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viernes, 8 de noviembre de 2024

No son alimentos para niños

Ojalá y el reguetón no pueda jamás imponer esa neolengua del sexo (enemiga del sexo en realidad...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 19/02/2020
3 comentarios
Bailar reguetón
La música es una topografía compleja y determinante, casi definitiva

Las canciones son, de alguna manera, pequeños y breves paisajes de una época. Si existiese una especie de topografía musical, sin dudas los valles y las montañas estarían hechos de momentos mágicos en que los pueblos se retrataban a sí mismos mediante notas, cánticos, motivos. Leopold Mozart y su Sinfonía de los juguetes marcó un hito en este tipo de arte hecho para los niños, así como determinadas piezas de los grandes maestros, que sin dejar de ser grandes bajaron hasta la estatura soñadora y risueña de los que solo saben de ilusiones y de inocencia.

Está, en el alma de la cubanía, un repertorio de canciones populares dedicadas a la infancia que ha sido la delicia de generaciones de nacidos aquí. Sobran los ejemplos de Arroz con leche se quiere casar y piezas por el estilo. Sin embargo, en las últimas décadas los medios de difusión, los espacios sociales y las redes familiares y de amigos han potenciado otro tipo de niños, unos sexuados al máximo, casi adultos, con unos atributos demasiado impropios de edades en las que para nada se piensa en serio ni en la vida en pareja, ni en los acoplamientos íntimos más gráficos.

No, el reguetón y el trap no son alimentos para niños, no podrían siquiera serlo para nosotros. Pero es que el mercado dicta unas normas, y existe por ahí la teoría conspiratoria de que nada que sea complejo, bello o edificante ocupará los primeros puestos entre los productos culturales masivos. Contrario a lo que suele pensarse, la ley de oferta y demanda sí es susceptible de sufrir controles de parte de los hacedores del marketing y sembrar el gusto por estas canciones, por las situaciones sexuales más crudas, ya desde edades cortas, garantiza un consumo mayor para luego. Pura ingeniería social, que como sabemos es la herramienta para el control del hombre en estos momentos.

Curioso que mientras el primer mundo se las gasta de progre con campañas #MeToo y falsas denuncias y supuestas cruzadas contra lo que dan en llamar “masculinidad tóxica”, se violenten los derechos de los niños con un mercado sexista, que ya establece como canon de un estatus superior a figuras prácticamente prostituidas desde el plano del cuerpo, sin atisbo de dignidad en su propuesta de vida. Pero Cuba, como bastión de la contracultura que es, tiene en su interior las curas a ese cáncer, y están en las labores realizadas por proyectos como los tantos grupos de teatro y de canto en todo el país, con un cultivo de la canción tradicional, culta y popular. De mucho mérito es, por ejemplo, en las ondas hertzianas la emisora CMBF Radio Musical Nacional, que sostiene espacios hechos por y para niños, con propuestas exigentes, que fomentan un gusto por la verdadera apreciación, por las notas de valía.

No está mal que los niños sepan de sexo y que vean el tema con madurez y sepan que tiene tanto una función placentera como reproductiva, que ambas conllevan responsabilidad. Pero no es justo que se les confunda con mensajes donde son agredidos en su intimidad, llevados en cumpleaños y fiestas a bailar ritmos que aún a los adultos nos enrojecen. Hace unos años en las redes sociales vimos un video filtrado de una de esas bacanales de niños y niñas, en bailes lúbricos, y aunque muchos colegas de la prensa desdijeron el suceso y le restaron interés, mi alarma ante la comisión de un delito encontró pocos ecos en la sociedad. Se estaba normalizando un proceder que, a todas luces, es abuso sexual infantil. Y es que cuando los exponemos a determinadas canciones de reguetón y trap, los hundimos en esta penosa situación.

Imaginemos que en el siglo de Leopold Mozart alguien le cantase a los niños: “Descará, en una esquina posteá, mano en el pelo, con poca tela, ella está en celo…”. La escena, aparte de absurda, no encontraría eco en una sociedad donde aún el mercado tal y como hoy se entiende no estaba interesado en promover una industria cultural donde, desde la primera nota musical, hay un patrón de consumo banal que se quiere imponer para las siguientes décadas. El reguetón es producto de un momento en la historia en el cual las élites saben que es mejor mantenernos en una barbarie perpetua, donde el empoderamiento factual sea imposible, ya que nos vedaron el camino de la mente. Si Mozart compuso para los hijos de la nobleza, Bad Bunny lo hace para los hijos de unos padres irresponsables, que en su afán sexista exponen a la cría a un mundo hipersexuado y egoísta, donde todo es objeto y nunca ser.

Todo en el mundo es cuestión de percepciones, porque nada se muestra en su esencia tal y como existe. Así, podemos estar en presencia de un delito en un cumpleaños, que luego dé lugar a seres dañados, y estar aplaudiéndolo. No lo percibimos como tal, ya que estamos en un entorno donde es algo políticamente correcto. Y hay algo en lo cual no se repara en las canciones sexuadas: los más agredidos son los varones, a ellos esa música les deconstruye la ternura desde pequeños y les impone un canon de éxito, el cual jamás van a alcanzar, y que pasa por las percepciones de que solo siendo millonarios y bellos lograrán la pura realización, ergo, ¿para qué ir a la universidad?

La música es una topografía compleja y determinante, casi definitiva. Y si antes cantamos Arroz con leche se quiere casar, ahora preferiríamos estar mudos. Por suerte Cuba es un archipiélago, física y cultural, y hay cosas que para llegarnos tienen que venir a nado, o en barco o avión y por ende demoran más. Cuidemos el alimento que les damos a nuestros niños, recordemos que ellos son adultos en potencia y que mañana también tomarán determinaciones para toda la sociedad. No es un juego, no es un cumpleaños. Cada delito que pasamos por alto, cada nota que agrede y deconstruye al ser humano, nos acerca a las viejas distopías descritas por los grandes maestros literarios. Ojalá y el reguetón no pueda jamás imponer esa neolengua del sexo (enemiga del sexo en realidad), en ello nos va no solo la infancia, si me hago entender.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación

Se han publicado 3 comentarios


carlosvaradero
 28/2/20 10:36

El reguetòn no solo deberia ser apartado de los oidos de los niños, deberia ser apartado del oido de todos los seres humanos, sean niños, aultos abuelos etc.

No se puede imponer la vulgaridad, lo grotezco, lo banal y lo mediocre asi porque si.

Por desgracia he tenido que espantarme las horribles y desagradables letras de algunos reguetoneros cuando voy en una guagua, carro de alquiler o en algùn paladar, sinceramente da pena escuchar algunas letras (aunque casi todas padecen del mismo mal).

Es un genero que ha ganado terreno, porque los mismos decisores de la cultura lo han permitido cerrandole espacio a otros generos musicales.

Como los jovenes y niños no van a escuchar reguetòn?...acaso tienen otras opciones??

Es bueno reflexionar sobre el tema.

Octopus
 26/2/20 8:39

Muy acertado el artículo Mauricio, tengo un varon de 9 años y aunque le inculco los valores en los cuales me formé y aprendi y que hoy constituyen mi personalidad, digase lectura, música, deportes, cine, es bastante dificil que no se involucren en el mundo convulso y envolvente del reguetón y el trap. Súmele a esto que en nuestro entorno los vocablos usados para este tipo de música no son siempre los adecuados y que como bien dice usted solo te transportan a un nivel ficticio donde lo vanal y sexista es lo único importante y el único medio para lograr ese éxito en el entorno sea cual fuere éste. Realmente tenemos una fuerte campaña por el bien de nuestros hijos. Gracias!!

 

 

Ana Virginia González
 19/2/20 13:21

Mis aplausos para usted periodista.Para los padres y abuelos de hoy es un desafío  enrutar  a nuestros hijos por la senda del buen gusto.  Los niños de mi familia, una niña de 1 año y un varón de 2 , recibieron recientemente su primer libro de cuentos comprado por mí , su abuela  .Ahora iniciarlos en el placer de la lectura queda en nuestras manos, pero hay cosas que se nos escapan, no puedo evitar que escuchen Reguetón cuando pasan los bicitaxis , cuando abordamos un taxi almendrón o  un vecino          " Aedes maleduquitis"- parafraseando a Carlos Ruiz de la Tejera pone los altavoces con el  fin de divertir a la comunidad.

 

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