) y Ojos que te vieron Go, Never te verán Comeback (2017), este último en colaboración con Marbis Manzanet.
Sus letras polémicas y su música alternativa combinan con la naturaleza que generalmente define al trovador habitual. Sobre su carrera musical y sus proyectos, Oscar Sánchez conversa con Alma Mater.
Muchos te definen como trovador, aunque la mezcla de géneros, desde el son y el changüí hasta el rock, es lo que predomina en tus canciones:
«No me definiría como trovador. Soy un híbrido. Tengo una parte muy trovadoresca, sobre todo en las canciones, pero hay también en mí una parte más cercana a lo performático; además de una visión rockera, muy punk, y timbera».
- ¿Cómo haces coexistir todas esas partes?
- «Me muevo de un lado a otro sin prejuicios. No tengo ninguna barrera en cuanto a géneros musicales. Si viene un bolero lo hago; si se trata de una canción más loca, igual.
«Es cierto que las primeras cosas que hice tenían un corte más trovadoresco. Al principio tocaba la guitarra, pero cuando ya llevaba dos años empecé a colaborar con un grupo de rock. Ensayé alrededor de seis meses con ellos aunque nunca llegué a tocar en vivo. Lo que más me interesaba era interactuar.
«Luego comencé a hacer mis propias canciones y traté de “chocar” con alguien que hiciera lo mismo. Es entonces que me encuentro con Alito Abad, trovador holguinero. Con él tuve un proceso de retroalimentación muy interesante. Alito conocía a gran parte de los creadores jóvenes de ese momento, lo que me permitió descubrir una zona que desconocía totalmente.
«A partir de esta experiencia traté de perfilar mis canciones, siempre quise encontrar mi estilo. No me quiero parecer a nadie. Eso es algo que tengo presente desde mi formación en las artes plásticas».
- Háblame de esa zona de tu formación
- «Sí, yo pinto. Me dedico también a la artesanía y la orfebrería, al trabajo con plata y alpaca, con piedras semipreciosas; de esto vivo. Los trabajos que realizo los vendo en Piscolabis. Dejé de pintar por casi diez años, pero ya he retomado esta práctica. Actualmente estoy experimentando con varios materiales. Yo mismo hice las cubiertas de mis dos discos, ambas pintadas con esmalte de uñas. En el caso de Unknown Artist he hecho un trabajo particularizado con cada uno de los ejemplares que componen esta edición».
- ¿Cómo consideras los procesos de creación de la mezcla musical que llevas a cabo? Y no solo desde tu concepción sino en el diálogo con las propuestas del resto de los creadores actuales
- «La mezcla de géneros que se experimenta en la actualidad es lógica. Con el flujo de información tan grande que existe, uno está expuesto a cosas diferentes constantemente. Lo más natural es que esos géneros “puros” tiendan a desaparecer, tengan mucho menos cultores o se contaminen con lo que está alrededor.
«Hay mucha música sonando en la calle; lo mismo puedes escuchar trapton, que salsa o rock. Todo eso llega a tus oídos inevitablemente. Tratar de encasillar la música en un solo género, o resistirse a la mezcla, me parece una actitud conservadora. El músico es un ente creativo ante todo; tiene inquietudes más allá de las que pueda generar el mercado. Tiene también la capacidad de saltar de un género a otro sin perder sus esencias.
«Ahora mismo estoy trabajando en la música para los créditos del próximo Nicanor de Eduardo del Llano. Es un reguetón que se llama “Rállame la zanahoria”. Está siendo un ejercicio muy bueno porque estoy muy atento al desarrollo de la música popular.
- ¿Cómo mezclas, tanto musicalmente como en las letras, cuestiones «serias» con el humor?
- «Lo primero que hago es estudiar los fenómenos actuales. El asedio al turismo, por ejemplo, es algo que sucede hace años y, sin embargo, no escucho a casi nadie hablar del tema. Resulta doloroso que quienes nos visitan se vayan hablando mal de Cuba, o con visiones generalizadoras o tergiversadas de nuestra sociedad.
«Mi estudio comienza por la observación. Esa mirada luego la trabajo con un enfoque sarcástico, irónico, lo que me permite decir las cosas de una forma que considero más atractiva. Me gusta dejar que el público piense, reflexione, interactúe; hago de la interacción parte de mi espectáculo. Nunca he estado en un escenario muy grande, me gustan esos espacios más cercanos donde puedo percibir la retroalimentación con los espectadores».
- ¿Crees que son suficientes los espacios de presentación para los creadores jóvenes?
- «Hay oportunidades, espacios, incluso para personas que no tienen aún un trabajo serio. Soy miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), y he tenido su apoyo desde mis inicios.
«Mi primera presentación, en el Festival de la Canción Política en Guantánamo, fue posible gracias a la AHS. Sí hay espacios, aunque los medios audiovisuales sean monopolizados por la música popular. Si tú tienes un producto que no es bailable, sueles tener menos promoción, pero aun así existen oportunidades.
- ¿Qué factores crees que influyan en la difusión de las propuestas musicales actuales?
- «Es necesario que todos seamos más tolerantes, los directivos, las personas de administración. Tenemos el grandísimo dilema gastronomía versus unidad artística. Tú vas a un lugar a tocar y, si las personas no consumen, comienza la guerra con los encargados de gastronomía. Si no vendes cerveza no eres rentable. Las personas que dirigen esos lugares deben ser más tolerantes; deben entender que el artista necesita ganarse poco a poco a su público».
- ¿Como ves las posibilidades de crecimiento profesional fuera de La Habana? ¿Por qué venir a la capital?
- «Vine a vivir a La Habana por cuestiones personales, pero para mi crecimiento profesional esto me ha servido muchísimo. Siento que las provincias pudieran tener más autonomía, gestionarse sus eventos sin depender tanto de un órgano central ubicado en la capital. Si así fuese tal vez no emigráramos tanto».
- ¿Cómo ves la acogida por parte del público joven en tus espacios de presentación?
- «Estoy contento con el público que tengo. Yo no evalúo mi audiencia a partir de un criterio cuantitativo, sino cualitativo. Mi público es espectacular. No me puedo quejar».
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